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Con el respaldo de Trump, la derrota de Hamás ya es posible

Los objetivos de Israel de erradicar a los terroristas y liberar a los rehenes siguen siendo mutuamente excluyentes. Sin embargo, la luz verde de Washington al corte de la ayuda a Gaza puede cambiar la ecuación.

Terroristas de Hamás en GazaSaid Khatib / AFP

El último año y medio ha sido una profecía autocumplida. Quienes han afirmado que Hamás no podía ser derrotado tenían razón -pero solo porque las reglas de enfrentamiento de la guerra que los terroristas lanzaron el 7 de octubre de 2023, estaban establecidas para asegurar que sobreviviera. Ahora esas reglas pueden estar a punto de cambiar. O al menos lo harán si el Estado judío aprovecha dos factores que podrían alterar el equilibrio de poder entre él y los terroristas genocidas a los que pretende destruir.

El cambio de poder en Washington y la escandalosa explotación del acuerdo de alto el fuego por parte de Hamás, que tanto indignó a la opinión pública israelí, han dado al primer ministro Benjamín Netanyahu una oportunidad para reajustar ese acuerdo de una manera que podría liberar a todos los rehenes o conducir a la desaparición de Hamás. La cuestión es: ¿tiene suficiente apoyo de su propio pueblo para hacerlo?

Ese es el contexto del anuncio este pasado fin de semana de que Israel detenía la entrada de bienes y suministros humanitarios en la Franja de Gaza hasta que Hamás acepte el marco para un acuerdo de segunda fase según las líneas propuestas por la Administración Trump. El objetivo es establecer una negociación que logre al menos uno de los dos principales objetivos de guerra de Israel: liberar a todos los rehenes restantes tomados por los palestinos el 7 de Octubre y erradicar a Hamás.

El problema con esos objetivos es que se excluyen mutuamente.

¿Se permitirá que Hamás gane?

La única forma de recuperar a todos los rehenes es aceptar un acuerdo que suponga la retirada total de Israel de Gaza. A pesar de los diversos planes que se barajan sobre lo que ocurrirá en la Franja una vez que finalicen realmente los combates, eso significa que Hamás saldrá de la guerra no sólo con vida, sino que seguirá controlando su feudo en ruinas.

Al mismo tiempo, la única forma de derrotar completamente a Hamás -algo difícil pero no imposible- implica una decisión por parte de Jerusalén de que su esfuerzo bélico no puede ser rehén junto con los israelíes que siguen en manos de los terroristas.

Esto es evidente, aunque ni Netanyahu ni la Administración Trump lo reconozcan. Sin embargo, el corte de la ayuda es una señal de que el Gobierno de Israel finalmente está empezando a actuar como si no estuviera comprometido a luchar contra Hamás con una mano atada a la espalda.

Una victoria incompleta

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) destruyeron las formaciones militares organizadas de Hamás, mataron a gran parte de sus dirigentes y demolieron una parte considerable de su infraestructura, tanto en la superficie como en los cientos de kilómetros de túneles que había construido en el enclave costero. Pero cuando un acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes puso fin a los combates en enero pasado, también quedó claro que el grupo islamista que había gobernado Gaza como un Estado palestino independiente en todo menos en el nombre desde 2007 estaba lejos de ser erradicado.

Las constantes advertencias de la Administración Biden exigiendo a Israel que evitara víctimas civiles en Gaza, aunque ello significara dejar escapar a los terroristas, era una parte del problema. Esas advertencias no podían ignorarse del todo porque estaban respaldadas por amenazas de detener el suministro de cargamentos de armas vitales, así como por la ralentización de las entregas de esos cargamentos que se permitía enviar a Israel.

La otra fue que incluso mientras luchaba contra el grupo islamista, además de contra sus aliados y colaboradores, Israel se vio obligado a hacer algo sin precedentes en la historia de la guerra: ayudar a la población civil bajo el control de sus enemigos. Además, lo hizo sabiendo que gran parte de los alimentos, el combustible y otros suministros que se enviaban diariamente a Gaza acababan en manos del mismo grupo que inició la guerra con atrocidades indescriptibles el 7 de Octubre.

A pesar de ser falsamente acusadas de crímenes de guerra e incluso de cometer "genocidio" en Gaza, las FDI llevaron a cabo combates urbanos en una situación en la que sus enemigos intentaron deliberadamente que su propia gente muriera. Lo hicieron combatiendo a su alrededor e incluso debajo de ellos, en túneles y búnkeres situados bajo hospitales, escuelas, mezquitas y viviendas civiles. Incluso teniendo en cuenta que las estadísticas de víctimas proporcionadas por Hamás eran exageraciones salvajes, aproximadamente la mitad del número de muertos en Gaza incluía a Hamás y a combatientes de otros grupos terroristas. Es más, si se tiene en cuenta que aproximadamente el 80% de las víctimas mortales eran miembros de Hamás o sus familias, queda claro que las acusaciones contra las FDI eran totalmente falsas.

Un alto el fuego peligroso

Sin embargo, la capacidad de Hamás para mantener su número muy disminuido es el resultado de la presión ejercida sobre Israel por una Administración Biden que estaba principalmente interesada en poner fin a la guerra a cualquier precio, incluso si eso significaba que los terroristas salieran triunfantes.

Igualmente importante, los términos del acuerdo de alto el fuego/rehenes que el equipo de política exterior del presidente Joe Biden elaboró con sus tramposos socios qataríes parecían conducir a ese mismo resultado. Y aunque el presidente Donald Trump se oponía a que Hamás siguiera existiendo y amenazó con desatar "todo el infierno" en la región si no se liberaba a todos los rehenes antes de su toma de posesión el 20 de enero pasado, su deseo de que los disparos cesaran a tiempo para su investidura llevó a su enviado para Oriente Próximo Steve Witkoff a aceptar esas mismas condiciones mientras empujaba el acuerdo sobre la línea de meta en los días previos a que Trump 2.0 tomara el poder.

Ese acuerdo condujo a la liberación de 30 rehenes. Pero incluso cuando los israelíes y cualquier persona decente celebraron su regreso a casa, su estado y las humillantes ceremonias que Hamás organizó para su liberación, incluida una celebración cuando se entregaron los cuerpos de los niños Bibas, también han transformado la situación.

Netanyahu está sometido a una enorme presión interna para que intente obtener un rescate por los rehenes vivos que quedan, que no pueden ser más de dos docenas. También se ha visto fortalecido por la indignación contra Hamás para no aceptar los mismos términos para una segunda fase del alto el fuego que simplemente alargaría el mismo proceso. Eso daría más poder a los terroristas y les animaría a creer que pueden seguir aguantando entre las ruinas de una guerra que ellos empezaron.

El factor Trump

El cese de la ayuda representa un cambio fundamental en la forma en que Israel está tratando a un enemigo que no oculta su deseo de destruir el Estado judío y cometer el genocidio de su población. Pone a Hamás sobre aviso de que la guerra puede acabar pronto si no deja de ganar tiempo.

Eso solo ha sido posible gracias a la victoria de Trump el pasado noviembre.

Europa y gran parte del mundo siguen actuando como si Israel fuera el único país del mundo al que no se le permite luchar para ganar una guerra forzada. Pero a diferencia de Biden, a Trump no le preocupa la opinión internacional sobre Gaza. Tampoco está obligado a evitar el apoyo incondicional a la guerra contra Hamás por parte de una facción de su partido, como le ocurrió a Biden con la base izquierdista de los demócratas, donde la hostilidad a Israel se ha convertido en la corriente dominante. Trump quiere liberar a los rehenes, pero también ha presentado un plan para no solo expulsar a los terroristas, sino reasentar a los gazatíes en otros lugares y convertir la Franja en un centro turístico. Si Israel opta por reanudar la guerra -la única forma de llevar a cabo ese o cualquier otro plan de posguerra que se base en un Gobierno no perteneciente a Hamás allí- no protestará ni seguirá defendiendo la fantasía de un Estado palestino como hizo Biden. De hecho, es probable que Trump aclame una ofensiva israelí.

Los próximos días y semanas serán una especie de juego de la gallina, ya que Hamás e Israel llegarán al borde de la guerra, con ambas partes desafiándose mutuamente a asumir la responsabilidad de hacer saltar por los aires las conversaciones de alto el fuego. La cuestión de cuál de los dos tiene más que perder con un resultado así está abierta al debate. Netanyahu no puede permitir que Hamás sobreviva, pero tampoco puede dar por perdidas las vidas de los rehenes que queden vivos. Hamás quiere retener a los rehenes porque, mientras lo haga, cree que está a salvo. Pero también saben que un Israel sin las trabas de la presión estadounidense podría significar su perdición.

Netanyahu tiene ahora muchas más armas para presionar a Hamás que antes de enero. Al contar con un socio en Washington que no cree que Hamás sea una "idea" que no puede ser derrotada, sino un grupo terrorista que puede y debe ser erradicado, puede por fin empezar a hacerle la guerra de forma que consiga ese objetivo.

Una decisión así hará caer sobre Israel más oprobio que antes. Y probablemente alimentará aún más la oleada de antisemitismo que se extiende por todo el mundo por parte de quienes creen que un Estado judío en el planeta es demasiado. Pero si algo es seguro es que Hamás no entregará a los rehenes restantes a menos que conserve su poder y sus armas. Y eso es algo que ni Israel ni la Administración Trump deberían aceptar.

Queda por ver si Netanyahu puede resistir la presión que se ejerce sobre él para que eche por la borda los sacrificios realizados por los soldados israelíes para asegurar la vida de los rehenes. Si lo hace, la razón principal no será un aliado estadounidense que no cree que a una malvada organización terrorista se le deba permitir salirse con la suya en asesinatos en masa.

©️JNS

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