Rusia en Siria: un juego de poder en un tablero incierto
Tras la caída de Bashar al-Assad, Moscú busca preservar su influencia en Medio Oriente frente a un nuevo Gobierno islamista enemigo del expresidente sirio, un aliado estrecho de Putin, y la presión de potencias regionales.

El presidente ruso Vladímir Putin
La relación entre Rusia y Siria ha sido un pilar de la política exterior de Moscú durante décadas. Desde los tiempos de la Unión Soviética, Damasco fue un aliado clave en Medio Oriente, y con la intervención militar rusa en 2015, el presidente ruso Vladimir Putin consolidó ese vínculo al rescatar al régimen de Bashar al-Assad de un colapso inminente tras la guerra civil siria desatada cuatro años antes.
Sin embargo, la caída de Assad en diciembre de 2024, tras una ofensiva relámpago liderada por el grupo islamista radical Hayat Tahrir al-Sham (HTS), encabezado por el presidente de facto e interino de Siria Ahmed al-Sharaa, cambió las reglas del juego.
Actualmente, Rusia enfrenta un dilema: cómo mantener su influencia en un país donde su principal socio ya no está en el poder.
Bases estratégicas en juego
El interés más tangible de Rusia en Siria son sus instalaciones militares: la base naval de Tartus, su único acceso directo al Mediterráneo, y la base aérea de Hmeimim en Latakia. Estas posiciones no sólo le dan proyección naval y aérea, sino que refuerzan su estatus como potencia global. Recientes reportes en redes sociales indican que tropas rusas se desplegaron fuera de estas bases por primera vez desde la caída de Assad, tomando posiciones en localidades cercanas a Hmeimim. Este movimiento sugiere que Moscú no está dispuesto a ceder terreno, incluso ante un Gobierno de transición que ha pedido públicamente la retirada de las fuerzas rusas.
Además, en enero de 2025, el nuevo Gobierno sirio, canceló un contrato con una empresa rusa que gestionaba el puerto de Tartus desde 2019, lo que sugiere un deterioro en las relaciones con Moscú.
Un contrapeso a Occidente
Más allá del aspecto militar, Siria ha sido para Rusia una herramienta para desafiar la hegemonía occidental. Durante la guerra civil, Moscú vetó resoluciones de la ONU contra Assad y se posicionó como un actor indispensable en la región, negociando con Turquía e Irán en el marco del proceso de paz Astaná, lanzado en Kazajistán en enero de 2017 después de seis años de guerra en Siria.
Ahora, con HTS en el poder –un grupo considerado terrorista por Rusia y EEUU–, Putin busca un delicado equilibrio: mantener sus bases sin entrar en conflicto directo con los nuevos líderes sirios, quienes, según el portavoz Obeida Arnaout, ven la presencia rusa como un vestigio del "régimen criminal" de Assad.
Intereses económicos y regionales
Económicamente, Siria ha sido un mercado para las armas rusas y un punto de inversión en recursos energéticos. Antes de 2011, Damasco pagó millones por cazas y misiles rusos, y empresas rusas como Gazprom han explorado las reservas de gas sirias. Sin embargo, la devastación del país y la incertidumbre política limitan estas ganancias.
A nivel regional, la presencia rusa también preocupa a Israel, que teme que armas avanzadas caigan en manos de los islamistas radicales de HTS, y a Turquía, que respalda al grupo radical liderado por Sahara pero rivaliza con Moscú en otros frentes.
¿Éxito o declive?
A pesar de sus esfuerzos, la influencia rusa en Siria parece tambalearse. La pérdida de Assad, su aliado histórico, y la presión del nuevo Gobierno plantean dudas sobre la sostenibilidad de esta apuesta. Mientras Putin lidia con la guerra en Ucrania y sanciones occidentales, Siria podría convertirse en un lujo costoso. Sin embargo, abandonar el país significaría renunciar a un símbolo de su poder global, algo que el Kremlin no está dispuesto a aceptar fácilmente.
En este tablero incierto, Rusia juega sus cartas con cautela. Negociar con HTS, reforzar sus bases y mantener el diálogo con potencias como Turquía serán clave para no perder su lugar en Medio Oriente. Pero en un contexto de cambio, el futuro de su presencia en Siria sigue siendo una incógnita.
Rusia intenta acercarse al líder sirio
En este complejo contexto, Vladímir Putin envió recientemente una carta a Ahmed Al-Sharaa -también conocido por su nombre de guerra Abu Muhamad al-Golani- en la que manifestó su respaldo a los esfuerzos para garantizar la integridad territorial de Siria y ofreció la "cooperación práctica" de Moscú, declaró el portavoz del Gobierno ruso Dmitry Peskov, informó Reuters.
Según señaló Peskov en declaraciones a periodistas, Putin entregó el mensaje a Al-Sharaa a través de un enviado.
En la carta, Putin también reafirmó el compromiso de Rusia de "desarrollar una cooperación práctica con los líderes sirios en todo el espectro de asuntos bilaterales para fortalecer aún más las tradicionalmente amistosas relaciones ruso-sirias", indicó Peskov.
El mensaje fue enviado en un contexto de grandes tensiones en Siria, debido a que, recientemente, los integrantes de Hayat Tahrir al-Shams (HTS) han sido acusados de llevar a cabo una serie de torturas y asesinatos contra miembros de diversas minorías, como cristianos y alauitas, la rama del islam chiíta a la que pertenece el expresidente Bashar al-Asaad, cuyo régimen, como se mencionó, era un estrecho aliado de Rusia y Turquía y actualmente se encuentra exiliado en Moscú.
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