Veinte años después del derrocamiento de Hussein, se está formando un nuevo eje del mal: el líder chino Xi Jinping y el presidente ruso Vladimir Putin se están erigiendo como la mayor amenaza para la seguridad global.

Han pasado más de veinte años desde que el entonces presidente estadounidense George W. Bush identificó por primera vez un "eje del mal" de estados rebeldes que amenazaban la seguridad global. Ahora está tomando forma una nueva alianza de estados malignos con Rusia y China actuando como nuevos ejes centrales.

Cuando Bush articuló por primera vez su noción de naciones rebeldes -durante su discurso sobre el estado de la Unión en 2002, bajo la estela de los recientes ataques del 11 de septiembre- identificó a Irak, Irán y Corea del Norte como naciones que, junto con sus aliados terroristas, "constituyen un eje del mal... al buscar armas de destrucción masiva, estos regímenes plantean un peligro grave y creciente".

Se consideraba entonces que el dictador iraquí Saddam Hussein, que había buscado activamente adquirir un arsenal nuclear y biológico, representaba la amenaza más grave para la democracia occidental. Amenaza que, finalmente, fue anulada en 2003 con el derrocamiento del régimen por parte de la coalición liderada por Estados Unidos.

A dos décadas del derrocamiento de Hussein, se está formando un nuevo eje del mal. El líder chino Xi Jinping y el presidente ruso Vladimir Putin han ido tomando el lugar de Hussein como los líderes que representan el riesgo más acuciante para la seguridad global.

Al estar a la cabeza de países que poseen algunos de los mayores arsenales de ojivas nucleares del mundo, Xi y Putin constituyen una amenaza mucho mayor que la que jamás representó Hussein.

Al igual que Hussein, quien durante su gobierno lanzó invasiones a Irán y Kuwait, Xi y Putin desprecian la soberanía de sus estados vecinos.

Xi ha estado observando los mares Meridional y Oriental de China, cooptando las Islas Salomón, construyendo y militarizando sus propias islas artificiales y amenazando no sólo a Taiwán, sino también a vecinos como Australia, India y Japón.

Putin ocupó territorio en Georgia en 2008 y Ucrania en 2014 (Crimea) y 2023. Además, su belicosidad hacia los Estados bálticos y Europa del Este es incesante.

Sin embargo, a diferencia de Hussein, Xi y Putin cuentan con la ayuda inestimable de poderosos arsenales militares y nucleares que les favorecen en sus búsquedas territoriales. Tanto que, gracias a ellos, han logrado persuadir a Occidente de no lanzar una acción militar directa contra Moscú.

Tras la reciente cumbre entre Putin y el dictador norcoreano Kim Jong-un en el cosmódromo de Vostochny, sede del programa espacial de Moscú, Xi y Putin están emergiendo claramente como los cabecillas de un nuevo eje del mal que comprende a China, Rusia, Corea del Norte e Irán.

Si bien el objetivo principal de Putin durante esa visita fue asegurar el apoyo militar de Corea del Norte -estado proxy de China- para la vacilante campaña militar de su país en Ucrania, la reunión de los dos autócratas podría resultar en lazos militares más profundos.

Dado que el ejército ruso ha sufrido pérdidas drásticas durante el conflicto de 18 meses (los funcionarios de inteligencia occidentales estiman que ha perdido alrededor de la mitad de su fuerza de combate), Putin está desesperado por adquirir nuevos suministros militares.

Corea del Norte ha disfrutado de estrechos vínculos militares con Moscú desde la era soviética y muchos de sus armamentos convencionales, como cohetes y artillería, son compatibles con los sistemas rusos.

China y Corea del Norte ya han proporcionado a Rusia suministros militares limitados. Cualquier aumento ayudaría sustancialmente a su campaña militar, que ahora está bajo seria presión como resultado de los recientes avances de Ucrania en el campo de batalla.

Sin embargo, en los círculos occidentales crece la preocupación de que, a cambio de aumentar el apoyo militar a Rusia, Kim quiera que Moscú proporcione asistencia técnica para sus programas de misiles y satélites, lo que mejoraría seriamente la capacidad de Corea del Norte de amenazar a Occidente con su arsenal nuclear.

A principios de este año, Corea del Norte intentó dos veces lanzar -sin éxito- un satélite espía. Pyongyang estaba interesado en desarrollar esta tecnología para aumentar su capacidad de vigilancia militar. Pero no solo: los funcionarios estadounidenses creen que el programa de satélites de Corea del Norte también tiene como objetivo aumentar sus capacidades misilísticas, ya que la tecnología es similar.

Después de la cumbre de Kim con Putin, el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Matthew Miller, dijo que preocupaba cómo la ayuda rusa con la tecnología satelital mejoraría activamente el programa de misiles de Corea del Norte.

"Es bastante preocupante y potencialmente violaría múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU por las que la propia Rusia había votado en el pasado", dijo.

La elección del cosmódromo por parte de Putin para su reunión con Kim fue ciertamente apropiada dado el estrecho interés personal que Kim tiene en lo relativo a misiles y satélites. Este fue el lugar desde donde se lanzó en agosto la reciente sonda lunar rusa, que terminó estrellándose contra la Luna.

La perspectiva de que Rusia profundice sus vínculos militares con Corea del Norte es preocupante por otras razones.

Se sabe que Corea del Norte ha trabajado estrechamente con Irán en el desarrollo de sus respectivos programas nucleares y de misiles balísticos, los cuales dependen en gran medida de la tecnología rusa.

Por ejemplo, tanto el sistema de misiles de alcance medio Nodong de Corea del Norte como el Shahab de Irán dependen en gran medida de la tecnología utilizada en los misiles Scud de la era soviética.

Cuando aviones de combate israelíes bombardearon en 2007 la instalación nuclear siria de Al-Kibar, donde Irán estaba financiando la construcción de un reactor nuclear, murieron varios científicos nucleares norcoreanos que trabajaban en el proyecto.

Otro aspecto preocupante del intento de Putin de forjar vínculos militares más estrechos con Corea del Norte son las implicaciones que podría tener para la alianza de Moscú con China.

Históricamente, China ha sido considerada el aliado más cercano de Corea del Norte, además de su socio comercial más importante.

Cualquier intento de Rusia de ayudar a mejorar la fuerza militar de Corea del Norte también beneficiará a los gobernantes de China, brindando a Corea del Norte la capacidad de agravar la amenaza que los tres países representan para Estados Unidos, sus aliados y la seguridad global.

© Gatestone