Del M-19 a Hamás: la fascinación del presidente Gustavo Petro por el terrorismo

Es con lo que el presidente de Colombia, en sus tiempos de muchacho, fantaseaba: matar, matar y matar.

A nadie debería de sorprender que hoy, cuando el grupo terrorista Hamás está matando niños y mujeres israelíes, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se ponga del lado de los asesinos.

Sin contexto, esto pudiera leerse como un desatino abominable, por decir lo menos. Cómo es posible que alguien pudiera, en el marco del mayor ataque antisemita desde el Holocausto, justificar a los victimarios. Cómo es posible que haya tanta bajeza en el mundo como para que alguien, mientras las redes andan colmadas de descorazonadoras imágenes de niños secuestrados por Hamás, lanzar arengas contra Israel.

El sábado temprano empezó, al sur de Israel, lo que está muy lejos de terminar: Hamás invadió, aprovechando seguro alguna falla de seguridad, Israel y, así, arrancó la primera guerra formal desde 1973. Para el momento van más de 800 civiles asesinados por el terrorismo islámico y más de 2,000 heridos. Mujeres violadas, secuestradas, luego asesinadas y sus cadáveres exhibidos. Familias enteras masacradas dentro de sus casas. Niñas secuestradas y quién sabe si ya les ocurrió lo que igual les ocurrirá bajo las garras de la barbarie islámica. Solo hay terror y miedo. Y el mundo reaccionó indignado, por supuesto, condenando a los salvajes. El mundo, casi pleno, menos Gustavo Petro.

En un tuit bastante infeliz, dijo que Israel siempre ha masacrado niños en Palestina, cosa que es mentira. Habla de la ocupación ilegal de Israel sobre Gaza, cosa que también es mentira (cabe recordar que Israel no pone un pie en Gaza desde el 2005, y desde entonces los palestinos hacen lo que les da la gana en esa tierra que, en vez de convertirla en la Mónaco de Medio Orienta la han transformado en un miserable albañal del que solo saltan cohetes). Y dijo, sin pudor ni vergüenza alguna, que Israel es como los nazis porque tienen a Gaza como si fuera Auschwitz.

Así, a la ligera, Gustavo Petro equipara al Estado de Israel, que día a día lucha por su existencia, con el Tercer Reich, que masacró judíos sin discreción.

Muy bien le respondió el Congreso Mundial Judío al disparate de Petro:

“Lo que usted está diciendo es un insulto a los seis millones de víctimas del Holocausto y al pueblo judío. Sus comentarios aquí y los demás en su página ignoran por completo los cientos de muertos y secuestrados durante el ataque asesino de Hamás contra civiles israelíes. Esta publicación es una vergüenza para usted y su país. Un líder mundial debería hacerlo mejor”.

Pero, nuevamente, solo sin contexto alguien podría sorprenderse. Porque cuando uno ve a Gustavo Petro defendiendo a un grupo terrorista y sanguinario como Hamás, es imposible evitar recordar que el presidente de Colombia guarda una relación histórica con el terrorismo: él mismo militó en el M-19, un grupo terrorista colombiano que en los años ochenta ejecutó uno de los peores atentados en la historia de Colombia —la masacre en el Palacio de Justicia.

Por supuesto, Petro siente una debilidad tremenda por el terrorismo. Su afinidad por las sectas que matan a mucha gente lo obliga a sonreír cuando lee en la prensa que por allá, lejos, en el Medio Oriente, hay unos criminales degollando judíos. Es con lo que Petro, en sus tiempos de muchacho, fantaseaba: matar, matar y matar.