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 EL TIEMPO QUE LLEVA KAMALA HARRIS SIN COMPARECER EN UNA CONFERENCIA DE PRENSA

El desastre fronterizo de Kamala Harris: puertas abiertas, falta de liderazgo y pérdidas mortales

Al abandonar la frontera, la Administración convirtió a Estados Unidos en cómplice involuntario del tráfico de personas. Esta traición al pueblo estadounidense perjudica sobre todo a los hispanos. La única solución es América Primero.

Elecciones Presidenciales 2024: Varias personas sostienen pancartas y banderas en una concentración para

Marcha por la seguridad fronterizaJoseph Prezioso/AFP.

Si Kamala Harris se hubiera propuesto realmente encontrar la raíz de la crisis fronteriza, lo único que tendría que hacer es mirarse al espejo. El caos empezó con la Administración Biden-Harris.

En su reciente entrevista con Bret Baier en Fox News, la vicepresidente eludió la responsabilidad por las imprudentes políticas migratorias de su Gobierno. Cuando se vio enfrentada con preguntas sobre la eliminación de numerosas medidas exitosas del presidente Donald Trump, incluyendo Quédate en México, Harris pivoteó, desvió y evitó esbozar cualquier respuesta. ¿El resultado real? Fronteras abiertas de par en par, inmigración ilegal disparada y consecuencias mortales para los estadounidenses, quienes quedan abandonados a su suerte.

"Las familias que perdieron seres queridos a causa de la imprudencia de esta Administración necesitan líderes que pongan la seguridad por encima de la política".

Uno de los resultados más devastadores de este fracaso son los más de 325.000 niños hispanos perdidos o vendidos a las redes de tráfico de personas, abandonados por el mismo Gobierno que prometió protegerlos. Esta tragedia se ve agravada por el hecho de que la industria del tráfico de seres humanos -que ya representa una empresa mundial de 150.000 millones de dólares al año- no ha hecho más que crecer bajo las políticas demócratas. 

Agencias federales como los departamentos de Servicios Humanos (HHS) y de Seguridad Nacional (DHS) se han convertido en cómplices involuntarios, como la denunciante Tara Lee Rodas testificó ante el Congreso el año pasado. Rodas expuso cómo el HHS ha dejado en manos de depredadores a menores no acompañados. ¿Dónde estaba Harris cuando esto ocurría? ¿Dónde estaban el secretario de Salud y Servicios Humanos, Xavier Becerra, y el de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas? Su silencio es ensordecedor.

Las víctimas de la crisis fronteriza

La retórica de la vicepresidente vuelve su inacción aún más indignante. En público se presenta como protectora de las mujeres, pero el 75% de las víctimas de la trata de seres humanos son mujeres, y el 25% son niños. Son víctimas de las fronteras abiertas de la Administración, que alimentan la explotación, la violencia y la esclavitud moderna. La ironía es evidente: mientras que Harris afirma luchar por las mujeres, su pasividad permite que los traficantes prosperen.

La crisis fronteriza ha dejado un rastro de víctimas que va más allá de la trata. Las muertes de Jocelyn Nungaray, Laken Riley, y Rachel Morin -jóvenes estadounidenses asesinadas por inmigrantes ilegales- son dolorosos recordatorios de las consecuencias de abandonar el cumplimiento de las leyes migratorias. No se trata de incidentes aislados, sino del resultado directo del desmantelamiento deliberado de las políticas que antaño protegían a nuestras comunidades.  

Cuando Baier presionó a Harris sobre estos terribles casos, ella no tuvo respuestas; en su lugar, trató de desviar la conversación. A lo largo del intercambio, no expresó compasión por las víctimas, dejando a los estadounidenses más preguntas que confianza en su liderazgo.

La presidenciable se niega a explicar por qué se desecharon más de 90 de las órdenes ejecutivas del presidente Trump sobre inmigración, diseñadas para asegurar la frontera y frenar la inmigración ilegal. En cambio, su Ejecutivo convirtió al país en intermediario del tráfico de personas

Esta traición al pueblo estadounidense perjudica desproporcionadamente a los hispanos, comunidad a la que ella asegura defender. Ya sea por la explotación de los traficantes o por el uso de los inmigrantes ilegales como mano de obra barata, la negligencia de esta Administración los volvió aún más vulnerables.

América Primero, un camino claro

Las víctimas de esta crisis merecen algo más que compasión. Merecen que se rindan cuentas. Las familias que perdieron seres queridos necesitan un Gobierno que ponga la seguridad por sobre la política.

Las políticas de Trump, reunidas en el movimiento América Primero, mostraron que la seguridad fronteriza es alcanzable. Su Administración hizo cumplir las leyes de inmigración, implementó Quédate en México y tomó medidas enérgicas contra los traficantes. Estas medidas funcionaron. Si hubieran permanecido en su lugar, se habrían salvado miles de vidas estadounidenses.

Volver a una agenda que ponga a América Primero es la única manera de reparar la frontera. Necesitamos líderes que hagan cumplir nuestras leyes de inmigración, cierren las lagunas explotadas por los traficantes y protejan a nuestros ciudadanos. Harris ha demostrado que no está dispuesta a liderar. No cambiará de rumbo: su historial lo deja claro. La verdadera cuestión es cuánto tiempo más tolerarán los estadounidenses a unos líderes que anteponen el politiqueo a la seguridad.

Es hora de actuar. Con el liderazgo adecuado, podemos asegurar la frontera, acabar con el tráfico de personas, derrotar a los carteles de la droga, y asegurarnos de que no haya más familias destruidas por políticas que anteponen la ideología al sentido común. América Primero, liderado por el presidente Donald Trump, ofrece un camino claro hacia adelante: uno en el que la seguridad de las familias estadounidenses es lo primero, no lo último.

Bob Unanue es asesor principal de America First Works y presidente de la Hispanic Leadership Coalition. Es presidente y consejero delegado de Goya Foods y Goya Cares y fue productor ejecutivo de la película Sound of Freedom.

Jorge Martínez es estratega de divulgación hispana y portavoz en español de America First Works. Anteriormente fue secretario de prensa del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

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