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 EL TIEMPO QUE LLEVA KAMALA HARRIS SIN COMPARECER EN UNA CONFERENCIA DE PRENSA

'Wokeolympics': el Comité Olímpico Internacional convierte a la violencia machista en un espectáculo

No se trata de una cuestión de preferencias sexuales, autoidentificación o interseccionalidad. Esto va más allá de la política identitaria, si los niveles de testosterona y los cromosomas de Khelif son los de un hombre, entonces una contrincante mujer está en grave peligro.

Imane Khelif (izquierda) y Angela CariniMohd Rasfan / AFP

Angela lloraba arrodillada en el piso del ring. Le bastaron unos pocos segundos para entender que su esfuerzo de años, sus sueños y su carrera habían sido sacrificados en el altar de intereses que le eran ajenos. Sus lágrimas reflejaban la impotencia que recorrió el mundo luego de ser golpeada por Imane Khelif, que no competía con ella en igualdad de condiciones dadas sus características biológicas. Mientras Angela repetía “no es justo” Imane sonreía desde el fondo de la escena. El match de boxeo femenino había concluido en menos de un minuto. La pregunta que sobrevuela todas las polémicas alrededor de la competencia entre Imane Khelif y Angela Carini es: ¿Es esto el deporte olímpico ahora?

Las competencias olímpicas no son iguales a las de siglos pasados, para todos las cosas han cambiado mucho. Cada deporte ha incorporado sofisticadas formas de entrenamiento, medición, organización. Los deportistas son siempre muy jóvenes, y los que llegan a participar en los Juegos Olímpicos tienen a su alrededor un consorcio de entrenadores, sponsors, funcionarios públicos, fanáticos, familia. En muchos casos un deportista es en sí mismo una industria. Llegados a este estado de situación, resulta evidente que, quienes se preparan por años para llegar a ese momento, no puedan de la noche a la mañana bajarse de los JJOO con facilidad. Pesa sobre ellos una responsabilidad descomunal, participar o no de los JJOO no es como cambiar la marca de una gaseosa para hacer un boicot. 

Esto los políticos anfitriones y los burócratas organizadores del evento lo saben. Saben que tienen un gran poder y lo usan para marcar agendas ideológicas. En momentos tan politizados y polarizados, donde el identitarismo se ha colado en todas y cada una de las moléculas de la vida cívica, el deporte olímpico no podía quedarse afuera. De manera tal que estas olimpiadas del 2024 reflejan la ideología de los políticos y burócratas organizadores, abocados a una agenda que sólo puede hablar de sí misma, tan maniática que sacrifica la calidad, los objetivos y hasta la ética de las cosas en pos de su beneficio. Esto que se vivió en los 46 segundos en los que se manifestó el sinsentido más absurdo y abusivo, lo vimos ya con la educación, con la justicia, con los espectáculos, con las formas de calefaccionar los hogares y, por supuesto, lo vemos con el deporte. Esta agenda de destrucción, de arbitrariedad y de injusticia es hoy nuestra cotidianeidad y el signo de estos tiempos.

No es casualidad que por primera vez en la historia, el Comité Olímpico Internacional haya permitido que dos atletas, Imane Khelif y Lin Yu-Ting, cuyo sexo está “en controversia” compitan en la categoría de boxeo femenino. Pero nada es improvisado, y lo cierto es que desde 2021, el COI había implementado un nuevo marco regulatorio para los atletas transgénero e intersexuales, abandonando normas que requerían que los competidores se sometieran a procedimientos o tratamientos que ahora les parecían "médicamente innecesarios". El nuevo marco reemplazó las directrices publicadas por el COI en 2015, que imponían un límite a los niveles de testosterona de los atletas o que requería que se sometieran a controles hormonales obligatorios. El nuevo marco ya nada tenía que ver con la excelencia deportiva ni con el espíritu olímpico, era una oda a los principios rectores de la ideología de género, y por supuesto fue recibido con júbilo por distintos activistas del colectivo trans que asesoraron en la confección de la nueva regulación. La presión por cambiar el estatus de los deportistas trans en diversas competencias ha sido una arremetida constante en los últimos años.

Cuestión que, con estos antecedentes, el Comité Olímpico Internacional ha dado el visto bueno para que esta semana dos boxeadores con biología masculina se enfrenten con mujeres porque “todas las que compiten en la categoría femenina cumplen las normas de elegibilidad de la competición”. Y no es mentira, porque esas normas de elegibilidad del COI también son un manual de políticas de género. Las nuevas normas del COI fueron creadas para imponer una particular idea del mundo en la que resulta fundamental no creerle a los propios ojos sino a las palabras de los burócratas. Así es como Mark Adams, portavoz del comité, cuando estalló la polémica sobre la participación de Khelif y Lin dijo: "No voy a hacer comentarios sobre cuestiones individuales", mientras defendía a capa y espada una curiosa postura con desparpajo, que ambos "son mujeres en su pasaporte, han competido durante muchos años". Ya está, esas eran las condiciones de elegibilidad y con eso le bastaba.

Es cierto que tanto Khelif como Yu-Ting llevan años compitiendo con mujeres y también es cierto que ambos fueron descalificados del Campeonato Mundial de Boxeo Femenino de 2023 después de que la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) dijera que las pruebas de ADN "demostraron que tenían cromosomas XY". Un análisis de cromosomas no es un proceso complicado, si los atletas de élite pueden ser sometidos a controles antidoping regulares; por qué no implementar estos mismos controles basados en reglas que se ajusten a la genética de su categoría en lugar de dejar el filtro librado al mero chequeo de pasaportes. La controversia ha girado en torno a Khelif y Yu-Ting no se debió a que sean "trans", según varios informes periodísticos nacieron con una condición llamada "Diferencias en el Desarrollo Sexual" (DSD), lo que implica que tienen una genética que les otorga la fuerza y el poder de los hombres. Poca importancia tiene en esto su crianza, su origen, su autoidentificación o los órganos sexuales que tengan a la vista o no, desarrollados o no. Más allá de su cualidad de intersexuales, si este fuera el caso, lo que importa son las condiciones medibles específicas que los ponen en situación de inequidad.

Nancy Hogshead, medallista de oro olímpica estadounidense publicó en X: “No. Imane Khelif tiene un cuerpo masculino, DSD 5-ARD. No existe tal cosa como 'mujeres con niveles masculinos naturales de testosterona'. Ninguno. Cero. Eso es desinformación”. Una oponente anterior de Khelif, la mexicana Brianda Tamara Cruz reaccionó a la polémica de Angela Carini y recordó su pelea en 2022. Destacó que ella también se había quejado pero fue entonces atacada por brindar “desinformación” y fue acusada de tranfóbica. Brianda dijo que la fuerza de Khelif era increíble y que nunca "se había sentido así en mis 13 años como boxeadora, ni en mis sparrings con hombres", la mexicana se mostró agradecida de haber "salido del ring sana y salva". 

Claressa Shields, dos veces medallista de oro olímpica del equipo de EE. UU., también habló sobre el tema y dijo: "Es muy difícil clasificarse para los Juegos Olímpicos, tienes que pasar por muchos torneos internacionales y nacionales para poder llegar a los Juegos Olímpicos. Por eso, puedo entender su desolación, pero no debería arruinarse por culpa de un hombre. Y creo que los Juegos Olímpicos definitivamente fallaron". Mientras que la leyenda del boxeo Jackie Kallen dijo a Fox News que la pelea de la polémica nunca debería haber sucedido:"Estoy decepcionada de que el Comité Olímpico haya permitido que esto sucediera mientras todo el mundo estaba observando", dijo Kallen. "Ya tenemos suficientes problemas con la gente que ve el deporte como brutal o que encuentra otras cosas de las que quejarse. Pero esto realmente no nos ayuda en absoluto". Kallen es una pionera en este deporte y en 2023, se convirtió en la primera mujer manager en ser incluida en el Salón de la Fama del Boxeo Internacional.

Todas estas mujeres son deportistas aguerridas, dedicadas y exitosas. Todas triunfaron en sus carreras en base a reglas claras y parámetros justos. Las mujeres han luchado mucho para obtener su lugar actual en el deporte, los Juegos Olímpicos no son la excepción. Quien fuera el creador de los JJOO hacia fines del siglo XIX, Pierre de Coubertin , se opuso a la participación femenina. Recién a comienzos del siglo pasado en los Juegos Olímpicos las mujeres pudieron tomar parte, pero sólo en un papel testimonial que se limitó a unas pocas disciplinas consideradas ‘acordes a la naturaleza femenina’, como el golf y el tenis. Tardaron unas décadas más en formar parte oficial en los Juegos Olímpicos y esa incorporación también fue gradual tanto en cantidad de participantes como en las disciplinas en las que se les permitía competir. Ese lugar se ganó en base al reconocimiento de las características físicas específicas, lo que explica la existencia de las categorías femeninas. Esas que hoy se están corrompiendo. Esta aclaración en cualquier otro momento de la historia sería redundante, pero hoy estamos bajo la humillante situación de tener que explicar, a cada momento, lo obvio.

Pero por si es necesario explicarlo de forma más clara, el puñetazo promedio de un hombre tiene más de 2,6 veces la fuerza del de una mujer. Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional ha decidido que dos púgiles con esta potencia sean elegibles para competir en la categoría de mujeres, haciendo caso omiso a la responsabilidad que tienen las autoridades del boxeo de garantizar la seguridad de la competencia. No se trata de una cuestión de preferencias sexuales, autoidentificación o interseccionalidad. Por ejemplo, la atleta que se identifica como no binaria Nikki Hiltz no presenta ningún problema para competir en categorías femeninas, es biológicamente mujer y a nadie le interesa cómo se percibe. Pero no tiene cromosomas XY y no tuvo un desarrollo temprano masculino, por eso puede competir en igualdad de condiciones en deportes femeninos. Esto va más allá de las preocupaciones ideologizadas de la política identitaria, es una cuestión de seguridad para las mujeres. Si los niveles de testosterona y los cromosomas de Khelif son los de un hombre, entonces una contrincante mujer está en grave peligro.

Estos Juegos Olímpicos 2024 han demostrado ser auténticos Wokeolympics. Los organismos deportivos han sido colonizados por el wokismo y el COI ha demostrado estar totalmente dominado por el postureo identitarista y con demasiado miedo a ser acusado de transfobia, hecho que les impidió excluir a los atletas cuyo sexo biológico no se correspondía con su categoría por temor a ofender a alguien. Pero están logrando lo contrario, las polémicas se amontonan y el rol de los organizadores está severamente cuestionado. Los JJOO 2024 ya no tienen nada que ver con la inclusión y poco le ha servido a los deportócratas fingir que esos 46 segundos infames fueron una pelea justa. 

El divorcio del wokismo con la realidad los está dejando en evidencia. Han mostrado un enorme desprecio por la seguridad y la dignidad dentro de la competencia y por cualquier noción de equidad y justicia reales. Al poner deliberadamente a una mujer en el ring con un atleta genéticamente masculino legitimaron la violencia y la convirtieron en espectáculo. Adiós a la narrativa feminista. Adiós a las pretensiones de equidad. Los 46 segundos en los que se demostró la asimetría entre Imane y Angela degradaron al boxeo y humillaron a los participantes. Y también envilecieron a todos los que lo permitieron o callaron a sabiendas que se cometía una injusticia. 

El inefable vocero Adams señaló en la conferencia que "todos tenemos la responsabilidad de intentar reducir la intensidad de este problema y no convertirlo en una especie de caza de brujas", pero lo cierto es que la responsabilidad del desastre es pura y exclusivamente del Comité Olímpico Internacional, porque es un problema que crearon cuando cambiaron las normas, cuando trataron de meter por la ventana la agenda woke. Y parece muy difícil que lo puedan resolver.

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