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El paso a paso de la decisión de Trump sobre su VP: así es el exhaustivo proceso para elegir un compañero de fórmula

El magnate todavía no se decide entre Marco Rubio, JD Vance, Doug Burgum y algunos otros nombres que todavía revolotean en su cabeza. Según anunció, lo dará a conocer en la semana de la Convención Nacional Republicana (RNC), la cual comenzará el lunes 15 de julio. 

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Donald Trump se convirtió en el presunto nominado republicano el pasado 6 de marzo, cuando Nikki Haley decidió abandonar las primarias. Si bien esto fue un alivio para el magnate, puesto que ya no tenía que destinar fondos para derrotar a su oponente, se convirtió también en un apuro, puesto que marcó el inicio de la búsqueda de su compañero de fórmula para intentar derrotar a Joe Biden en noviembre.

Trump no es nuevo en esto, dado que atravesó el mismo proceso en 2016, cuando finalmente eligió a Mike Pence. Si bien la fórmula resultó ganadora, el exgobernador de Indiana está más lejos que nunca de su antiguo jefe, por lo que la campaña deberá retomar lo que se conoce como el ´Vetting process’.

Sin embargo, esta elección resulta ser mucho más consecuente que la de hace ocho años atrás, puesto que, en caso de ganar en las urnas, la persona que lo acompañe partiría como favorita para la nominación republicana del 2028, dado que el magnate no podrá buscar otro mandato.

Se trata de un exhaustivo proceso que puede durar varios meses y generar un sinfín de anécdotas y libros hasta que finalmente el candidato en cuestión, en este caso Trump, anuncia públicamente el nombre de quien lo acompañará en la boleta para las elecciones presidenciales.

¿Cómo se elige un compañero de fórmula?

Por supuesto que la primera regla es que la persona en cuestión no haga un daño al ticket, pero a la hora de elegir un compañero de fórmula hay una serie de cuestiones fundamentales que no se pueden ignorar a la hora de sopesar la decisión:

  • El estado de origen
  • El tipo de votante al que apela
  • El equilibrio que pueda aportar a la fórmula (en términos de edad, de color de piel, de religión, de experiencia y de ideología)
  • Su capacidad para recaudar fondos

Este equilibrio muchas veces da resultado, como cuando el presidente Barack Obama eligió al propio Biden para acompañarlo en 2008, o cuando el propio Trump apostó por el entonces gobernador de Indiana, Mike Pence. Lamentablemente, ya sea por errores no forzados o simplemente por ser un año hostil para el partido, ese equilibrio a veces no da tan buen resultado. Podemos tomar un par de casos medianamente recientes como los de John McCain eligiendo a Sara Palin o el hoy senador Mitt Romney con Paul Ryan. En definitiva, cualquier elección presidencial no deja de ser un juego de suma cero, donde la ganancia de uno se traduce en la pérdida del otro.

Tomemos el caso de Obama con Biden. Este es uno de los ejemplos de equilibrio más interesante: la envidia de los fabricantes de balanzas. Por un lado, Barack Obama, un senador junior de 46 años, relativamente joven para buscar el “liderazgo del mundo libre”, popular entre los jóvenes progresistas, latinos y votantes de color. Del otro lado estaba Joe Biden, quien había pasado más años de su vida en el Senado que fuera de él. 65 años de pura experiencia y algunos roces de más, visto en ese momento como un moderado capaz de atraer votos de personas blancas mayores, votantes independientes y algún que otro republicano del ala más centrista descontento con George W. Bush. Evidentemente mal no les fue. Obtuvieron diez millones de votos más que su homólogo republicano y un categórico triunfo en el colegio electoral: 365 a 173.

El famoso ‘Vetting process’

Esta selección se realiza a través de lo que se conoce como ‘Vetting Process’. Se trata simplemente del casting de nombres a seleccionar, los cuales pasan por un filtro extremadamente fino, el cual suele estar dirigido por un equipo de abogados y asesores de la campaña que no dejan nada al azar.

El puntapié inicial se da con toda la información pública disponible sobre las personas en cuestión, como discursos, romances, posteos en redes sociales y escritos, que pueden remontarse hasta la etapa universitaria. Una vez se colecta todo lo que internet puede arrojar, el personal a cargo hace un filtro inicial y elabora un informe inicial sobre lo público y lo discute en privado con el ya eventual nominado a presidente.

Aquí es donde se da el segundo filtro, el cual es realizado por el candidato, quien opta por descartar algunos nombres y pedir más información sobre otros, quienes por supuesto siguen en carrera.

En esta etapa del proceso, todavía muy preliminar pero ya con la hoja de ruta lista, estos nombres son sometidos a una revisión mucho más contundente e incisiva. En efecto, y sin exagerar, el equipo releva absolutamente todos los aspectos de las vidas de las personas en cuestión, siempre y cuando estos previamente den su consentimiento para el proceso.

Empiezan a volar los cuestionarios, que puede tener desde 50 a 150 preguntas de lo más invasivas, que ayudan a los abogados de campaña a saber dónde seguir investigando para blindar a la eventual fórmula de ciertos ataques por parte de sus rivales.

“Deberían preguntarte de todo, desde si has pagado tus impuestos hasta si has descargado porno (ejemplo del cuestionario de McCain en 2008) o si tienes hijos de los que no sabes nada. Es decir, se le preguntan todo tipo de cosas a la gente, así que cualquiera que entre en el proceso tiene que saber que es bastante invasivo”, señaló Alyssa Mastromonaco, quien fue parte de este proceso para John Kerry en 2004 y para Barack Obama en 2008, reveló en Pod Save America los detalles sobre el proceso.

También existieron casos en los que el equipo tuvo que ‘proteger’ al candidato de sus propios gustos y preferencias. El caso más famoso es el de McCain en el 2008, quien quería al senador independiente Joe Lieberman como compañero de fórmula, un demócrata durante casi toda su carrera y a favor del aborto, lo que hubiera contrastado fuertemente con el GOP.

¿Qué podría ser descalificatorio para un candidato?

A la hora de responder esta pregunta, Mastromonaco aseguró que debería ser algo “que no sea defendible”. Por supuesto que el hecho de estar siendo considerado para vicepresidente se hace extensivo para la familia, dado que lo que se compra es el paquete completo. Por lo tanto, la actividad de la pareja y los hijos también son revisadas en profundidad.

Este concepto de algo “no defendible” ha ido cambiado a lo largo de los años, dado que muchas cosas que antes eran descalificatorias y no lo serían. Por ejemplo, en 1972, George McGovern había elegido y anunciado al senador Tom Eagleton como compañero de fórmula para intentar desalojar a Richard Nixon de la Casa Blanca. Sin embargo, el propio Eagleton dio un paso al costado apenas días después, luego de que trascendiera que se había sometido a una terapia de shock y otros tratamientos para tratar una depresión.

Por supuesto que también existen tópicos que de por sí no sean descalificatorios, pero que, si se escapan de ‘Vetting Process’ y son descubiertos por la prensa una vez anunciada la fórmula, pueden ser extremadamente dañinos para la campaña en general.

Las entrevistas mano a mano

Llegado este punto, y dejando de lado lo exótico y discreto de la situación, el proceso se vuelve lo más parecido a una entrevista laboral común y corriente. Se estima que entre cuatro y ocho potenciales compañeros de fórmula llegan a estas instancias.

Al menos dos personas de confianza para el candidato a presidente, en el caso de Biden una de ellas fue el exsenador Chris Dodd, entrevistan mano a mano a los finalistas para conversar más personalmente sobre ellos, sus creencias por tópico y sobre qué tipo de relación presidente-vicepresidente estaban buscando.

Nuevamente Biden pero esta vez del otro lado del mostrador, en 2008, le dejó en claro al equipo de Obama que no quería convertirse en una figura decorativa, puesto que en ese entonces era quizás el senador demócrata más poderoso. El entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores quería ser "la última persona en la sala" con el eventual presidente antes de tomar decisiones importantes.

La discreción es parte fundamental del proceso de entrevistas, tanto para el equipo del candidato como para los de los entrevistados. En efecto, en 2020, trascendió que Dodd no había estado muy a gusto con Kamala Harris, especialmente sobre cómo ella se defendió de los ataques a Biden durante los debates presidenciales, algo que enfureció a la campaña puertas para adentro.

Mastromonaco recordó en la entrevista el esfuerzo que tuvieron que hacer desde el equipo de Obama en el 2008 para que no trascendieran los nombres de los entrevistados, en ese Tim Kaine, Evan Bayh y Biden, a quienes se les asignaron nombres en clave, C1, C2 y C3.

En esta parte del proceso, la desconfianza entre los equipos de quienes aspiran al puesto es total y absoluta. Incluso, como en el 2020, han llegado a pensar que desde otro equipo se hacían trascender cosas a la prensa con el objetivo de desprestigiar a sus oponentes.

Realizadas estas entrevistas, el último paso es una conversación con el candidato a presidente, el ´final boss’, que en última instancia puede confirmar la tendencia de su equipo o elevar a quien quizás menos chances tenía hasta el momento, como ocurrió en 2012 con Mitt Romney y Paul Ryan, cuya química en un almuerzo fue fundamental para la elección del entonces congresista de Wisconsin y el desplazamiento del entonces favorito, Rob Portman.

Tras lo que pueden llegar a ser semanas de deliberación, el candidato le confirma su elección a su círculo más íntimo. Acto seguido, se le comunica el nombre a un selecto grupo de personas hasta el día del anuncio.

Esta selección debe transcender antes de las convenciones de los partidos, por lo que la campaña de Trump deberá terminar el trabajo para un tanto antes del lunes 15 de julio.

Algunos casos prácticos: Harris y Pence

Los dos últimos en salir victoriosos de este tedioso proceso fueron Kamala Harris en 2020 y Mike Pence en 2016. De más nuevo a más viejo, Harris fue favorecida por la promesa de Biden de elegir a una mujer para acompañarlo en la fórmula, pero su camino hacia el ticket fue cuesta arriba debido al famoso intercambio que ambos tuvieron uno de los debates demócratas.

Aclarando primero que no consideraba a Biden un “racista”, lo criticó por haber elogiado y trabajado con senadores segregacionistas del siglo XX como Strom Thurmond para oponerse a la política de ‘Busing’, la cual consistía en el transporte en autobús como medio para eliminar la segregación en las escuelas estadounidenses.

“Había una niña en California que formaba parte de la segunda promoción que integró sus escuelas públicas y que iba en autobús a la escuela todos los días. Esa pequeña niña era yo”, disparó Harris mirando a Biden, generando uno de los momentos más virales de aquel ciclo electoral.

Este golpe tampoco había pasado desapercibido para la familia de Biden, especialmente para su esposa Jill y su hermana Valerie. La fallida campaña de la entonces senadora tampoco resultó ser muy alentadora para los principales allegados de Biden, quienes miraban con un poco más de cariño a Elizabeth Warren, Susan Rice, Karen Bass y Gretchen Whitmer.

"¿Estás lista para ir a trabajar?"

Sin embargo, puesto que la pandemia limitó mucho el contacto presencial, aquellos candidatos conocidos por Biden previamente ganaron algunos enteros. En el caso de Harris, lo fue su relación de amistad con Beau Biden, el hijo mayor de Joe Biden, quien recientemente había fallecido.

Comenzó a escalar posiciones con su desempeño en las entrevistas presenciales, a lo que se sumó su contraste con Biden por edad y raza. Esto último terminó siendo muy importante luego del caso de George Floyd. "Creo que llegó a la conclusión de que debería elegir a una mujer negra", señaló posteriormente Harry Reid, exlíder demócrata en el Senado.

Con esto en mente, tanto Rice como Bass compitieron de cerca con Harris, pero fueron descartadas por diferentes razones. En el caso de Rice, amiga personal de Biden, nunca antes había buscado una oficina electa, por lo que no sabían qué esperar de ella en la campaña. En cuanto a Bass, sus declaraciones de admiración hacia Fidel Castro definitivamente iban a ser un lastre con los hispanos de Arizona, Nevada y principalmente Florida.

“Ningún otro candidato obtuvo una puntuación tan alta en el comité de selección de Biden en tantos de sus criterios básicos para elegir un compañero de fórmula, incluida su capacidad para ayudar a Biden a ganar en noviembre, su fuerza como polemista, sus calificaciones para gobernar y la diversidad racial que ella aportaría a la candidatura. Ningún otro candidato parecía adaptarse mejor al momento político”, informó The New York Times.

Tras un intenso escrutinio, Biden le confirmó a su equipo la decisión que había tomado y procedió a llamar por teléfono a los finalistas par agradecerles. En cuanto a Harris, la contactó por videollamada y le preguntó lo siguiente: "¿Estás lista para ir a trabajar?".

“La noche en que un neumático pinchado cambió el curso de la historia de Estados Unidos”

El caso de Mike Pence fue lo más parecido a una película, en la que un hecho inesperado (algunos dicen intencionado) cambió drásticamente la trama. El proceso de selección de la campaña de Trump, a cargo de Arthur B. Culvahouse Jr., había dejado tres claros finalistas: Chris Christie, Newt Gingrich y el propio Pence. El primero comenzó como el favorito del magnate, el segundo era el predilecto de la campaña y el tercero resultaba la opción ideal para la familia Trump.

Tom LoBianco, en su libro ‘Piety & Power: Mike Pence and the Taking of the White House’, relata la interesante y accidentada historia de cómo se alinearon los planetas para que la fórmula republicana del 2016 terminase siendo Trump-Pence.

El entonces presunto nominado realizó un acto de campaña en Indianápolis el día 12 de julio para 25 donantes importantes, lo que incluía una posterior reunión con Pence, todavía gobernador de Indiana en funciones. Cuando los asistentes estaban tomándose fotos con el candidato, llegó el turno de Jeff Carwell, asesor y amigo de potencial compañero de fórmula. “Ustedes dos serían la mejor asociación público-privada de la historia”, le dijo Cardwell, lo que provocó una sonrisa de parte Trump, quien le confesó que su elección final pasaría por Gingrich y el local.

Un dato clave fue que el avión del magnate tuvo un pequeño accidente al aterrizar en la ciudad, provocando que un neumático se pinchara. Esta situación fortuita hizo que Trump tenga que quedarse una noche más en Indiana. Sin embargo, algunos alegan que nunca existió tal pinchazo y que se trató de una jugada de Paul Mananfort, jefe de campaña, para que el candidato pudiera charlar más con Pence y así torcer la balanza a su favor.

"¡Necesito asesinos! ¿Quieres esto o no?"

Esa noche, Trump cenó con Pence, con su esposa Karen y con su hijo Eric en Capital Grille, un asador elegante en el hotel The Conrad. Según Marty Obst, ayudante del entonces gobernador, esa noche le dio la “ventaja de la cancha local”. La comida salió tan bien que se decidió que Ivanka y Jared Kushner, quienes debían entrevistar a Pence en la Torre Trump de Nueva York al día siguiente, viajaran a Indianápolis para desayunar con él.

Según el libro, quizás romantizando un poco la situación, los Pence pasaron la noche recogiendo flores del jardín a luz de linternas para poner de centro de mesa. Se levantaron muy temprano y fueron a buscar el desayuno a una pastelería local. Para agregarle un toque mágico a la historia, todo se desarrolló en el barrio Broad Ripple, el mismo vecindario donde Karen y Mike Pence se conocieron y donde se instalaron luego de contraer matrimonio.

Tras el desayuno llegó lo interesante. Trump separó a Pence y se reunieron en el sótano amueblado de la mansión del gobernador. El magnate tenía varias llamadas perdidas de Christie. “Me llama sin parar por este trabajo. Me llama cada 10 segundos; haría cualquier cosa por su trabajo. Se muere por ser vicepresidente. Y a ti, es como si no te importara". Reiteró: "¡Necesito asesinos! ¿Quieres esto o no?".

Pence descartó ser este tipo de hombre, pero le dejó en claro que sería capaz de ayudarlo a pasar leyes en el Congreso, administrar la Casa Blanca y a construir relaciones con donantes tradicionales del GOP. "Así que, si quieres que lo haga, voy a decir: 'Sí'. Si no quieres que lo haga, voy a trabajar muy duro para ti y para el otro tipo. Da igual. Realmente no importa", agregó según Obst.

"Bueno, ¿entonces por qué estás pasando por este proceso?", retrucó Trump, sorprendido por la actitud desganada de Pence. "Bueno, estás en mi casa, dímelo tú. Toda tu familia ha venido a verme. Obviamente, el sentimiento es mutuo, ¿no?", remató el gobernador de Indiana.

Trump partió para ver a Gingrich, mientras Eric Trump habló por teléfono con Christie y calmar su ansiedad. Tarde en la noche, Nick Ayers, otro ayudante de Pence, recibió una llamada del entorno de Trump diciéndole que esperen un llamado dentro de 30 minutos. La comunicación se materializó minutos después y el magnate les confirmó que era el elegido.

Sin embargo, Trump todavía no perdía la fe en Christie, con quien se comunicó en la mañana siguiente para tantearlo.  Con el reloj corriendo hacia la fecha límite para que Pence debiera declinar o no su candidatura a gobernador, Ayers y Obst decidieron hacerse cargo del asunto.

Tras una conversación subida de tono con Mananfort, Trump los llamó de madrugada e intentó calmarlos. “Chicos, ¿qué necesitan que haga?”, les dijo. El reclamo era claro, debían anunciar a Pence lo antes o posible o ellos rechazarían la oferta.

Cuando faltaba una hora para llegar a la fecha límite, Trump tomó su teléfono y escribió esto en Twitter: “Me complace anunciar que he elegido al gobernador Mike Pence como mi compañero de fórmula para la vicepresidencia. Conferencia de prensa mañana a las 11 am”.

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