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Trump pone en la encrucijada a Sudáfrica

¿Qué ha llevado a Trump a ser el primer gran líder de un país extranjero que actúa de forma contundente contra la deriva que durante más de tres décadas arruina al país más desarrollado de África?

Cyril Ramaphosa, líder del ANC y presidente sudafricanoAFP

Quienes se empeñan en etiquetar a Trump y le tildan de aislacionista temen un repliegue estadounidense que deje el mundo en manos de potencias rivales como Rusia y China. Pero el pretendido aislacionismo trumpista parece limitarse a su rechazo a la implicación directa en guerras y a cualquier intervención exterior, militar o no, que no suponga para EEUU un beneficio claro.

Más que una retirada del mundo, lo que estamos viendo en los primeros días de su segunda presidencia es un súbito incremento de la influencia de EEUU. Si continúa con la racha que tuvo la desdicha de estrenar Petro y ha seguido con Canadá y México, Trump multiplicará el impacto de EEUU en todos los rincones del planeta al tiempo que reduce los recursos que dedica a influir en otras regiones.

Un ejemplo claro de esto es la guerra de Ucrania. Sin haber empezado siquiera a gobernar, y con su retórica implacable como único instrumento, el promotor inmobiliario neoyorquino puso a todos los europeos y a la propia Administración demócrata a aceptar la inevitabilidad de una salida negociada al conflicto. Entre quejas y advertencias del peligro que supone el regreso de Trump, su mera llegada a la Casa Blanca ha puesto a trabajar en soluciones a quienes ignoraban la implacable realidad del campo de batalla para no cambiar de eslogan.

También tendrá impacto sobre Ucrania su decisión de cerrar el grifo de la ayuda internacional que distribuía USAID. Además de a capítulos estratégicos como el propio presupuesto público ucraniano y la reconstrucción del sistema energético, buena parte de los fondos de USAID para Ucrania iban a parar a organizaciones e iniciativas dedicadas a promover las reformas institucionales y la democracia. Son precisamente estos fondos los que tienen menos probabilidades de continuar, pero la naturaleza directa y transaccional que caracteriza a la acción de Trump podría dar al proceso de reformas en Ucrania un impulso mucho mayor que los muchos millones gastados por Administraciones anteriores en la promoción de algo tan abstracto como los valores.

Trump ha pedido a Zelenski acceso a minerales raros que tiene Ucrania a cambio de la continuidad de la ayuda militar. Ucrania necesita imperiosamente seguir recibiendo esa ayuda. Si las empresas de EEUU han de entrar en ese mercado ucraniano, lo primero que ha de hacer Kiev es dotar de previsibilidad al sector y blindar su seguridad jurídica, y la urgencia del momento podría ahorrarle al país décadas de demoras en la creación de un marco adecuado y libre de corrupción capaz de atraer ese tipo de inversores.

Más que el de la no intervención, el primer principio rector de la política exterior de Trump es el interés propio, lo que implica que no siempre obrará en favor de la libertad y la justicia. Con un viaje a Caracas de su emisario Ric Grenell, Trump sacó de las cárceles venezolanas a seis estadounidenses que había detenido Maduro. Según una información del Miami Herald, que Grenell ha descalificado por inexacta pero no ha desmentido, a cambio de que el chavismo pueda vender más petróleo en EEUU.

Un caso distinto, en el que el poder corrosivo y torrencial que proyecta Trump sí está favoreciendo la libertad y la justicia, es el de Sudáfrica. Trump se ha lanzado en tromba contra las políticas raciales del Congreso Nacional Africano (ANC) –principal partido gobernante– a raíz de la aprobación en Sudáfrica de una ley dirigida contra la minoría blanca hegemónica en el sector agrícola del país que permite expropiar propiedad privada sin ofrecer compensación al damnificado.

En una orden ejecutiva contra “las violaciones de los derechos humanos en Sudáfrica” dictada a propósito de la aprobación de la ley, Trump denuncia la discriminación contra los descendientes de europeos en ese país, ofrece la posibilidad de recibir como refugiados a afrikáners perseguidos y decreta la interrupción de toda la ayuda estadounidense hasta que el ANC desmantele sus políticas racistas y proteja a los granjeros y agricultores blancos de los ataques violentos que sufren.

¿Qué ha llevado a Trump a ser el primer gran líder de un país extranjero que actúa de forma contundente contra la deriva que durante más de tres décadas arruina al país más desarrollado de África?

En primer lugar, su compromiso de poner fin a todo desequilibrio desfavorable para EEUU. Otros países con Gobiernos de orientación similar no cuentan con las ventajas que Sudáfrica recibe de EEUU. Como menciona Trump en su orden ejecutiva, el ANC no pierde oportunidad de alinearse con todos los enemigos de EEUU y manifiesta una hostilidad especial contra Israel. No cabe en la lógica de Trump que quien actúa como una fuerza hostil se beneficie de privilegios como la ayuda humanitaria o el tratado de libre comercio que ambos países tienen firmado.

"Trump ha puesto al Gobierno sudafricano en la encrucijada de elegir camino: o con EEUU y sus amigos o por la senda de los regímenes fallidos que tienen como principal misión el escarnio a EEUU"

Otro factor importante es el protagonismo en la corte de Trump de un sudafricano de origen como Elon Musk, que lleva años criticando duramente las políticas colectivistas del Congreso Nacional Africano. Un papel evidentemente mucho menor, pero nada desdeñable, habría podido tener el editor de Breitbart Joel Pollack, un judío sudafricano igualmente crítico con el Gobierno de Pretoria que además suena como nuevo embajador de EEUU en Sudáfrica.

También podrían haber influido los contactos establecidos por Afriforum y sus organizaciones satélite con la gente de MAGA, a la que este grupo afrikáner de lobby plenamente autosuficiente gracias a sus cientos de miles de socios ha mantenido informada durante años a la nueva derecha estadounidense acerca de cómo la autonomía personal y cultural y la propiedad privada sufren a manos del partido de Mandela en Sudáfrica.

Pero el protagonismo que ha tomado Sudáfrica en los primeros días de frenética actividad de la segunda Administración Trump se debe sobre todo al CNA. Muchos en el antiguo movimiento de liberación se estarán arrepintiendo de haber elegido este momento para aprobar una de las leyes clave para avanzar en su proyecto de revolución disimulada. Como muchos estarán maldiciendo el momento en que Pretoria decidió abrazar abiertamente a Irán y a Hamás y enarbolar justo después del 7 de Octubre la bandera de la lucha en la justicia internacional contra Israel.

La crudeza, vehemencia y claridad del diagnóstico de Trump y su voluntad de tomar medidas ponen por fin el foco internacional sobre la causa verdadera del fracaso y la tragedia sudafricana, que no es otra que el proyecto de ingeniería social y sometimiento paulatino de la sociedad y el Estado que desde su llegada al poder en 1994 ejecuta el CNA. No deja de ser una ironía que la colisión con el país más poderoso del mundo le haya llegado al antiguo movimiento de liberación cuando menos poder tiene y está obligado a compartir Gobierno con una oposición que sí cree en la igualdad entre los ciudadanos y el derecho a la propiedad.

A corto plazo, la presión de Trump pone en el disparadero a Afriforum y a los demás grupos que combaten el deterioro de la seguridad y las libertades en Sudáfrica. Casi todos los medios tradicionales y políticos de prácticamente todo el arco parlamentario se han sumado al señalamiento a quienes acusan de traidores a la patria por pedir represalias contra su propio país a una potencia extranjera. Mientras, Afriforum y sus satélites trabajan para convencer a Trump de que no tome medidas que perjudiquen a la economía nacional y limite sus sanciones contra Sudáfrica a los dirigentes del Gobierno que apoyan a Hamás y socavan el Estado de Derecho con medidas contra la minoría blanca.

Escuche o no Trump a Afriforum en esto, la salva del presidente de EEUU contra el CNA cambia por completo las reglas del juego para un partido acostumbrado a dar rienda suelta a costa de su población a todos sus peores impulsos ideológicos y de poder sin pagar ninguna consecuencia.

Según la publicación sudafricana BusinessTech, el volumen de comercio de Sudáfrica con EEUU es siete veces mayor que el que el mantiene con sus socios rusos, iraníes y palestinos. Tras desactivar la ayuda y abrir la puerta a la inmigración masiva de blancos cualificados, lo que hará aún más dramática la sangría de talento y capital humano que Sudáfrica sufre desde que se apartó de la devoción por el mérito, a Trump le queda aún por usar la madre de todas las bombas, que sería la expulsión de Sudáfrica de AGOA, el tratado de libre comercio con países africanos del que tanto se beneficia la economía sudafricana.

Independientemente de la que la emplee, Trump ha puesto al Gobierno sudafricano en la encrucijada de elegir camino: o con EEUU y sus amigos o por la senda de los regímenes fallidos que tienen como principal misión el escarnio a EEUU. El desprecio de Trump por el detalle y la minuciosidad juega una vez más en favor de la verdad. Quienes mandan en Sudáfrica ya no pueden taparla con la hoja de parra de la ambigüedad y el matiz.

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