La solidaridad de la comunidad frente a la turba organizada hace que tenga sentido la frase que dijo el dueño del café, Aaron Dahan: "El mal siempre pierde".

Cuando Aaron Dahan comenzó su pequeño negocio de catering, hace sólo cinco años, jamás pensó que se convertiría en el protagonista de una de esas historias de novela, mezcla de tragedia y esperanza, que lo volverían famoso. El joven, que se inició con muy poco, rápidamente expandió su empresa hasta tener una pequeña cadena de cafeterías, primero un local en West Village y luego otro en Upper East Side en la ciudad de New York. Justamente, la cadena de cafeterías a la que llamó Caffe Aronne se convirtió en el epicentro de una historia conmovedora tras la sorpresiva renuncia de los empleados, ofendidos por el respaldo público que Dahan dio a Israel, luego del ataque del 7 de octubre.

Cuando estalló el conflicto, y conforme a las reglas de la empresa, Dahan trató de garantizar que su lugar de trabajo permaneciera libre de política, pero le resultó imposible. Como le ocurrió a muchas personas, la guerra le mostró que no toda la gente era tolerante, respetuosa y ética como él pensaba. De inmediato padeció la división que hasta hace pocas semanas permanecía larvada. Ocurrió que, entre los muertos por el ataque de Hamas, se encontraban su primo y la esposa, que estaban en el festival de música Nova, uno de los lugares en los que se perpetró la masacre. Al principio, como estaban desaparecidos, Dahan y su familia creyeron que estaban entre los rehenes, y quiso generar conciencia sobre la tragedia, pegando carteles con los rostros de los secuestrados en su caja registradora y en las vidrieras. Pronto llegó la noticia de que sus familiares habían sido asesinados y que sus cuerpos estaban tan mutilados que había llevado ocho días identificarlos.

En homenaje a ellos y en apoyo a Israel, en sus cafés se colocó una pequeña bandera israelí junto a la bandera estadounidense. La cadena ya había hecho algo similar colocando una bandera de Ucrania después de que fuera invadida por Rusia. Al mismo tiempo inició una recaudación de fondos, donde los clientes podían donar a Magen David Adom, la Cruz Roja Israelí. Inmediatamente un empleado renunció debido a esa pequeña bandera de Israel y a la colecta. Al día siguiente, otro empleado le dijo:

No voy a volver. Usted apoya el genocidio. Usted apoya el apartheid. Usted, más que nadie, debería saber cuándo se está produciendo un genocidio.

La respuesta de Dahan fue proponer una cena para el equipo. Quería contar su historia y aportar datos que ayudaran a los empleados a comprender. Quería contarles que su abuela había nacido en Israel en 1941, cuando aún era un mandato británico. Que su abuelo fue expulsado de Afganistán por ser judío y que en Israel encontró su hogar en un kibutz. Quiso contarles de cuando él mismo estudió en Israel y pensó que, si explicaba el crecimiento de la población palestina, la composición de las instituciones israelíes y otros datos claves, ya no les sería fácil utilizar palabras como apartheid o genocidio. Pensó que sus empleados simplemente ignoraban lo que pasaba y consideró que, como todos eran universitarios, inteligentes y educados, lograría que dejaran de acusarlo. Pero esa cena del personal nunca sucedió y las cosas empezaron a volverse más incómodas.

A pesar de la regla de no hablar de política con los clientes, un empleado le expresó a un comensal su apoyo a Hamás. Un par de días después, dos de sus baristas se presentaron en la sucursal de Caffe Aronne de Lexington Avenue y 71st Street, con insignias pro-palestinas en sus delantales, lo que provocó una disputa con el gerente. Entonces los empleados enviaron un mensaje de texto diciéndole que renunciaban. Luego, otro empleado se mostró en desacuerdo con la política de no política de la empresa. En adelante todo se convirtió en una bola de nieve y el local quedó sin personal.

Dahan estaba atendiendo un evento privado y no podía estar en el café. Abatido, llamó a su madre, Peggy, y le pidió que cierre el lugar. Pero la mujer decidió conservar las puertas abiertas, se comprometió a atender ella misma al café y llamó a amigos para que se unieran a ella. "Acabo de llegar y no sé cómo usar la caja registradora, pero aprendí a preparar una cerveza fría y a utilizar las máquinas de café expreso", dijo Peggy Dahan a sus amigos. Un cliente notó que Peggy no estaba vestida con el delantal del lugar, ni sabía atender correctamente y preguntó qué estaba pasando. La madre de Dahan le contó lo sucedido. El hombre puso la historia en las redes y se viralizó. Muchos comenzaron a acercarse, el propietario del Coffee Inn fue a ayudar y el gerente de Matto, una franquicia israelí con locales cercanos, le dijo: "Mis tazas son tus tazas, mis frijoles son tus frijoles y mi equipo es tu equipo". Pronto, más amigos, y amigos de amigos, se acercaron a prestar apoyo.

La noticia corrió con tanto éxito en el barrio que el café de Dahan, con capacidad para tan sólo una docena de personas, estaba abarrotado. Un amigo de la familia debió ayudar a organizar a los periodistas que habían salido a cubrir la historia. Dahan no podía creer lo que ocurría, se convirtió en sensación y varios equipos de periodistas con cámaras se instalaron en el interior, más allá del mostrador, para contar el fenómeno. Los clientes no cesaban de llegar en masa y esperaban pacientemente, porque había una fila que permanentemente se extendía por cuadras.

Muchos de los clientes contribuyeron a la recaudación de fondos del café, que tenía por objetivo comprar a los médicos un vehículo que se utiliza para que puedan acudir rápidamente a las emergencias y ahora esperaban comprar dos de ellos. A pesar de las violentas manifestaciones y acciones antisemitas que están ocurriendo en varias ciudades del mundo, incluyendo a Nueva York, Dahan dijo a los medios que no le preocupan las amenazas porque se sentía amparado por su comunidad. La historia del Caffe Aronne es similar a la de otros restaurantes que han experimentado un aumento en las ventas, a pesar de las amenazas que estaban sufriendo debido a su apoyo a Israel. En Long Island, un restaurante griego llamado Golden Dolphin Diner también sufrió boicots y amenazas, pero a su vez recibió el contundente apoyo de la comunidad. "No puedo cambiar el mundo. Lo que puedo hacer es hacer que la gente comprenda que hay personas que siguen desaparecidas", afirmó su dueño Peter Tsadalis. Los clientes apoyan la valentía, y allí también las apelaciones en las redes sociales han generado una avalancha de nuevos clientes.

Han habido muchas expresiones de antisemitismo en Nueva York y en todo Estados Unidos. Muchas son las organizaciones que están llamando coordinadamente a tomar como víctimas de ataques a negocios de judíos o cuyos dueños apoyan al Estado de Israel. Acciones violentas como la suelta de roedores, la vandalización de vidrieras o la amenaza a empleados son noticias cada vez más frecuentemente. Pero la historia del Caffe Aronne y de su dueño, Aaron Dahan, es, posiblemente, una luz entre tanta oscuridad. La comunidad solidaria frente a la turba organizada hace que tenga sentido la frase que el joven Dahan dijo en una entrevista: "El mal siempre pierde".