Los incendios destruyeron su escuela bilingüe en Los Ángeles, la comunidad está alzando la mano: "La respuesta está siendo brutal"
Los fundadores de la escuela Rayuela (Altadena) luchan por mantener viva su misión: formar una comunidad de niños que dominan el español.
Liliana Martínez llamó, una a una, a las 15 familias que asisten a su escuela bilingüe. Tres perdieron sus hogares. Siete, contando exalumnos, parte de la "familia Rayuela" (como bautizaron al preescolar, en juego con la novela del argentino Julio Cortázar). Por fortuna, de momento, no hubo que lamentar más. Al menos, en ese frente: el edificio fundador de la Rayuela School fue consumido por las llamas del Eaton, uno de los devastadores incendios que arrasan Los Ángeles desde el martes pasado. En abril, el campus hubiese cumplido diez años. Acababan de renovar el edificio.
Martínez, inmigrante colombiana que ingresó al país hace más de 30 años, decidió abrir una escuela para formar niños en español por los pedidos de la comunidad. '¿Por qué no abres algo?, hay mucha demanda'... También porque sus propios hijos, nacidos en Los Ángeles, tenían dificultades con el idioma de sus padres. Alquiló un espacio, ingresaron los primeros dos niños, la semana siguiente se sumaron otros tres. Al año, ya había lista de espera.
Quedan sólo escombros. Sobrevive un juego chamuscado, unas ruedas de camión pintadas de rosa, verde, amarillo. Rayuela es una de las más de 17.000 estructuras víctima del Eaton, según estimaciones de Cal Fire. A la mañana del martes, el fuego seguía avanzando, con poco más de un 30% bajo control. Aunque el segundo en acres incinerados, fue el más mortífero: del total de 24 muertos registrados hasta ahora, 16 fueron hallados en su derrotero. La cifra podría aumentar.
Maestra Lili se enteró del destino del primer edificio de Rayuela -que, tras alquilarlo, había logrado comprar- gracias a una madre que logró ingresar a la zona antes de que fuese acordonada. Después pudo verlo con sus propios ojos, y compartirlo para los del resto:
"La comunidad se ha volcado de una manera impresionante", cuenta el marido de la educadora hispana, Pablo Scarpellini, a VOZ. La reconstrucción es un esfuerzo familiar, comunitario. "Ha sido brutal", define la ayuda, "no solamente en términos de dinero, sino en tiempo y cariño". Voluntarios que limpian el campus para que no haya otro incendio, que apoyan anímicamente, que donan. "La carga de solidaridad nos ha avasallado".
Las propias familias de la escuela, amigos de la pareja y sus hijos -"un ejército de chicos jóvenes"-, tomaron en sus manos devolver a los niños al aula. En eso están: habilitar un nuevo espacio para dar clase, quizás en Rayuela Dos, el segundo edificio, que sigue en pie, y ofrecer becas a las familias afectadas por el incendio. Para eso, piden donaciones. "El precio de un café, un Starbucks, o una hamburguesa, cualquier cosa sirve. Ha sido un golpe muy fuerte".