La milicia hutí creció en función de que más y más jóvenes se unieron a la causa en las primeras protestas de la Primavera Árabe en 2011, y pidieron el fin del régimen de Saleh.

El movimiento hutí, también llamado Ansarallah (Partidarios de Dios), es uno de los bandos de la guerra civil yemení, surgido en la década de los 90, cuando Hussein Al-Houthi fundó la 'Juventud Creyente', un movimiento de resurgimiento religioso de la secta centenaria de los zaidis que gobernaron Yemen durante siglos, pero que fueron marginados cuando el régimen sunita llegó al poder después de la guerra civil de 1962. El movimiento de Al-Houthi fue fundado para representar a los zaidis y resistir al sunismo de los wahabíes de Arabia Saudita. Sus seguidores pasaron a llamarse hutíes y se considera que actualmente son armados y entrenados por Irán.

Ali Abdullah Saleh, presidente de Yemen después de la unificación de Yemen del Norte y del Sur en 1990, apoyó a la Juventud Creyente hasta que la confrontación de facciones los convirtió en una amenaza para él. Pero en 2003, cuando Saleh apoyó la invasión estadounidense de Iraq, la Juventud Creyente se opuso y la relación tocó un punto de no retorno que, para Al-Houthi, fue una oportunidad para organizar manifestaciones masivas. Después de meses de violencia Saleh emitió una orden para su arresto y Al-Houthi fue asesinado en septiembre de 2004 por las fuerzas yemeníes, pero su movimiento sigue vivo.

La milicia hutí creció en función de que más y más jóvenes se unieron a la causa en las primeras protestas de la Primavera Árabe en 2011, y pidieron el fin del régimen de Saleh. Atacaron nuevamente en 2014, tomando el control de partes de Saná, la capital de Yemen, y asaltaron el palacio presidencial en 2015, cuando intentaron hacerse con el poder total, aprovechando el descontento popular ante la decisión del Gobierno de poner fin a los subsidios al combustible. Rápidamente tomaron el puerto de Hodeidah, en el mar Rojo, disolvieron el Parlamento y formaron un Comité Revolucionario para establecer un sistema de Gobierno autónomo de facto. El presidente Hadi huyó a Arabia Saudita desde donde lanzó una guerra contra los hutíes que adquirió un tinte regional ya que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos se le unieron en una coalición para devolver a Al Hadi al poder.

Aunque la coalición los superaba en armamento, aviones rápidos y tanques no lograron desalojar a los hutíes que se alinearon con Irán. Con pequeñas embarcaciones contrabandeaban armamento, incluidos misiles balísticos y drones que se utilizaron en varios ataques de alto perfil en la propia Arabia Saudita. Pero los mismos saudíes tenían disputas internas, y la conflictividad de la zona se tradujo en un empantanamiento de la contienda. Los hutíes, en cambio, comenzaron a coordinarse con otros grupos terroristas proiraníes. En 2018 una ofensiva de la coalición y el Gobierno yemení estuvo a punto de inclinar la balanza con el aval de la ONU, pero inexplicablemente se dejó a los hutíes en control de la costa occidental y pudieron seguir recibiendo armamento desde Irán.

Irán les ha proporcionado armas y tecnología para minas marinas, misiles balísticos y de crucero y vehículos aéreos no tripulados (UAV o drones), según varios informes realizados en 2021, fecha en que se firmó un frágil alto el fuego. El grupo tiene un fuerte control de las áreas que domina, mientras que las que controla el Gobierno en el exilio están plagadas de milicias rivales. La doctrina de Al-Houthi estableció un Estado militarizado y brutal sostenido por una fuerte inteligencia interna y la amenaza del enemigo externo. La popularidad actual del régimen es difícil de medir dado el nivel de represión, y desde el alto el fuego los hutíes han consolidado su control férreo sobre la mayor parte del norte de Yemen. Los hutíes forman parte del llamado “Eje de Resistencia” de Irán, una alianza de terroristas antiisraelíes y antioccidentales, junto con Hamas y Hezbolá. Aunque también ha ensayado otras narrativas para no quedar como meros títeres de Teherán, haciendo alarde de un nacionalismo religioso integrista, afirmando que, en realidad, están defendiendo a Yemen de la agresión externa.

El conflicto en Yemen se ha extendido hasta sumir a la población en una crisis humanitaria descomunal. La coalición de Arabia Saudí bloquea los puertos yemeníes, lo que impide la entrada de la ayuda humanitaria. En los últimos años, los funcionarios y otros trabajadores pagados por el Estado no han recibido salarios adecuados. Los empleados suelen recibir la mitad del salario dos meses después y en respuesta a esto, los yemeníes publican en sus redes sociales que los profesionales locales tienen que aceptar trabajos secundarios para llegar a fin de mes. Actualmente 24 millones de personas, el 75% de la población yemení, necesitan ayuda humanitaria y protección. Casi 20 millones sufren gran inseguridad alimentaria, y 18 millones no tienen acceso a servicios sanitarios básicos. Las Naciones Unidas sostienen que la guerra en Yemen se ha convertido en la peor crisis humanitaria del mundo. Según estadísticas de la ONU, casi un cuarto de millón de personas han muerto durante el conflicto.

Frente a la crisis, en abril de 2023 empezaron las negociaciones entre Arabia Saudí y los líderes hutíes para finalizar la guerra, pero se paralizaron en octubre, cuando los hutíes atacaron a Israel alineándose con Hamas como parte de la estrategia del Eje de la Resistencia. El 20 de octubre lanzaron misiles contra Israel que fueron interceptados por un barco estadounidense, y han confirmado su autoría en otros interceptados por Israel. Los intercambios de drones y cohetes con la Armada de los EEUU  y la Armada del Reino Unido se han convertido en peligro mundial. El movimiento hutí ha llevado las cosas a un punto de no retorno en el mar Rojo ignorando todos los llamados para calmar la situación, y han doblado la apuesta utilizando misiles balísticos de mediano alcance contra Israel, disparando una andanada de proyectiles contra Eilat a principios de diciembre de 2023. Si bien los hutíes pueden carecer de las capacidades de Hezbolá, sus ataques a buques comerciales en el mar Rojo los han convertido en un peligro mundial.

Es posible que en el tablero regional los Hutíes estén jugando principalmente una partida interna, y que el enfrentamiento contra Israel sea sólo para posicionarse en la radicalizada agenda geopolítica. Pero lo cierto es que ahora están envueltos en un conflicto que ha escalado independientemente y los ejércitos de Estados Unidos y Gran Bretaña están atacando objetivos hutíes ya que los ataques que el grupo perpetró han complicado las operaciones de las compañías navieras y petroleras más grandes del mundo, ya que las principales empresas navieras Maersk, Hapag-Lloyd, CMA CGM Group y Evergreen ya han advertido de sus dificultades en el mar Rojo al igual que el gigante petrolero BP. La causa palestina puede ayudar a los hutíes a ganar legitimidad en su prolongada guerra civil, habrá que ver si sus jefes en Irán premian su oportunismo y cintura política o los dejan afrontar solos su cruzada por arruinar el comercio en el mar Rojo.