El engaño más peligroso del mundo: Biden cree que China quiere estabilidad
Los estadounidenses pueden pensar que están en paz con China, pero la organización gobernante del país asiático ya ha anunciado lo contrario.
"Es muy difícil para China dar ciertos pasos sin dañar su propia economía", dijo el vicesecretario de Estado estadounidense Kurt Campbell el 12 de junio. "Y creo que ahora entendemos que los resultados económicos son fundamentales ahora mismo para lo que es importante para el presidente Xi".
"Campbell", informó Reuters, "dijo al grupo de expertos del Centro Stimson de Washington que China necesitaba asegurar a los inversores y a otros que tiene un plan para su economía y que no buscaría crear fricciones que pudieran escalar de forma impredecible y peligrosa."
El Partido Comunista de China, según el gobierno de Biden, quiere estabilidad. Se trata de un peligroso autoengaño. Además, es una opinión indefendible a la luz de las acciones de Pekín, algunas recientes.
Los estadounidenses pueden pensar que están en paz con China, pero la organización gobernante de China ya ha anunciado lo contrario. Fundamentalmente, en mayo de 2019 el Diario del Pueblo, el autodenominado "portavoz" del Partido Comunista y, por tanto, la publicación más autorizada de China, publicó un editorial histórico declarando una "guerra popular" contra Estados Unidos.
Esta frase suena a propaganda sin sentido a oídos estadounidenses, pero tiene un significado especial para el Partido. "Una guerra popular es una guerra total, y su estrategia y táctica requieren la movilización general de los recursos políticos, económicos, culturales, diplomáticos, militares y otros recursos de poder, el uso integrado de múltiples formas de lucha y métodos de combate", declaró un columna publicado en abril de 2023 por el Diario del EPL, el periódico oficial del Ejército Popular de Liberación.
"El concepto de guerra popular encaja perfectamente en la mentalidad del PCCh de que todo es guerra", dijo a Gatestone Kerry Gershaneck, autor deGuerra política: estrategias para combatir el plan chino de "ganar sin luchar".
"El Partido Comunista Chino busca destruir las naciones que tiene como objetivo a través de una serie aparentemente interminable de lo que llama 'guerras'", señaló. "La fascinación del Partido por convertir en armas casi todos los aspectos de la interacción humana normal y llamarlo 'guerra' es, a primera vista, morbosamente divertida, pero esta mentalidad representa una amenaza existencial para aquellos que están siendo atacados. El PCCh ha desarrollado un enorme arsenal de vocabulario y capacidades para apoyar sus numerosas acciones bélicas y ha logrado un notable éxito empleándolas".
De hecho, China ha convertido en armas casi todo. En 1999, dos coroneles de las fuerzas aéreas chinas, Qiao Liang y Wang Xiangsui, en Unrestricted Warfare, enumeraron 24 métodos de guerra y abogaron por el uso de todos ellos contra Estados Unidos. Como explica Gershaneck, que ha asesorado al gobierno estadounidense y a la OTAN sobre amenazas híbridas, la guerra sin restricciones contempla la conversión de todo en un arma, desde las interacciones comerciales al turismo, pasando por el terrorismo, las drogas ilegales o las enfermedades.
La campaña de guerra sin restricciones del Partido Comunista, en la práctica, no puede funcionar sin el engaño, que es el núcleo de las interacciones de China con el mundo. El comentario comunista más famoso sobre este tema vino de Deng Xiaoping, el astuto sucesor de Mao Zedong, que dijo que los chinos deberían "tao guang yang hui", traducido a menudo como "esconde tu fuerza y espera tu momento".
Ese consejo procede del periodo de los Estados Combatientes de China, una época que produjo proverbios, historias y máximas sobre el engaño. A los chinos les fascina un tratado de despiste, astucia y engaño de aquella época: Las Treinta y Seis Estratagemas. "Todas estas estratagemas", escribe Michael Pillsbury, de la Heritage Foundation, en The Hundred-Year Marathon: China's Secret Strategy to Replace America as the Global Superpower, "están diseñadas para derrotar a un oponente más poderoso utilizando la propia fuerza del oponente contra él, sin que sepa siquiera que está en una contienda."
"No sabemos que estamos perdiendo la partida", opina Pillsbury. "De hecho, ni siquiera sabemos que el juego ha comenzado".
Todo esto nos lleva de nuevo a Campbell, del Departamento de Estado. Sin duda, Campbell sabe que los chinos no ansían la estabilidad. Si lo hicieran, no se habrían apoderado de dos embarcaciones filipinas en Second Thomas Shoal, en el Mar de China Meridional, el 17 de junio. Fue entonces cuando las fuerzas chinas también embistieron una embarcación e hirieron al menos a ocho marineros filipinos, uno de ellos de gravedad. Es la tercera vez que China hiere a personal filipino en ese banco de arena desde marzo.
Todos estos incidentes son un desafío a una docena de advertencias escritas y orales, del Departamento de Estado de Biden y del propio presidente Biden, de que Estados Unidos estaba dispuesto a utilizar la fuerza contra China para cumplir las obligaciones de Estados Unidos con Manila en virtud del Tratado de Defensa Mutua de 1951.
Además, si China quisiera estabilidad y buenas relaciones con Estados Unidos, no envenenaría a los estadounidenses con fentanilo, no robaría cientos de miles de millones de dólares de propiedad intelectual estadounidense cada año, no fomentaría la violencia en las calles estadounidenses, no falsificaría moneda estadounidense, no mantendría una instalación secreta de armas biológicas en California ni lanzaría diatribas diarias contra Washington. Además, China no estaría en este momento librando guerras por poderes en tres continentes ni tratando de anexionarse grandes porciones de la India, islas japonesas y todo Taiwán.
La clase política estadounidense -tanto demócratas como republicanos- se niega a ver la hostilidad china y a actuar adecuadamente contra ella. El Partido Comunista, por tanto, no tuvo que engañar a los estadounidenses porque éstos estaban decididos a engañarse a sí mismos. Al final de la Guerra Fría, quizá era comprensible que los funcionarios de Washington creyeran que el Estado comunista chino acabaría convirtiéndose en un "actor responsable" en el sistema internacional, como dijo en 2005 Robert Zoellick, del Departamento de Estado.
Ahora, sin embargo, ya no es posible creer que el Partido Comunista vaya a hacerlo. Xi Jinping ha dejado claro que su objetivo es derribar el sistema internacional, "romper cráneos y derramar sangre", como anunció en un discurso histórico el 1 de julio de 2021.
Las palabras de Campbell de este mes sólo pueden interpretarse como un intento de dejar en buen lugar a China, lo que tendrá como consecuencia, en un momento de consecuencias extraordinarias, que los estadounidenses bajen la guardia.
Nunca pasa nada bueno cuando las democracias bajan la guardia.