Lo que la presidencia de Trump significa para Estados Unidos
Nuestros retos son grandes, pero también lo es nuestra determinación. Juntos, construiremos una nación más fuerte, más libre y más próspera.

Trump regresó a la Casa Blanca el 20 de enero/ Jim Watson
El lunes marcó un nuevo capítulo en la historia de nuestra nación. Este momento no se trata sólo de una nueva administración: se trata de un nuevo compromiso con los principios fundacionales que construyeron esta gran República. Se trata de devolver el poder a donde pertenece por derecho: al pueblo estadounidense.
Durante demasiado tiempo, nuestro Gobierno se ha desviado de su propósito. Muchas veces seguidas, se ha excedido, ha cobrado demasiados impuestos, ha gastado demasiado y ha abrumado a los mismos ciudadanos a los que debe servir. Hoy, esa era de excesos llega a su fin.
Ha llegado el momento de reafirmar la verdad de que nuestros derechos no provienen del Gobierno, sino de Dios. El Gobierno no crea. No puede inventar ni inspirar. Su papel correcto no es mandar, sino proteger, preservar las libertades que nos permiten construir nuestros sueños, formar nuestras familias y vivir nuestras vidas sin interferencias.
Un Gobierno que trabaja para el pueblo
Durante décadas, una abultada burocracia federal ha crecido sin control, minando la vitalidad de nuestra economía y la fortaleza de nuestras comunidades. Las agencias diseñadas para proteger han castigado con demasiada frecuencia a las mismas personas a las que deben servir.
Trump ha prometido poner fin al Estado administrativo. Comenzará por cerrar el Departamento de Educación, devolviendo el poder de la enseñanza de nuestros hijos a los padres, las comunidades locales y los Gobiernos estatales, donde pertenece. Washington, D.C., no tiene nada que hacer decidiendo lo que nuestros hijos aprenden o cómo se les enseña.
Pero no se detendrá ahí. Cualquier departamento o agencia que sea ineficaz, ineficiente o que usurpe los derechos de los estados o el pueblo debe enfrentarse al mismo escrutinio. El equilibrio de poder se ha desplazado demasiado desde el pueblo a funcionarios no elegidos que creen que no responden ante nadie.
La deuda nacional es un ladrón silencioso que roba prosperidad a las generaciones futuras. El gasto excesivo nos ha puesto en una senda peligrosa, y ningún líder responsable puede permitir que continúe.
El futuro de nuestro país está en nuestras manos. No es el Gobierno, sino nosotros -los trabajadores, los soñadores, los padres y los patriotas- quienes somos el motor de esta gran nación.
Trump ha prometido equilibrar el presupuesto federal haciendo un Gobierno más pequeño, más inteligente y más centrado. Se erradicarán el fraude, el despilfarro y el abuso. Cuando se reduzca el tamaño del Gobierno, la economía liberará el potencial del sector privado para impulsar la innovación, crear empleo y generar riqueza.
Justicia y Estado de Derecho
Ningún estadounidense que respete nuestras leyes debería tener miedo de su Gobierno. Sin embargo, hoy en día, demasiados lo tienen. Ya sea por persecución política, extralimitación administrativa o un sistema judicial desequilibrado, muchos han sido silenciados o aplastados por el peso de un Gobierno que se suponía que debía servirles.
Trump debe garantizar que la justicia sea ciega, imparcial y libre de influencias políticas. Aquellos que violaron nuestras leyes -de cualquier lado del pasillo- deben rendir cuentas. La persecución política terminará bajo la vigilancia de Trump. No tiene cabida en una sociedad libre.
Asegurar nuestras fronteras, proteger nuestras comunidades
Una nación sin fronteras no es una nación en absoluto. Durante demasiado tiempo, las fronteras de Estados Unidos han sido porosas, dejándonos vulnerables al tráfico de drogas, niños y vidas humanas. Esto no es compasión; es caos, y debe terminar ahora.
Trump asegurará nuestras fronteras, hará cumplir nuestras leyes y deportará a quienes hayan entrado ilegalmente. A los cárteles que se benefician de este mal, consideren este su aviso: cumplan nuestras leyes o destruiremos sus operaciones con todo el poder de Estados Unidos.
Los estadounidenses tienen derecho a sentirse seguros en sus hogares, sus urbanizaciones y sus comunidades. Las fuerzas del orden deben tener las herramientas y el apoyo que necesitan para hacer su trabajo.
Una nación en paz
Trump pondrá fin a las interminables guerras en el extranjero que han agotado nuestros recursos y desviado nuestra atención de nuestra gente. Traerá a casa a nuestras tropas de los conflictos en Ucrania y Oriente Medio. Se mantendrá firme contra la tiranía, pero no malgastará vidas y tesoros estadounidenses en guerras que no sirven a nuestro interés nacional.
Nos enfrentaremos al mal allí donde exista, pero lo haremos con claridad, fuerza y determinación. Ya no coexistiremos con quienes trafican con la miseria humana o tratan de destruir a los inocentes. Estados Unidos liderará el mundo con el ejemplo, no con interminables enredos.
Y a todos esos déspotas, terroristas y simples oportunistas: el pasaporte azul americano significa algo. Significa que el titular es un ciudadano americano. Los ciudadanos deben saber que este Gobierno trabaja para ellos. Si entran en un país extranjero, tienen que saber que deben acatar las leyes de esa nación.
Pero a esos países, individuos y grupos a los que no les importa el derecho internacional, entiendan que si secuestran, hieren o matan a un ciudadano estadounidense, cuenten su vida en días y horas, porque ese pasaporte azul significa protección y poder estadounidenses.
Una era de renovación
Este es un momento de curación. Las heridas de la división han dejado cicatrices en nuestra nación, pero no nos han roto. A los que se han sentido olvidados, a los que se han sentido silenciados y a los que han perdido la fe en la promesa de América, empecemos a restaurar nuestro país.
No nos define la amargura del pasado, sino las posibilidades del futuro. Juntos, renovaremos el espíritu de nuestra nación. Juntos, reavivaremos la llama de la libertad que siempre nos ha guiado.
Recordemos quiénes somos. Somos los herederos de pioneros, constructores y soñadores. Somos una nación de libertad y oportunidades, de fe y coraje.
El futuro de nuestro país está en nuestras manos. No es el Gobierno, sino nosotros -los trabajadores, los soñadores, los padres y los patriotas- quienes somos el motor de esta gran nación.
Curemos las heridas de la división con el bálsamo de la unidad. Hablemos entre nosotros con respeto, debatamos con civismo y luchemos juntos por el bien común.
Los retos que tenemos ante nosotros son grandes, pero también lo es nuestra determinación. La promesa de Estados Unidos está viva, y sus mejores días están aún por llegar. Juntos, construiremos una nación más fuerte, más libre y más próspera que nunca.
Elevémonos por encima de nuestras diferencias y unámonos en un propósito común. Seamos un Gobierno que trabaje para el pueblo, no contra él. Seamos una nación que inspire al mundo, no a través del dominio, sino a través de nuestro ejemplo.
El trabajo que tenemos por delante no será fácil, pero nada que merezca la pena lo es nunca. Juntos, recuperaremos la promesa de Estados Unidos, no solo para nosotros, sino para nuestros hijos y sus hijos.
Que el regreso de Trump a la Casa Blanca marque el comienzo de una nueva edad de oro para nuestra nación.