Walter Duranty, el periodista del New York Times que ganó un Pulitzer por ocultar el genocidio de Stalin

Escribió para ocultar la verdad y blanquear dos de los peores episodios más crueles de la humanidad: el Holodomor y la Gran Purga.

«La excelente cosecha que está a punto de recogerse demuestra que cualquier informe sobre una hambruna en Rusia es hoy una exageración o una propaganda maligna» - Walter Duranty, desde la Unión Soviética, en agosto de 1933

La estructura de un régimen totalitario para garantizar su supervivencia necesita, indudablemente, de un desvergonzado aparato de propaganda compuesto por palangristas. Estos se encargan de difundir la versión del Estado, «del poder», como verdad inexpugnable no solo a los ciudadanos, sino al mundo.

Normalmente, estos “medios” son emisoras, televisoras o diarios expropiados y administrados por funcionarios o allegados al régimen. Sin embargo, estos aparatos son fáciles de detectar, volviendo su propaganda un tanto ineficaz. Por ello, la mejor propaganda es aquella que se cuela entre la laureada y respetada prensa tradicional. Fue así como un hombre, Walter Duranty (1884-1957), corresponsal del New York Times en Moscú durante catorce años, pudo blanquear y llevarle al mundo desinformación sobre el Holodomor, el genocidio de Stalin en Ucrania donde murieron unas de 7 millones de personas.

Duranty no era un periodista novato. Se había ganado cierta fama por su trabajo como corresponsal del Times en la Primera Guerra Mundial. De hecho, para 1921, Duranty recién se había trasladado a Moscú para cubrir el nacimiento de la Unión Soviética, criticando duramente las políticas bolcheviques y haciendo una labor bastante seria durante los años de Lenin.

Sin embargo, pasó el tiempo y Duranty no trascendía. Sus artículos eran leídos, claro, pero su notoriedad era baja o al menos no suficiente para él. Pero, de pronto, desde un departamento muy cómodo y un auto lujoso con el que se paseaba por las calles de Moscú, Duranty veía como su carrera periodística se disparaba meteóricamente gracias a un par de entrevistas exclusivas e inéditas realizadas al mismísimo Stalin.

Después de esas «exclusivas», Duranty empezó a recibir “información” privilegiada del régimen y se hizo famoso en el resto del mundo gracias a sus inéditos reportajes publicados en el New York Times desde la desconocida URSS.

Fotografía del periodista Walter Duranty / Wikimedia Commons
Fotografía del periodista Walter Duranty / Wikimedia Commons

 

Sus crónicas desde Moscú empezaron a ser distribuidas en los principales diarios internacionales, incluso en español. Duranty ya no solo era un periodista consagrado, sino casi una celebridad para la época, una autoridad para hablar sobre la tan lejana Unión Soviética en la prensa occidental.

Lastimosamente, habló para ocultar la verdad y blanquear dos de los peores episodios más crueles de la humanidad: el Holodomor y la Gran Purga.

Una cruel mentira retratada en la prensa occidental

"Es la personificación del mal en el periodismo", así describe a Walter Duranty la activista ucraniana americana Oksana Piaseckyj, que llegó a Estados Unidos en 1950, 17 años después que Ucrania sufriera las consecuencias de la terrible hambruna generada por las políticas radicales del régimen soviético.

La hambruna en el territorio ucraniano llegó gracias al proceso de colectivización de tierras impulsado por Stalin, en su famoso primer plan quinquenal (1928-1932). Fue así como para 1930, de acuerdo con las memorias del exdirigente soviético Nikita Kruschev, obtenidas en exclusiva por el diario ABC de España en 1970, el 90 % de las tierras agrícolas estaban colectivizadas y los hogares rurales convertidos en granjas comunales. La comida simplemente desapareció en cuestión de meses, no había trigo ni nada con lo que alimentarse. El reconocido periodista galés Gareth Jones, el primer reportero que llevó a Occidente la verdad sobre el Holodomor bajo su propio nombre, describió lo que vio en Ucrania de la siguiente forma: «Caminé por pueblos y doce granjas colectivas. En todas partes estaba el grito: 'No hay pan. Nos estamos muriendo'».

Sin embargo, el propio corresponsal del Times, quien despreció y desacreditó el trabajo de Jones por mucho tiempo y usó su influencia y prestigio para expulsarlo de la URSS, defendió con fiereza al régimen estalinista durante todo este proceso de hambruna, incluso justificando y banalizando la brutalidad represora del régimen con comentarios frívolos: «Para decirlo brutalmente (...) no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos».

La guerra periodística entre Duranty y Jones está sintetizada en el film Mr. Jones (2019), dirigido por la polaca Agnieszka Holland y protagonizada por el británico James Norton.

En el diario ABC, de España, se lee una feroz crítica contra Walter Duranty: «Es imposible que no tuviera ningún tipo de información sobre aquel exterminio, incluso viviendo en su burbuja de cristal. En primer lugar, porque hasta ABC pudo contarlo desde España incluso a sabiendas de que el régimen ruso gozaba de las simpatías del gobierno de la Segunda República».

Este importante diario español había publicado en exclusiva, en 1933, una carta de la hija de Tolstoi donde denunció el salvajismo del régimen soviético: «Desde hace quince años el pueblo ruso padece esclavitud, hambre y frío. El Gobierno bolchevique sigue oprimiéndole y le arrebata su trigo y otros productos que envía al extranjero porque necesita dinero. Lo hace no sólo para comprar maquinaria, sino para hacer la propaganda comunista en el mundo entero. Y si los campesinos protestan y ocultan trigo para sus familias hambrientas, se les fusila».

El 'reconocidísimo' trabajo de Walter Duranty

¿Y cómo era recibido el trabajo de Walter Duranty en Occidente? De la mejor forma posible. Gracias a 13 artículos escritos en 1931 que analizaban la Unión Soviética bajo Stalin, el afamado periodista angloamericano recibió un Premio Pulitzer, una distinción otorgada especialmente por sus reseñas sobre la transformación radical de las estructuras económicas y sociales durante las colectivizaciones de Stalin.

El primero de esa gran serie de artículos salió en primera plana y rezaba en sus primeras líneas: «La Rusia de hoy no puede ser juzgada con criterios occidentales ni interpretada en términos occidentales». Este enfoque fue usado por Duranty para colar su propaganda estalinista en las páginas del New York Times durante décadas.

Sin embargo, a pesar de que la figura de Walter Duranty ya fue expuesta como una farsa ante los ojos del mundo, aún la organización que entrega los premios Pulitzer todavía no se anima a retirarle el premio por su labor tendenciosa en Moscú.

En una declaración publicada en su propia web, el New York Times critica el legado de Duranty como su principal corresponsal para la época y acepta su responsabilidad al publicarlo y mantenerlo durante mucho tiempo bajo su propia nómina.

Algunos editores de Duranty criticaron sus reportajes por considerarlos tendenciosos, pero el Times lo mantuvo como corresponsal hasta 1941. Desde la década de 1980, el periódico ha reconocido públicamente sus fracasos. Las organizaciones ucranianas-americanas y otras han pedido en repetidas ocasiones a la Junta del Premio Pulitzer que cancele el premio de Duranty y al Times que lo devuelva, principalmente por su posterior fracaso a la hora de informar sobre la hambruna

The New York Times sobre el legado periodístico de Walter Duranty

Sin embargo, el Times tiene su propia historia aquí, porque en última instancia es responsabilidad del periódico que Duranty, por años, les haya colado propaganda estalinista en sus páginas habiendo suficientes denuncias en la prensa occidental que servía como contraste. Si Walter Duranty pudo engañar al mundo, fue en gran medida, gracias al board del Times, a la poca firmeza de sus editores y a mala praxis general de dicha institución.

A pesar de todo esto, en dos ocasiones la Junta del Pulitzer se negó a retirar el galardón al New York Times y a Walter Duranty. La primera vez en 1990 bajo la excusa de que «fue concedido en una era diferente y bajo circunstancias diferentes», y la más reciente en 2003, porque no encontraron «ninguna prueba clara y convincente de engaño deliberado».

Es decir, el blanqueador de los horrores de Stalin, el «periodista» que ocultó uno de los peores genocidios de la historia, todavía está premiado con el galardón que, en teoría, premia la excelencia periodística.