El yihadista 2.0: perfil de la nueva amenaza que enfrenta España

Cuando se cumplen veinte años del peor atentado en Europa, la radicalización islámica sigue presente. Contrario a la imagen del terrorista foráneo de dogmas impenetrables, la amenaza actual escribe en castellano y tiene nacionalidad por nacimiento.

Por Daniel Blanco Paz:

España está teniendo en la actualidad una pauta de cambio en los perfiles de los individuos relacionados tanto a la radicalización yihadista como al terrorismo islámico. Durante la última década, musulmanes jóvenes de segunda generación han pasado a predominar sobre ciudadanos naturalizados nacidos en el extranjero, reemplazando los números de representación de estos últimos en detenciones policiales y juicios penales.

Ahora la amenaza no es externa sino autóctona, especialmente en entornos de segunda generación que pese a hablar el idioma y ser ciudadanos por nacimiento, son vulnerables a propaganda extranjera dirigida a poblaciones musulmanas. Esto con el objetivo de reclutar adeptos mediante la radicalización violenta. Francia y Bélgica también han visto el cambio demográfico de yihadistas de nacidos en el extranjero a amenazas de segunda generación.

Adicional al componente demográfico en la pauta de cambio, los nuevos yihadistas suelen obtener las habilidades aplicadas al terrorismo en la delincuencia organizada. Para el momento de su muerte o detención, al menos una cuarta parte de los terroristas islámicos del territorio nacional que están reflejados en estadísticas policiales, contaba con antecedentes por delitos de violencia y estaban relacionados al crimen organizado.

Queda atrás la imagen del yihadista que entrenaba junto a la célula. Respecto a los demás atributos, es necesario resaltar que el nuevo yihadista no es hombre de dogmas y tiene los vicios propios de un delincuente reincidente. Para lo que a un inmigrante radicalizado sería un pecado, para el yihadista autóctono es un hábito común.

Precisamente sería esa crisis de identidad —que no permite la integración entre la libertad de su nacionalidad y las restricciones de su entorno— la principal vulnerabilidad de los jóvenes musulmanes que suelen ser atraídos por la propaganda extremista bajo una promesa de redención y propósito. Esta propaganda se manifiesta por internet en ocho de cada diez casos de radicalización.

Debido a la fragmentación y a la diversidad del material consumido, el nuevo yihadista no es leal a organizaciones establecidas sino a narrativas de propaganda. Aquello sitúa al terrorismo autóctono como un proceso fragmentado donde el individuo radicalizado elabora a su conveniencia un argumento ideológico para justificar sus acciones.

Cabe destacar que ese mismo proceso de descentralización se ve reflejado en la triplicación en números de los llamados lobos solitarios: jóvenes que actúan por cuenta propia tras radicalizarse por completo y que reivindican los atentados a alguna organización que no conoce de su existencia, pero instrumentalizará el atentado como una victoria.

Este nuevo perfil refleja una hoja de doble filo. Por una parte son ciudadanos registrados en bases de datos y conocidos por las autoridades gracias a su carrera criminal (esto no solo permite un monitoreo y seguimiento más eficaz por parte de los servicios de información sino que también les restringe operaciones en la clandestinidad u identidades secretas).

Pero, por otro lado, refleja el caldo de cultivo para la radicalización islámica en la que se han convertido las comunidades musulmanas de segunda generación donde el crimen y la droga actúa como detonante para el incendio.

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La información para este artículo se sacó de la Base de Datos Elcano sobre Yihadistas en España (BDEYE) - Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global del Real Instituto Elcano

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Daniel Blanco Paz es un periodista venezolano enfocado en crisis y conflictos. Ha hecho coberturas para AFP o Telemundo.