Irán: tras el ataque, qué
Es imperativo acabar con el programa nuclear iraní, porque la alternativa es mucho peor.
El martes pasado, mientras desayunaba con un capuccino mirando al mar de Tel Aviv, no había noticia que no se adentrase en prever cuál sería la reacción iraní a la eliminación en Damasco de media docena de altos oficiales de su Guardia Revolucionaria, incluido Mohamed Reza Zahedi, al parecer uno de los cerebros tras el ataque de Hamás del pasado 7 de octubre. Los más apocalípticos hablaban de una inevitable guerra regional y los más –aparentemente– enterados, de una réplica del ataque contra las instalaciones petrolíferas de Arabia Saudí en 2019. Esto es, unas pocas decenas de misiles. Además de las divergencias sobre la intensidad del ataque, tampoco había consenso sobre si Irán recurriría a sus proxies en la zona o dispararía desde su suelo. Y había quien argumentaba que la represalia iraní consistiría en atacar intereses israelíes fuera de Israel.
Al final, Irán nos sacó de dudas: a pesar de que medio mundo hizo saber a sus líderes que no consentiría una agresión directa contra territorio israelí, Jamenei autorizó el lanzamiento de un cóctel de sistemas mucho más amplio que el empleado contra Arabia Saudí (170 drones de largo alcance, 30 misiles de crucero y 120 misiles balísticos), el grueso desde su suelo, y todos dirigidos contra Israel. También sabemos ya que todos los drones y misiles de crucero fueron abatidos en pleno vuelo antes de llegar al espacio aéreo israelí, y que menos de un 10% de los misiles balísticos se escaparon a las defensas antimisiles e impactaron en Israel, aunque causando escasos daños.
Una semana más tarde, ya a resguardo en la Vieja Europa, los expertos se debaten sobre cuál va a ser la respuesta israelí, si debe o no ser proporcionada al ataque sufrido o al daño padecido; si debe ser dentro o fuera de Irán; si se debe atacar o no las instituciones del poder de los ayatolás, otras infraestructuras o su programa nuclear. Si tiene razón de ser una reacción…
Yo desconozco si Israel va a reaccionar o, si lo hace, cuál va a ser esa reacción. Pero sí sé que se deben tener algunas cuestiones presentes para intentar adelantar el futuro inmediato con cierta esperanza de atinar.
Ante todo, en lo referente a esa cúpula defensiva que ha logrado desarbolar al atacante: es innegable el éxito de todos los sistemas de defensa israelí, y de la cooperación del Reino Unido, Jordania, Estados Unidos y Arabia Saudí. Pero inferir de ahí que Israel no debe reaccionar porque está debidamente protegido me parece un grave error. Primero, porque este ataque estaba anunciado e Israel ha contado con unas defensas en altísimo estado de alerta. No podemos obviar tampoco que los drones y misiles de crucero fueron detectados desde su lanzamiento (lo que dio tres horas de preaviso) y que los misiles balísticos (a tan solo 12 minutos de vuelo) fueron disparados en una segunda oleada. Si Irán hubiera invertido la secuencia, el escenario hubiera sido distinto. Es más, un ataque sorpresa, con los niveles de alerta normales, hubiera sido contrarrestado con mucha menos efectividad, sin duda.
Confiar en que la cúpula de hierro y demás metales que ha protegido a Israel esta vez va a funcionar con igual éxito en el próximo enfrentamiento directo no me parece demasiado prudente, sinceramente. La única Línea Maginot que ha funcionado exitosamente es la nuclear: una vez que un país se declara nuclear, sí que se protege bajo un paraguas que hasta ahora nadie se ha atrevido a perforar.
Y eso es altamente relevante para Irán: su ambición atómica no ha ido sino aumentando y acelerándose desde que Biden llegó a la Casa Blanca, y si no se le frena estará cada día más cerca de contar con ese arsenal nuclear, por pequeño que sea, que le haga sentir invulnerable. Si ese día llega, Israel ya puede ir preparándose. Al igual que el resto de los países de la región, los europeos y los norteamericanos.
Máxime cuando ya sabemos que la disuasión americana e internacional ha fracasado y no ha impedido que Irán acabase lanzando su ataque. Como, hay que recordar, también ha fracasado frente a un Putin que se inclinó por invadir Ucrania a pesar del precio a pagar con el que se le amenazaba.
Para mí, es imperativo acabar con el programa nuclear iraní, porque la alternativa es mucho peor.
Según la Carta de las ONU, Israel cuenta ahora con toda la legitimidad para reaccionar contra el agresor, Irán. En mi humilde opinión, debería hacerlo. Y no es un problema de reconstituir la disuasión; es un problema de que, con el paso del tiempo, Irán se irá acercando cada vez a su bomba y un enfrentamiento entonces sería mucho peor.
¿Lo hará Israel? ¿Lo intentará ahora? Biden parece que ya le ha transmitido al primer ministro de Israel que ni se le ocurra, que está bien protegido y que pelillos a la mar. Esta aparente limitación se enmarca en la mala relación que sostienen Washington y Jerusalén en todo lo que tiene que ver con la conducción y final de la guerra en Gaza. No se puede olvidar.
Y, efectivamente, cualquiera que haya estado en Israel en las últimas semanas sabrá que la prioridad desde el pasado 7 de Octubre es eliminar a Hamás, liberar a los rehenes que todavía se niega a entregar y evitar que quien gobierne la nueva Gaza sea una amenaza militar contra los ciudadanos de Israel. Es tal la prioridad que incluso el problema que representan los casi 50.000 desplazados del norte del país ocupa un segundo plano. Por eso no se ha abierto todavía un frente en el norte contra Hezbolá.
También hay que tener en consideración que Irán ha recurrido a sus proxies en Irak y Siria para su lanzamiento de drones y misiles del sábado noche, pero no ha recurrido a su mejor organización militar contra Israel, Hezbolá precisamente. Ha preferido no provocar una casi segura reacción devastadora israelí en ese frente y poder seguir contando con un gran instrumento de terror contra todo Israel.
Quiero decir, teniendo en cuenta la inevitabilidad de un nuevo choque con Hezbolá, posiblemente haya muchas voces que prefieran una campaña decisiva en el norte antes de embarcarse en una acción directa contra Irán.
Según la Carta de las ONU, Israel cuenta ahora con toda la legitimidad para reaccionar contra el agresor, Irán. En mi humilde opinión, debería hacerlo. Y no es un problema de reconstituir la disuasión; es un problema de que, con el paso del tiempo, Irán se irá acercando cada vez a su bomba y un enfrentamiento entonces sería mucho peor.
Eso es algo que el mundo occidental, tan dado al apaciguamiento, no comprende. Al igual que Ucrania, a quien todo el mundo apoya abiertamente por luchar nuestra guerra contra Putin, Israel está librando no sólo su guerra, sino la de todos nosotros contra la yihad y contra un régimen, el de los ayatolás, que es a la vez persa, mesiánico y revolucionario; un régimen desacreditado a los ojos de su población y abiertamente provocador para el resto de las naciones.
Pero lo que queda de Occidente está preso de un nuevo ciclo electoral en Estados Unidos, de un premier británico en abierta decadencia y un presidente francés muy despistado. Y, por qué no decirlo, de un Israel más preocupado por el futuro de Netanyahu que del propio país. Una mala base para poder adoptar decisiones verdaderamente estratégicas.
En cualquier caso, al igual que después del 11-S toda la izquierda mundial aguardaba expectante la reacción americana, ahora el mundo espera ansioso la respuesta israelí. Ya veremos cuándo y cómo se produce. Pero igual tarda…