'Confinamientos climáticos': los ecologistas sugieren nuevos encierros con la excusa de reducir la contaminación

Los activistas radicales no tienen en cuenta los efectos negativos del aislamiento obligatorio en los ciudadanos: problemas de salud mental y control gubernamental.

Una nueva restricción está ganando fuerza entre los ecologistas radicales: los confinamientos climáticos. Las cuarentenas decretadas por gobiernos de todo el mundo durante la pandemia del coronavirus sirvieron para preparar el terreno a la iniciativa de confinar a las personas en sus hogares. ¿El objetivo? Reducir las emisiones contaminantes en el planeta.

El medio especializado en ecología Green Matters justifica la idea argumentando que si "al comienzo de covid-19, los bloqueos fueron necesarios para combatir el virus mortal. Para reducir las emisiones, podría ser necesario utilizar otro tipo de confinamientos: confinamientos climáticos", y alega que encerrar a las personas en sus casas evitaría "que las emisiones aumenten a un ritmo intenso".

Los activistas radicales utilizan la excusa de la bajada -mínima- de las emisiones para pedir las mismas -o más- restricciones que se vivieron en la época del covid. Matt McGrath, corresponsal de medio ambiente de la BBC expuso que "ninguna guerra, ninguna recesión, ninguna otra pandemia, ha tenido un impacto tan dramático en las emisiones de CO2 durante el último siglo como el que ha logrado el covid-19 en pocos meses" -obviando que los resultados reales en la atmosfera fueron mínimos-.

Muchos otros medios y personalidades avanzan la idea de que el confinamiento es necesario para remediar la crisis climática. La economista Mariana Mazzucato advirtió en Social Europe que los Gobiernos posiblemente aplicarán los aislamientos si la sociedad no llega a ser capaz de "reformar nuestras estructuras económicas y hacer el capitalismo de manera diferente":

El mundo se acerca a un punto de inflexión en el cambio climático, cuando proteger el futuro de la civilización requerirá intervenciones dramáticas (...) A medida que el Covid-19 se propagó a principios de este año, los gobiernos introdujeron bloqueos para evitar que una  emergencia de salud pública  se salga de control. En un futuro cercano, es posible que el mundo deba recurrir a los bloqueos nuevamente, esta vez para abordar una emergencia climática.

Apocalipsis, ahora

El miedo al futuro, infiltrado en la población con la promesa de un apocalipsis climático, parecería ser parte esencial del argumento en favor de los controles sobre la población. Entre ellos, el confinamiento climático. En The Hill, la periodista Kristin Tate expuso a muchas organizaciones -como la Cruz Roja- y personalidades conocidas que han alertado sobre las muertes que puede causar el cambio climático.

Una de las figuras en el artículo de Tate es Bill Gates. El magnate -quien usa constantemente su jet privado liberando toneladas de emisiones al ambiente- argumentó en un artículo que el covid fue "horrible", pero que "el cambio climático podría ser peor". En el texto se alegó que "para 2060, el cambio climático podría ser tan mortal como el COVID-19, y para 2100 podría ser cinco veces más mortal".

El magnate no insta de forma explícita a un confinamiento climático, pero invita a sus lectores a aprender sobre "las lecciones de COVID-19" y en otro artículo alega que "los cambios más grandes deben ocurrir a nivel gubernamental".

El confinamiento: malo para la salud mental, la economía... y el propio clima

Los ecologistas radicales no tienen en cuenta las consecuencias que tuvo el confinamiento para la salud mental de las personas durante la pandemia. Diversos estudios respaldan y constatan que el aislar a un ser humano es contraproducente para salud.

Tampoco consideran el impacto negativo que tuvo en la economía. Según el Banco Mundial, el confinamiento durante el covid (2020) provocó que entre 88 y 115 millones de personas en el mundo llegaran a nivel de pobreza extrema.

Ni siquiera paladines del clima como la directora del programa ambiental de la ONU, Inger Andersen, defienden la idea de que los encierros masivos hayan sido buenos: "El covid-19 de ninguna manera tiene un lado positivo para el medio ambiente".

"Los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no son más que temporales, ya que se deben a la trágica desaceleración económica y al sufrimiento humano", dijo Andersen.

Coincide en esta postura hasta el propio Greenpeace, que refleja que a pesar de que durante el primer año del covid sí se redujeron las emisiones producidas por los combustibles en alrededor de un 7%, la concentración de CO2 en la atmósfera siguió creciendo:

Estas bajadas no son razón de celebración de ninguna de las maneras (...) la concentración de CO2 en la atmósfera sigue creciendo...

Los confinamientos, sólo el inicio

A pesar de estas claras consecuencias perjudiciales sobre la salud y el bienestar de los ciudadanos, los defensores de los confinamientos climáticos van aún más allá. En un artículo publicado por el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), y firmado por la profesora Mazzucato, se explica que acompañaría a esta medida restrictiva un control gubernamental sobre diversos aspectos de la vida de los ciudadanos, todo siempre con el objetivo de "reducir las emisiones globales".

El texto detalla que "un bloqueo climático implicaría que el Gobierno tome otras medidas además de pedirle a la gente que se quede en casa". Entre ellos estarían:

Limitar el uso de vehículos privados, prohibir el consumo de carne roja, imponer intensas acciones de ahorro de energía y poner fin a la extracción de combustibles fósiles son ejemplos de posibles medidas a tomar durante un bloqueo climático.

Es decir, un control gubernamental total mediante el confinamiento de los ciudadanos, algo que muchos opinan que ya empezó a ocurrir con las llamadas 'ciudades de los 15 minutos'. El psicólogo clínico canadiense Jordan Peterson publicó un tuit donde apuntó:

La idea de que los vecindarios deberían ser transitables es encantadora. La idea de que burócratas idiotas y tiránicos puedan decidir por decreto dónde está 'permitido' conducir es quizás la peor perversión imaginable de ella.