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Israel ayuda más a los palestinos que sus críticos

La única razón por la que Irlanda, Noruega y España pueden reconocer la existencia de un Estado palestino es que no tienen que vivir con las consecuencias.

Imagen de archivo de manifestantes con banderas de Israel una marcha en Nueva York.

(Cordon Press)

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Israel ha sido durante mucho tiempo el principal apoyo del pueblo palestino, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza. Los israelíes han abierto sus fronteras a los trabajadores palestinos, a quienes pagan altos salarios. Han aceptado pacientes palestinos, incluidos terroristas, en sus excelentes hospitales. Algunos de los israelíes que ayudaban a los habitantes de Gaza fueron asesinados por ellos el 7 de octubre. Incluso ahora, Israel proporciona más alimentos, medicinas y ayuda humanitaria a los palestinos que cualquier otro país en tiempo de guerra.

¿Qué han hecho otras naciones? Muy poco. Noruega, Irlanda y España, el 28 de mayo, "reconocieron formalmente un Estado palestino". ¿Cómo ayuda eso al pueblo palestino? En nada. De hecho, les perjudica al generar expectativas poco realistas. La única manera de que exista un Estado palestino es a través de compromisos sólidos y de las difíciles negociaciones directas a las que los palestinos se comprometieron en los Acuerdos de Oslo.

Consideremos el hecho de que ninguna nación árabe o musulmana ha estado dispuesta a aceptar refugiados de Gaza. Quizás estas naciones recuerden que, hasta el momento, todo aquel que intentó ayudar a los palestinos vivió para arrepentirse. Cuando Jordania los acogió, intentaron derrocar al Gobierno del rey Hussein en 1970. El intento de golpe, conocido como "Septiembre Negro", acabó con su expulsión al Líbano. Una vez allí, estalló una guerra civil entre los musulmanes, respaldados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y los cristianos, lo que provocó que la OLP fuera expulsada una vez más, esta vez a Túnez en 1982. Kuwait ofreció visas y empleos a unos 400.000 palestinos, pero cuando Irak invadió Kuwait en 1990, la OLP se puso del lado de los invasores. Después de la liberación de Kuwait, se estima que 200.000 personas fueron expulsadas y a otras 200.000 no se les permitió regresar.

Después de que en 2005 Israel obligara a su propio pueblo a salir de Gaza para permitir que los palestinos erigieran un "Singapur en el Mediterráneo", los gazatíes eligieron en 2006 a Hamás, que construyó más de 350 millas de túneles terroristas, una "ciudad bajo otra ciudad".

No es de extrañar que sus vecinos prefieran no acoger a los habitantes de Gaza. ¿Quizás Irlanda, Noruega y España sí se animen?

¿A quién le importa la difícil situación del pueblo palestino?

El 13 de abril, más de 1.000 manifestantes marcharon por las calles de Hamburgo, Alemania, y exigieron que el país se convirtiera en un califato regido por la Sharía.

La única razón por la que Irlanda, Noruega y España pueden reconocer con seguridad un Estado palestino es que no tienen que vivir con las consecuencias.

Egipto, que tiene su propia historia de terrorismo en el Sinaí, cerró sus fronteras a los palestinos. El Líbano mantuvo a gran parte de su población palestina en campos de refugiados durante décadas. Jordania mató, durante el Septiembre Negro, a los palestinos que estaban construyendo un Estado dentro de otro Estado. Arabia Saudita cerró sus puertas. Qatar acogió a unos pocos habitantes de Gaza que necesitaban atención médica, pero se negó a aceptar un gran número de refugiados.

Son evidentes para quien quiera ver tanto la hipocresía acicalada de la comunidad internacional como el pensamiento real de los gobiernos árabes y musulmanes -muchos de los cuales podrán sentirse obligados a apoyar públicamente a los palestinos y promover una solución de dos Estados, pero que a puerta cerrada admiten que un Estado palestino es lo último que quieren (aquí y aquí). Parece que el mundo prefiere cerrar los ojos.

Los civiles que actualmente viven en Rafah podrían fácilmente ser transportados temporalmente a la seguridad de Egipto mientras Israel logra su objetivo militar legítimo de destruir a Hamás, pero El Cairo, comprensiblemente, se ha negado a cooperar.

La verdad es que a pocos fuera de Israel les importa realmente la difícil situación del pueblo palestino. Las manifestaciones en los campus universitarios que pretenden ser pro-Palestina tienen mucho más que ver con condenar al Estado judío que con ayudar a los palestinos. Nunca vemos carteles que pidan una solución de dos Estados, probablemente porque la mayoría de estos manifestantes no quieren que Israel exista. "Del río al mar" significa que no haya Israel, ni judíos.

Si un Estado palestino sustituyera a Israel en esa zona, sería un régimen tiránico. El conflicto afloraría entre quienes querrían verlo parecido a Irán, una teocracia que asesina a disidentes, o más como China, una tiranía comunista que también asesina a disidentes. Mientras Hamás siga siendo una fuerza militar y política viable, no hay perspectivas de una Palestina democrática o de una solución de dos Estados.

Dejemos de fingir preocupación por las familias palestinas e instemos a la comunidad internacional a hacer algo para ayudarlas.

Quienes realmente quieran ayudar a los palestinos deberían apoyar los esfuerzos de Israel para que Hamás deje de aterrorizar a su vecino y devuelva a los rehenes. Eso pondría fin al derramamiento de sangre en Gaza e iniciaría un proceso que en última instancia podría culminar en un Estado palestino desarmado que reconociera a Israel como el Estado-nación del pueblo judío.

Así que dejemos de fingir preocupación por las familias palestinas e instemos a la comunidad internacional, y especialmente al mundo árabe y musulmán, a hacer algo para ayudarlas. Esa ayuda puede venir en forma de educación, atención médica, oportunidades de empleo, aceptación de refugiados y otras acciones humanitarias.

No es responsabilidad de Israel mejorar la vida de los palestinos. Israel retiró a todos sus soldados y expulsó a todos sus civiles de Gaza en 2005, y correspondía a los gazatíes mejorar su vida. Pero en lugar de eso eligieron a Hamás, que convirtió a la Franja en una base militar con un sistema de túneles subterráneos y lanzadores de cohetes en la superficie. En 2000, 2001 y nuevamente en 2007, Israel ofreció a los palestinos Cisjordania y avanzar hacia la creación de un Estado palestino desmilitarizado, pero los dirigentes palestinos rechazaron estas oportunidades, sin siquiera una contraoferta. Como dijo una vez un académico israelí: "Los dirigentes palestinos no saben tomar un sí por respuesta".

Antes de que se reconozca un Estado palestino, es crucial guiar a los palestinos de una sociedad del miedo a una de la libertad.

Quienes claman falazmente apoyar a los palestinos deberían cambiar o callarse. En lugar de atacar constantemente a Israel por sus imperfecciones, deberían instar a las naciones árabes y musulmanas a ayudar a los palestinos de manera material. Deberían, asimismo, exigir el fin de la incitación a la violencia y del programa palestino de asesinato a sueldo -"pago por asesinato"- que incentiva el terrorismo pagando de por vida a las familias de los terroristas si asesinan a judíos.

Aquellos que realmente quieran ayudar a los palestinos necesitan pedir condiciones estrictas a su financiación y exigir responsabilidad sobre cómo se gasta su dinero. También deberían revisar sus libros de texto, como está haciendo ahora Arabia Saudita, y establecer instituciones democráticas, como lo planteó Natan Sharansky en The Case for Democracy (2006).

En primer lugar, antes de que se reconozca un Estado palestino, es crucial guiar a los palestinos de una sociedad del miedo a una de la libertad, a un Gobierno que incluya la libertad de expresión y de prensa, la igualdad ante la ley, los derechos de propiedad, los derechos humanos, y, ante todo, prepararlo para la paz.

Hasta que eso se haga, el pueblo palestino no obtendrá más que manifestaciones inútiles en campus universitarios, reconocimientos vacíos de gobiernos antiisraelíes, resoluciones irrelevantes de las Naciones Unidas. Nada de esto lo ayuda. Sólo fomenta más odio, más terrorismo y más guerra.

© Gatestone Institute

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