Simón y la inquebrantable determinación del venezolano de ser libre a pesar de la represión

Diego Vicentini, director de la película, conversa con Voz Media. Su intención, asegura, es mostrar al mundo la represión y tortura de la dictadura.

Todos los venezolanos han sido Simón. O al menos se identifican con él. Eso es lo que recuerda la película venezolana que fue nominada al Goya y a los Premios Platino y que narra la historia de cómo los venezolanos fueron reprimidos y torturados por el régimen de Nicolás Maduro en las protestas de 2017.

La historia de este film muestra cómo los traumas se presentan y atormentan a Simón (Christian McGaffney), un líder estudiantil venezolano que huyó de su país tras ser injustamente encarcelado y torturado por la dictadura chavista. Llegado a Estados Unidos, el protagonista enfrenta una serie de desafíos que lo obligan a relatar, recordar e intentar superar sus cruentos días como preso político con el fin de obtener un asilo y un ansiado comienzo de cero.

 

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La elogiada producción, que llegó a la pantalla grande de unos 19 países, irrumpió en un momento donde se conoce que el régimen de Maduro asesinó a más de 10.000 personas y torturado a casi 2.000 tras ostentar el poder por más de diez años. De los torturados en el último año, la mayoría fueron mujeres, según reveló la reconocida organización no gubernamental venezolana Provea.

Esta es, justamente, la realidad que quería mostrar Diego Vicentini, director de Simón, su ópera prima. La intención nunca fue competir por premios ni conseguir el reconocimiento internacional. Su impulso, afirma, fue denunciar la tragedia de un país donde disentir es un delito que se paga con tortura. Mostrar al mundo el horror de una nación donde se violan sistemáticamente derechos humanos y se cometen crímenes de lesa humanidad.

Simón, de la mano de Vicentini, no solo logró plasmar con precisión y crudeza la tragedia que viven los venezolanos, sino que además amplificó masivamente el mensaje, llenando salas de cine en Estados Unidos, España y Sudamérica; posicionándose además entre las películas más vistas de una de las plataformas de streaming más importantes del mundo: Netflix. Un éxito que se refleja en los números de taquilla, con una recaudación de más de $280.000.

"La intención era visibilizar lo que ha pasado Venezuela y todos los venezolanos. Podíamos pensar que iba a conectar con los venezolanos, pero no más allá. De hecho, cuando planificamos todo, no hubo una idea de premiación. Ni pensamos en una etapa de Goya o Platino. Ni pensamos en que había que hacer campaña y todo eso. Ha sido muy lindo acompañar a la película en todo su proceso y todo lo bueno que le ha ido sucediendo", dijo Vicentini en una conversación con Voz Media.

Y es que cuando inició la segunda oleada de grandes protestas contra el régimen de Maduro en el año 2017 (la primera fue en 2014), Vicentini estaba fuera del país estudiando. Sin embargo, estaba consciente que en Venezuela los jóvenes de su generación estaban saliendo a las calles en un intento por conseguir la libertad. Justamente en ese momento, en una maestría que estaba cursando le pidieron a los estudiantes que hagan un cortometraje que les apasionara, y fue allí cuando Vicentini vio la oportunidad de contribuir al país sin imaginar que ese proyecto luego se convertiría en un largometraje que llevaría un mensaje vital al resto del mundo.

"Yo me encontraba en Los Ángeles estudiando cine, haciendo una maestría, y para graduarme tenía que hacer un cortometraje. Entonces, decidir de qué hacer ese cortometraje: ese año, 2017, fue muy fuerte a nivel de protestas en Venezuela y me afectó muchísimo. Me sentía culpable de que yo no estaba allá físicamente, saliendo a la calle con mi generación, luchando por nuestro país, y entonces decidí tratar de utilizar el cortometraje, o el hecho de que tenía que hacer uno, para intentar aportar algo a esa lucha, así sea visibilizando lo que estaba ocurriendo en Venezuela al resto del mundo", explicó Vicentini.

El director afirma que con Simón no solo pudo enviar un mensaje y denunciar los crímenes del régimen, sino también llevar un "registro histórico de lo que estaba ocurriendo". Pero para la realización del proyecto había un problema: el corto no se podía filmar en Venezuela, por lo que surgió la idea de que la historia fuera sobre un líder estudiantil que le tocó vivir en el exilio.

"Ese cortometraje es lo que tenía que hacer en Los Ángeles y, como no iba a ser filmado en Venezuela, entonces por ahí empieza a venir la temática de la migración, alguien que está en Estados Unidos. Como escritor utilicé lo que yo estaba sintiendo, que era esa culpa, e intenté reflejarla en el personaje de Simón. Era esa culpa que siente de no estar allá, de haberse ido", revela Vicentini, quien además detalla que lo que más le afectó de las protestas eran los jóvenes que dieron su vida.

"Son para mí los más valientes, los que han arriesgado su cuerpo, su vida, y en muchos casos unos quienes sacrificaron su vida. Los asesinaron, y eso es lo que siempre más me ha afectado, pensar en aquellos que, ya pase lo que pase, no van a ver Venezuela libre".

Sobre el nombre, Vicentini nunca tuvo dudas. Siempre supo que se llamaría Simón, un nombre que tiene gran significado en Venezuela, independizada del Imperio Español por parte del libertador Simón Bolívar. Por ello, entendió que no tenía que buscar más opciones, pues tenía allí todo lo que buscaba; es decir, un nombre que fuera fácil de recordar y que tuviera un poderoso valor simbólico.

"Fue por lo simbólico. Al final, la mayoría de los jóvenes que salieron a las calles arriesgando sus vidas eran anónimos y Bolívar tenía esa figura del libertador y esa mitología libertadora. Además, de que al final sería un esfuerzo de todos. Simón no es una historia en particular. Es un joven en la universidad al que le tocó luchar. Ha sido lindo ver también lo que ha sido tener un nombre fuerte. Además de que era un nombre muy fácil de recordar", resaltó.

El gran reto de 'Simón': volverse transversal

El gran reto de Simón fue que no se tratara de una película que se quedara entre los venezolanos. Lo primero que hizo Vicentini fue escribir la película asumiendo que el espectador no sabe que Venezuela existe. Por ello, no solo se quedó con el testimonio de primera mano que tenía como venezolano de la situación del país. Habló con víctimas del régimen para conocer sus historias y plasmarlas luego en la producción audiovisual.

"Había mucha información que, por simplemente ser venezolanos, ya conocíamos porque la habíamos vivido. Pero para cosas muy detalladas, entrevistamos a varios jóvenes que pasaron por esa situación. Sin embargo, más allá de eso, era lo emocional. Tener a los protagonistas y preguntarles cómo lo vivieron", comentó el director sobre la producción para que la película sea mucho más real.

Y vaya que lo logró. Cuando se le consultó sobre la película como fenómeno transversal, el director afirmó que ha sido "muy gratificante" ver la positiva recepción de la audiencia extranjera, una demostración de que Simón logró su cometido de impactar más allá de Venezuela.

"De la experiencia de poder estrenar en las salas comerciales de 19 países, te puedo decir que escuchar los comentarios de españoles, argentinos o chilenos ha sido muy gratificante", destacó Vicentini. "Ver a una americana o un español llorando ha sido muy una recompensa en el sentido de sentir que tu película no solo está conectando con los venezolanos, sino que, como funciona, logra conectar con una audiencia internacional".

Vicentini también comentó que es emocionante ver cómo muchos espectadores internacionales le han dicho que ahora, gracias a Simón, conocen más sobre la realidad de Venezuela y entienden la magnitud del fenómeno migratorio venezolano, que representa hoy por hoy el mayor éxodo del mundo en ausencia de guerra.

Sobre lo que quería lograr entre el público venezolano, Vicentini reconoce que la idea era que los ciudadanos reflexionaran. El director afirma que cada persona vive la película de una manera diferente porque la dictadura impactó de diversas formas en la vida de cada venezolano:

A mí me gusta mucho el cine que te hace reflexionar y que te deja más preguntas que respuestas. Porque al final creo que las respuestas se las tiene que contestar uno mismo. Si esas respuestas nos la da la película, es como que no te la ganaste y quizá no perdure en el tiempo. Es decir, ha sido muy interesante ver cómo hay gente que sale demasiado optimista o demasiado pesimista. Hay gente que sale esperanzada de la película y hay otra que sale con desesperanza. Y creo que, como dijo Marcel Rasquin que es uno de los productores de la película, cómo salgas de verla habla más de ti que de la película.

Para él, ese joven de tan solo 30 años, que ya lleva consigo el inicio de una carrera internacional, la película es básicamente un reflejo de que el esfuerzo de los venezolanos no ha sido suficiente. No teme reconocer este hecho y cree que es necesario asumirlo. Por ello insiste en que se debe seguir apostando por la libertad de Venezuela. Insiste en que "la lucha se pierde cuando se deja de luchar".

"Simplemente no hay otra. No hay otra que seguir luchando y por eso también quería mostrar en la película qué es lo que logró el Gobierno y cómo lo ha hecho: sembrar esa desesperanza y sembrar esa narrativa de que nada va a cambiar y de que no tenemos la capacidad de lograr ese cambio. Lo que quieren es que dejemos de luchar. Por eso siempre atacan a los Simón, los líderes de grupo, quienes son los que pueden generar el cambio porque no todo el mundo es como Simón ni como Chucho", señaló Vicentini, haciendo referencia a otro de los personajes icónicos de la película.

Yo me quedo con esa última mirada de Simón, que es donde nos encontramos todos los venezolanos: nos toca admitir que han logrado lo que han querido hasta ahora porque siguen en el poder y no hemos podido generar el cambio que queremos. Pero, lo que nos toca contestarnos es el 'y entonces, ¿qué?', esa respuesta puede ser que ya se intentó y no se pudo, o tal vez puede ser que si no se ha podido es porque no ha sido suficiente y hay que seguir luchando más. Ese es el debate central de la película.

Al final, reconoce Diego, cada lágrima que muchos dicen haber soltado al terminar la película es una demostración de que los venezolanos aman su tierra. Esa, dice, es la razón para seguir intentando. El rol de Simón, aseguró, será entonces el de impulsar un abrazo entre hermanos que lleve a la reconstrucción del país del que no ha dejado de pensar a pesar de vivir a miles de kilómetros de distancia.

"Lloramos con la película porque amamos a nuestro país. Amamos nuestra tierra y nos duele todo lo que está pasando, y si nos duele, tenemos que luchar. Hay que seguir luchando por lo que amamos", expresó.