El problema de Francia no son las elecciones. Es el socialismo. Una advertencia para todos
El estatismo que algunos políticos pretenden imponer en Estados Unidos es lo que ha devastado económicamente a la nación europea.
Tras las elecciones europeas, el credit default swap francés se ha disparado hasta alcanzar un récord de 39 puntos. Muchos comentaristas achacan la agitación de los mercados al ascenso de Agrupación Nacional, que ha disparado todos los spreads de la zona euro. Sin embargo, nada de esto habría ocurrido si la deuda de Francia fuera baja, las finanzas fueran sólidas y las economías de la Zona Euro gozaran de un crecimiento económico saludable.
Francia es el ícono global del estatismo. El mismo estatismo que algunos políticos tratan de imponer en Estados Unidos ha devastado económicamente un país maravilloso, con un excelente capital humano y destacados emprendedores.
Francia nunca practicó la austeridad. Tiene el Gobierno más grande del mundo en relación con el tamaño de la economía. El gasto público respecto al PIB supera el 58%, el más alto del mundo. Los sindicatos son extremadamente poderosos, su capacidad para organizar huelgas paralizantes les confiere un nivel de poder económico que supera con creces su representación real. El Estado francés es tan grande que el sector público emplea a 5,3 millones de personas (21,1% de la población activa), una proporción de funcionarios por habitante de 70,9/1.000, según Eurostat. Francia tiene uno de los sistemas fiscales más elevados de la OCDE. En Francia, el impuesto sobre la renta y las cotizaciones patronales a la seguridad social representan conjuntamente el 82% de la cuota fiscal total, según la OCDE. Los tipos del impuesto de sociedades francés son también extremadamente elevados, del 26,5%, y las empresas con beneficios superiores a 500.000 euros pagan un tipo del 27,5%.
La normativa del mercado laboral allí es tan restrictiva que el número de empresas con 49 empleados es 2,4 veces superior al de las que tienen 50, debido principalmente a las importantes cargas a las que se enfrentan las que superan esta última cifra. Según Bloomberg, una empresa de 50 empleados debe crear "tres consejos de trabajadores, introducir el reparto de beneficios y presentar planes de reestructuración a los consejos si la empresa decide despedir a trabajadores por razones económicas".
"Francia ha demostrado que la promesa socialista de la redistribución sólo crea estancamiento".
Si es usted un estatista keynesiano, debe de estar salivando. Las características mencionadas apuntan a una sociedad socialista perfecta: un Estado enorme, impuestos extremadamente elevados y progresivos y una red social gigantesca. Debería ser la economía óptima. ¿O no?
Pues no. Francia lleva décadas de estancamiento económico, no ha tenido un presupuesto equilibrado desde finales de los 70 y el descontento es ahora la norma. Las empresas y los contribuyentes se han cansado de la sangría de sus recursos, y el sistema de subvenciones ha engendrado una bolsa de ciudadanos dependientes e iracundos que se sienten abandonados y se afanan por saber qué les pasa. El aclamado Estado Social ha fracasado porque la maquinaria de subvenciones y gastos masivos ignora el cálculo económico, convirtiendo el país en una pesadilla para los creadores de empleo y riqueza, así como para quienes buscan una red social que ofrezca oportunidades.
Francia ha demostrado que la promesa socialista de la redistribución sólo crea estancamiento. A pesar de sus proclamas de una desigualdad extremadamente baja, con un coeficiente de Gini del 31,5%, es uno de los países europeos con mayor nivel de descontento, inseguridad y empobrecimiento entre una ciudadanía que se pudre en los guetos.
El socialismo siempre hace caso omiso del cálculo económico y de la necesidad de promover el crecimiento y la riqueza para progresar. Cuando la redistribución y el mantenimiento de un Estado hinchado se erigen como únicos objetivos, la economía se estanca y todo el mundo se enfada.
El problema de Francia va más allá de estas elecciones. Los votantes tienen la opción de decidir entre estatismo, más estatismo o comunismo puro y duro. Es fascinante.
Décadas de asfixiantes subidas de impuestos y políticas de inmigración equivocadas, que han alienado incluso a los admitidos en el país, han dejado exhaustos a los contribuyentes y aterrorizados a los ciudadanos respetuosos de la ley. La economía experimenta un crecimiento bajo o nulo y una disminución del aumento de la productividad, lo que se traduce en un incremento debilitado de los salarios reales, una mayor inseguridad y unos impuestos agobiantes.
¿Qué se lee en los medios de comunicación? "La amenaza es la extrema derecha". No. La amenaza es el estatismo.
Según Bloomberg, ninguna de las tres posibles alternativas políticas disminuirá la deuda o frenará el déficit. Ninguna abordará el abultado tamaño de la Administración. Dos quieren aún más control estatal de la economía, mientras que la otra propone bajar los impuestos como única política evidente a favor del crecimiento. Sin embargo, es poco probable que esos recortes fiscales atraigan mucha actividad cuando las cargas administrativas y burocráticas siguen pesando sobre la economía.
La punta del iceberg
Francia tiene potencial para ser un referente económico mundial. Tiene el talento, el espíritu emprendedor y la experiencia empresarial para crear líderes mundiales. El sistema, sin embargo, los expulsa del país. Muchos de los franceses más brillantes han emigrado a otras naciones donde pueden prosperar.
Lamentablemente, la élite política se encuentra demasiado dispuesta a mantener llenas de políticos a las llamadas campeonas del Estado y un pequeño grupo de cronies tiene demasiado miedo a la ira del Gobierno como para alzar la voz contra el Estado desmesurado. Un selecto grupo de valientes intelectuales y empresarios están intentando cambiar el sistema desde dentro, pero, desgraciadamente, están fracasando.
La lección que nos puede enseñar Francia es que el socialismo nunca funciona. Y que una vez que sus desastrosos resultados están a la vista es casi imposible corregir el problema.
También es un enorme problema en la Eurozona, y el BCE no puede disimularlo. Pero no creamos que es un ejemplo único, es sólo la punta del iceberg. El desastroso Fondo Next Generation EU y la sorda Comisión Europea encubren actualmente los aún peores problemas estructurales de España y otras naciones de la Zona Euro.
Francia demuestra por qué nadie debería probar el socialismo. La Zona Euro muestra por qué nadie debería imitar el modelo estatista que imponen los políticos franceses.
Este artículo se publicó originalmente en dlacalle.com.