La inflación no se dejó amedrentar por los discursos del presidente, menos aún cuando las 'armas' para combatirlo ya estaban usadas, oxidadas y nunca habían funcionado.

El presidente argentino Alberto Fernández ha decidido no presentarse en las elecciones primarias de octubre. No, no buscará la reelección como había dicho. El general se ha rendido ante la inflación tras declararle la guerra hace poco más de un año. En aquella oportunidad, afirmó: "Yo les prometo que va a empezar otra guerra, la guerra contra la inflación en la Argentina. Vamos a terminar con los especuladores y vamos a poner las cosas en orden". Sin embargo, la estrategia militar ha fallado. ¿Habrá tenido la culpa el general? ¿Habrá sido responsabilidad de la teniente general Cristina Kirchner? ¿Qué pudo haber fallado?

Este enemigo de larga data -la inflación- no se ha dejado amedrentar por los discursos del general, menos aún cuando las armas para combatirlo ya estaban usadas y oxidadas y nunca habían funcionado. Después de todo, el único armamento con el que contaba el general era una máquina de imprimir dinero para financiar el enorme gasto público populista, acompañado, por supuesto, de asfixiantes regulaciones e impuestos.

Los soldados elegidos tal vez no hayan sido los mejores: grupos de activistas y sindicalistas matones para controlar los precios en los supermercados. ¿Realmente esperaba el general derrotar a la feroz inflación con este tipo de tropas? ¿Y qué decir de los militares al mando, como el ministro de Economía, Sergio Massa? Una persona cuya única virtud consiste en la traición y está acostumbrada a cambiar de bando en plena guerra, al punto que decidió trabajar con aquellos kirchneristas que había prometido “barrer” de la función pública por considerarlos parásitos, o bien mandarlos a prisión por ser corruptos.

Claramente, la estrategia y los soldados elegidos no fueron los mejores. Sin embargo, la teniente general Cristina Kirchner, la que realmente manda a pesar de su disfraz de vicepresidente, siempre ha sido la que más ha hecho sufrir al general, cuyo discurso cambió notablemente desde que fue elegido por su enemiga, Cristina, para que sea presidente, ya que la teniente general entendió que con los votos de su núcleo duro no alcanzaba para llegar al poder de nuevo en 2019. No obstante, el fuego amigo que sufrió el general Alberto por parte de su vice y los soldados que responden a ella ha sido (y sigue siendo) duro e incesante.

La peor parte de la estrategia en la guerra contra la inflación tal vez haya sido la elección de los enemigos: los que el general denominó “especuladores”, que no son ni más ni menos que los grandes, medianos o pequeños empresarios que se ven obligados a incrementar los precios para poder subsistir. La rendición llega tarde, ya que el precio del dólar se ha disparado (alcanzó los 442 pesos al momento de escribir estas líneas), y el aumento se ha acelerado recientemente. Bueno, en realidad, es el peso el que se ha devaluado significativamente, claro. Además, la inflación interanual supera las tres cifras (104,3% en marzo). Todo esto ha provocado, por supuesto, un aumento en los ya altísimos índices de pobreza, una clase media destruida y una huida masiva del país de personas que buscan progresar y entienden que, como se dice en Argentina, “la única salida es Ezeiza” (en referencia a la localidad donde se encuentra el aeropuerto internacional Ministro Pistarini).

El relato del mando militar, plagado de palabrerío barato sobre estrategias insensatas, armamento usado y oxidado hace siglos, autoelogios de líderes tan narcisistas como perversos, y soldados tan funcionales como torpes e ignorantes, no ha podido desactivar la bomba de la realidad, de la que esta vez no pudieron escapar y les explotó en el rostro.