Reafirmar nuestra convicción en la promesa de Estados Unidos
Las ideologías radicales están derribando los ideales del país y alimentando el antisemitismo. Eso sólo hace que la lucha por preservar el excepcionalismo estadounidense sea aún más importante.
Para aquellos cuyos recuerdos se remontan a finales del siglo XX o incluso a la primera década del XXI, es posible recordar una época ya desaparecida en la que el 4 de Julio no se consideraba un momento apropiado para deconstruir las creencias en la bondad esencial de los Estados Unidos de América y la importancia del excepcionalismo estadounidense. Pero ahora que los estadounidenses se tropiezan con el 248 aniversario de la firma de la Declaración de Independencia en 1776, aquellos tiempos parecen muy lejanos.
Muchos estadounidenses, incluido un alto número de ciudadanos educados y acomodados, dedican demasiado tiempo a denunciar el inminente fin de la democracia. Mientras tanto, apoyan o toleran ideologías tóxicas que buscan anular los valores fundamentales de la libertad que sustentan la república constitucional que surgió de la firma de aquella declaración en Filadelfia.
Por tanto, aunque el 4 de Julio no sea más un día de unánime celebración de la grandeza del experimento americano, debe ser uno de lucha para quienes entiendan qué está en juego. No hacerlo no sólo es malo para Estados Unidos; es particularmente peligroso para los judíos, que han confirmado en los últimos meses que, como acostumbran desde siempre, son los canarios en la mina de carbón, ilustrando las consecuencias de permitir que los mitos woke derriben el excepcionalismo estadounidense.
La fijación por socavar las celebraciones de esta fecha patriótica no empezó con la publicación del Proyecto 1619 de The New York Times hace cinco años. Se originó, en realidad, mucho antes.
Del 1619 al 7 de octubre
Sus raíces se remontan a los esfuerzos de la llamada Nueva Izquierda en los años 60 con ideas que no se generalizaron del todo hasta la presidencia de Barack Obama, quien más se preocupó por pedir perdón por los pecados de Estados Unidos.
Sin embargo, fue el falaz tratado de propaganda woke de Nikole Hannah-Jones, publicado por primera vez en The New York Times Magazine en agosto de 2019, el que sentó las bases para el pánico moral sobre la raza que afligió a los estadounidenses durante los disturbios de Black Lives Matter al año siguiente. Al propagar la noción de que las principales ideas detrás de la independencia estadounidense fueron la esclavitud y el racismo -y de que todavía hoy definen al país-, ayudó a empujar a un porcentaje creciente de la población a dejar de creer que su país había sido concebido en la lucha por la libertad y para preservar contra la tiranía los derechos otorgados por Dios.
No fue, probablemente, hasta este último año que la mayoría de los judíos estadounidenses se dieron cuenta de lo peligroso de estas ideas no solo para para el futuro del país, sino para su propia seguridad. Aquello se debe a que están directamente relacionadas con la misma lamentable moda intelectual que ha animado la oleada de antisemitismo desatada en calles, campus y discursos públicos desde los atentados terroristas de Hamás en Israel el 7 de octubre. Expresadas en la Teoría Crítica de la Raza, la interseccionalidad y el catecismo woke de la diversidad, la equidad y la inclusión, estas convicciones dominan el sistema educativo estadounidense, la cultura popular y los medios de comunicación masivos.
El antisemitismo no sólo va en aumento, sino que se ha convertido en algo cotidiano
La situación es terrible para todo estadounidense, ya que busca dividirnos y encerrarnos en una guerra racial permanente de la que no habrá escapatoria. Pero, fiel a sus raíces en el marxismo, también otorga carta blanca al antisemitismo cuando etiqueta falsamente como blancos que oprimen a gente de color a los judíos y a Israel.
Los judíos estadounidenses nunca se habían sentido tan asediados, no sólo en universidades de élite como Harvard o Columbia, sino también en sus negocios y lugares de culto, como ocurrió el mes pasado en Los Ángeles. Esto ha hecho que algunos judíos observantes, cuyos kipás o formas de vestir hacen que su identidad religiosa sea fácil de discernir, se cuestionen su futuro en este país. También ha sacudido a los judíos laicos y progresistas que pensaban que el antisemitismo era exclusivo de la extrema derecha y ahora lo encuentran en quienes consideraban sus aliados ideológicos. Están conmocionados hasta la médula tras encontrar que no son bienvenidos en lugares donde antes se sentían como en casa, a menos que estén dispuestos a unirse al canto en favor de la destrucción del único Estado judío del planeta y del terrorismo contra los judíos en todas partes.
¿El fin de una 'Edad de Oro'?
Al toparse con las fuerzas que trabajan por derribar el sistema de creencias que sustenta el excepcionalismo estadounidense, al que se debe la aceptación judía, se preocupan por su futuro en estas costas. El escritor Franklin Foer hablaba en nombre de muchos cuando se preguntaba si "la edad de oro de los judíos estadounidenses está llegando a su fin" en un sombrío artículo publicado en The Atlantic, que mezclaba el realismo con partidismo (lo que socavaba su credibilidad).
El antisemitismo no sólo va en aumento, sino que se ha convertido en algo cotidiano. Quienes voceaban las versiones izquierdistas sobre la manifestación neonazi Unite the Right (Unir a la Derecha) en Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017, se centran estos días apoyar a Hamás y demonizar a Israel y a los judíos. Por tanto, la desesperación por Estados Unidos es comprensible. Sobre todo cuando se considera que hay muchas voces políticas y mediáticas que aseguran que se debe apaciguar, o incluso directamente apoyar, a las fuerzas detrás de las provocaciones despreciables contra los judíos.
Es evidente en el contexto de esta lucha que el desprecio por la cultura cívica tradicional del país se encuentra implícito en la nueva religión secular de la izquierda.
Con artículos previos a este 4 de Julio, el Times continuó su asalto ideológico al paradigma de 1776 cuestionando no sólo el excepcionalismo, sino la idea de que Estados Unidos es una "ciudad en una colina" que es la última y mejor esperanza de la humanidad. Y por si fuera poco, también criticó los aspectos festivos de la celebración, hasta los fuegos artificiales que John Adams imaginó como acontecimiento anual en una carta a su esposa Abigail, alegando que molestan a las mascotas y están demasiado asociados con los derechos de las armas. Las élites progresistas que dirigen el periódico pueden pensar que ninguna celebración como el mes del Orgullo o Juneteenth es demasiado fastuosa, pero el 4 de Julio quieren que todo el mundo deje de conducir camiones, comer carne y supuestamente dañar la naturaleza lanzando fuegos artificiales.
Aquello no es más que el lado más ligero de un problema más grave de lo que podríamos haber creído hace algunos años.
La larga marcha de los progresistas por las instituciones estadounidenses ha llevado a una situación en la que la tolerancia e incluso el aval del antisemitismo es una característica y no un defecto de este sistema de creencias. Pero por mucho que los judíos se hayan centrado con razón en esta nueva versión aparentemente respetable del antisemitismo, no es más que un aspecto de una visión del mundo que es igual de hostil a las nociones tradicionales sobre la libertad estadounidense y a las creencias fundamentales de la civilización occidental de las que surgió el espíritu de 1776.
La historia de Estados Unidos está repleta de fracasos e incumplimientos de los principios de sus fundadores, el más destacado de los cuales fue la decisión de tolerar la esclavitud hasta que una guerra civil que costó la vida a 750.000 estadounidenses puso fin a esta práctica. Los ideales de la declaración se incumplieron a menudo, pero han servido como la piedra de toque aspiracional en el largo arco del progreso a través del cual la libertad acabaría expandiéndose hasta el punto en que expresaría su significado pleno.
Sin embargo, si seguimos encerrados en el callejón sin salida de la ideología woke, ese progreso no sólo se deshará en medio de las cuotas raciales y étnicas impuestas por la equidad, que acaban con la esperanza de igualdad y de una sociedad que no discrimina. También nos encontraremos viviendo en una nación que los judíos se verán obligados a definir no como excepcional, sino como un intento fallido más de construir un hogar en la diáspora.
Merece la pena luchar por América
Importa tanto afrontar esta terrible situación como pensarla en forma sobria y racional. Por muy mal que estén las cosas, las circunstancias a las que se enfrentan los judíos estadounidenses no son como las de la Alemania de 1932, ni las de cualquier otra analogía del Holocausto. No son débiles. Tienen una considerable influencia económica y política. Y no están solos. La gran mayoría de los estadounidenses son filo-semitas y enfáticamente pro-Israel, incluso después del diluvio de propaganda antiisraelí y antisemita que les ha endilgado una prensa dominada por la izquierda. Mucha gente en este país reconoce el problema y está empezando a abordarlo presionando para acabar con el reinado de la ortodoxia woke.
Así que, por mucho que pueda parecer tentador o incluso racional hablar de abandonar Estados Unidos, sería un terrible error. Aunque Israel y el sionismo siguen representando el futuro judío de una manera que América no puede, los judíos no pueden renunciar a este país. Y, desde luego, menos sin luchar.
Debemos hacerlo no sólo por el deseo de defender nuestras vidas aquí, sino porque unos Estados Unidos fuertes, que no hayan abandonado lo mejor de la civilización y los valores occidentales, son esenciales para el combate mundial contra las fuerzas de la tiranía, tanto marxista como islamista, que amenazan a Israel y a los judíos de todo el mundo. Si la vida judía es insegura en Estados Unidos, entonces lo es en todas partes. Por eso es absolutamente esencial que, en lugar de rendirnos o ceder a discursos histéricos sobre el fin de la libertad estadounidense e incluso el fin del judaísmo estadounidense, volvamos a comprometernos con la lucha para hacer retroceder la marea woke.
Hacerlo no será fácil. Puede convertirse en una lucha generacional, al igual que los empeños de la izquierda por imponer falsas creencias en Estados Unidos. Sin embargo, es una lucha necesaria no sólo para salvar al judaísmo estadounidense, sino para salvar el canon de la civilización occidental en el que descansan nuestras libertades.
La fe de John Adams
Este 4 de Julio es vital ver como un deber ineludible la lucha por América contra la fe woke marxista que amenaza a los judíos. Como John Adams escribió a su esposa en julio de 1776:
"Soy propenso a creer que será celebrado, por las Generaciones venideras, como el gran Festival del aniversario. Debería conmemorarse como el Día de la Liberación mediante actos solemnes de devoción a Dios Todopoderoso. Debería ser solemnizado con Pompa y Desfile, con Exposiciones, Juegos, Deportes, Armas, Campanas, Hogueras e Iluminaciones de un Extremo a otro de este Continente desde este Tiempo en adelante para siempre".
Y continuó:
"Soy muy consciente del Trabajo, la Sangre y el Tesoro que nos costará mantener esta Declaración, y apoyar y defender a estos Estados. Sin embargo, a través de toda la penumbra puedo ver los Rayos de una Luz y una Gloria deslumbrantes. Puedo ver que el Fin vale más que todos los Medios. Y que la posteridad triunfará en esa Transacción de los Días, aunque lo lamentemos, lo cual confío en Dios que no haremos".
A quienes desesperan en Estados Unidos, animémonos con la fe de Adams, que a pesar de las pruebas y tribulaciones que previó (y de las que no pudo prever) condujo a la creación de una república constitucional única. En el siglo pasado, la nación que ayudó a fundar derrotó al fascismo, al nazismo y al comunismo, y sirvió de faro de libertad política, libertad económica y prosperidad a todo el planeta.
¿Podemos creer, realmente, que Estados Unidos no puede encontrar la fuerza para derrotar al izquierdismo woke, al islamismo y al virulento antisemitismo que esas ideas han engendrado? En este Día de la Independencia, todos los estadounidenses -independientemente de raza, religión, etnia o afiliación partidista- deberíamos estar dispuestos, como los firmantes de la Declaración, a comprometer nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro honor sagrado, para garantizar que triunfe de nuevo.
© JNS