La utilización del sistema judicial como arma para promover cualquier programa político no es sólo persecución política: es una práctica antiamericana.

Utilizar el sistema judicial como arma para promover una agenda, especialmente una de corte radical, no es solo persecución política, es una práctica antiamericana. Quienes odian al presidente Trump odian los valores americanos. Le odian a usted y me odian a mí. Odian el patriotismo y les da igual que seas republicano, demócrata o independiente. Tienen una agenda.

Los perseguidores ultraizquierdistas de Trump han instrumentalizado al FBI, la CIA y el DOJ contra este outsider que amenaza con desenmascarar la ideología del orden mundial único, la burocracia innecesaria y el enriquecimiento injusto de tantos de nuestros políticos de toda la vida, sean de un partido u otro. Está claro que hay un segmento de la dirigencia de nuestro país que está aterrorizado ante el hecho de que Donald Trump descorra el velo y exponga la corrupción y el amiguismo que han infestado nuestro Gobierno federal.

La propia Declaración de Derechos está siendo atacada. Nadie se engañe. El general Flynn, asesor de Seguridad Nacional de Trump, fue puesto el primero de la lista deliberadamente. ¿Por qué? Formaba parte de la comunidad de inteligencia, conocía a los actores del juego y entendía cómo funcionan las agencias de inteligencia dentro de nuestra Administración. Tenía que irse. Los perseguidores de Trump realmente convencieron a estadounidenses inocentes de que Donald Trump era un activo ruso. La gente lo creía de verdad. Era mentira. Los manifestantes del 6 de Enero fueron detenidos sin las debidas garantías procesales. Me sorprende que tan poca gente se haya pronunciado en contra. Impugnaron a un presidente por una llamada telefónica con el líder de un país corrupto ante un tribunal improvisado un show televisivo. Invadieron la residencia personal del presidente Trump por unos documentos que habitualmente guardan los expresidentes. Ni siquiera me hagan hablar de las elecciones de 2020 y el cese simultáneo del recuento en cinco condados decisivos. Ahora, un fiscal de distrito del estado de Nueva York respaldado por Soros y que hizo campaña con la promesa de "atrapar a Trump" ha acusado –algo inédito– a un expresidente muy querido por un delito menor por el que el anterior fiscal del distrito, el Departamento de Justicia y los fiscales federales se negaron a procesarlo, porque el caso era muy débil. Es vergonzoso. Pero es mucho más que eso. Es una abominación y un ataque al imperio de la ley en el que se basan nuestras libertades.

Así que la pregunta es: ¡¿cuándo vamos a parar esto?! Donald Trump ya no es sólo un expresidente, un empresario de éxito o un padre. Ya no es sólo un hombre. El presidente Trump es ahora un símbolo del ciudadano medio que está siendo constantemente zaherido por el poderoso brazo de nuestro Gobierno federal. Esto es exactamente lo que aterrorizaba a los fundadores de nuestro país, y aquello de lo que nuestros antepasados huyeron. Tanto si es usted partidario de Trump como si no, debe defenderle porque defenderle es defender a Estados Unidos, a nuestra República, el Estado de Derecho y nuestra propia existencia tal y como la conocemos. Debemos defendernos a nosotros mismos, a nuestros hijos y a nuestros nietos. Nunca ha habido tanto en juego. Los estadounidenses de todas las tendencias políticas, etnias, sexos y creencias religiosas deben unirse pacíficamente. Si no se planta ahora, puede que no tenga la oportunidad de hacerlo más adelante. Ha llegado el momento. Debemos de estar a la altura de las circunstancias. Unámonos pacíficamente para proteger y preservar la nación más grande que la Tierra haya conocido jamás.

No podemos dejar que ganen. Si lo hacen, la República desaparecerá.