Un exgobernador de un centro para la 'afirmación de género' advierte de las "trágicas consecuencias" de precipitarse en los tratamientos con menores

El NHS británico anunció que cerraría el Tavistock Centre tras la publicación de un informe independiente que denunciaba que sus prácticas "no eran seguras" para los niños y jóvenes.

El Servicio Nacional de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés) está reformando el Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género (GIDS) del Tavistock Centre de Londres tras las conclusiones de una inspección independiente que denunciaba que sus prácticas "no eran seguras" para los niños y jóvenes que acudían. El centro era investigado desde que el psicoterapeuta Marcus Evans, ex miembro de la Junta de Gobernadores, dimitiera en 2019 denunciando que los menores necesitaban "más terapia y no sólo 'afirmación' y medicamentos".

En un artículo publicado en Spiked, Evans se hace eco de los resultados del estudio independiente de la doctora Hilary Cass en febrero del año pasado, en el que recomendaba un cambio radical en la metodología del GIDS. Tras la publicación del informe, el NHS anunció que cerraría el Tavistock Centre y que se crearían otros centros regionales para "garantizar que se atienden plenamente las necesidades holísticas" de los pacientes, siguiendo las recomendaciones del estudio.

8.000 menores esperan un tratamiento de afirmación de género

Uno de los principales puntos, ya criticado por Evans en un artículo anterior en Quilette en el que explicaba su renuncia, es la utilización abusiva, y sin apenas seguimiento y estudio previo de los pacientes, de bloqueadores de pubertad.  Tanto Cass como Evans insisten en que el uso de estos medicamentos no cuenta con la suficiente base empírica para garantizar que sus beneficios superan a los efectos perniciosos que provocan a largo plazo. De hecho, otra de las principales quejas es la ausencia de un seguimiento a largo plazo de los pacientes, especialmente cuando dejan atrás la adolescencia y deben asumir las consecuencias del cambio de sexo.

El número de menores y jóvenes que piden iniciar un procedimiento de afirmación de género o cambio de sexo se ha multiplicado exponencialmente en los últimos años. Ya en 2019, Evans señalaba que desde 2014, el número de peticiones de citas había aumentado un 400%. En estos momentos, el psicoterapeuta, que denuncia que el Tavistock Centre continúa abierto un año después de la publicación del informe y aplicando los mismos protocolos, dice que hay unas 8.000 personas en lista de espera.

Presión sobre los terapeutas

En 2019, Evans presentó su renuncia como gobernador del centro debido a la presión que se ejercía sobre los terapeutas para que pasaran a prescribir fármacos y a afirmar a los menores en la identidad de género que afirmaban poseer, sin mayores indagaciones sobre su situación familiar, física, psicológica o, incluso, si presentaba otro tipo de patologías psiquiátricas previas. Evans dejó su puesto después de que la dirección del centro decidiera ignorar la carta de varios padres que se quejaban de que sus hijos habían pasado por la vía rápida por el GIDS sin ninguna evaluación psicológica seria y de que despreciaran el informe de un doctor que expresó que tenía graves problemas éticos con los procedimientos del centro en este mismo sentido.

Como gobernador del Tavistock Trust, presencié personalmente los intentos de la dirección del Trust de desestimar o socavar tanto el informe del Dr. Bell, que presentó a finales de 2018, como la carta de los padres. Esto incluyó acusar al Dr. Bell de ficcionalizar los estudios de casos que describió, cuestionar sus credenciales, ocultar su informe a ciertos gobernadores e impedirle asistir a una reunión para discutir la respuesta del Director Médico a su informe.

Presión a los pacientes para operarse

En el documento del Dr. Bell, el experto denunciaba "evaluaciones clínicas inadecuadas, pacientes a los que se presiona para que se sometan a intervenciones médicas tempranas y la incapacidad del GIDS para hacer frente a la presión de los activistas trans". Unas quejas que ya habían sido lanzadas, en 2005, por la ex trabajadora del centro -y esposa de Marcus- Susan Evans, preocupada por la velocidad con que se derivaba a los niños a la vía médica. La forma en la que la dirección del centro ignoró estas denuncias llevó al psicoterapeuta a presentar su dimisión como protesta.

Tavistock sigue abierto y con los mismos protocolos

Algo que, como lamenta Evans, no cambió la forma de entender la situación de la disforia de género ni la manera de tratarla a los directivos de Tavistock. Según el experto, el principal problema del GIDS es que muchos de sus integrantes "siguen comprometidos con una serie de creencias compartidas sobre género e identidad, que definen cómo se ven a sí mismos en relación con el resto del mundo. Se consideran parte de un grupo progresista con principios virtuosos. Y están decididos a aferrarse a estas creencias, incluso frente a las pruebas que las cuestionan".

Tampoco los varapalos judiciales han hecho desistir al centro. Y eso que han dejado claro que Tavistock no realiza un seguimiento de la evolución de los menores a los que ha realizado el tratamiento de cambio de género, ni siquiera a los que ha facilitado la operación de reasignación de género, ni había investigaciones adicionales sobre los efectos a largo plazo. También, a requerimiento judicial, se vieron obligados a reconocer que no realizan estudios a los pacientes que desvelaran otras posibles morbilidades previas como las que se encuentran dentro del espectro autista.

Miedo entre los terapeutas a ser acusados de tránsfobos

Evans cree que esto se debe a que "quizás el GIDS temía lo que la investigación y el seguimiento podrían haber revelado. Por experiencia propia, sé que muchas de las personas que se someten a una reasignación de sexo pueden sufrir importantes dificultades posteriores".

No se trata, según el psicoterapeuta, de un error casual, sino un problema de imponer las creencias ideológicas de un grupo que no admite debate. De hecho, Evans señala que, a pesar de que muchos expertos comparten sus puntos de vista, se niegan a dar la cara por temor a ser tachados de fanáticos o tránsfobos y ser denunciados por vulnerar derechos humanos. Algo a lo que algunas agrupaciones de médicos, como la Asociación Americana de Pediatría han contribuido a fomentar animando a que los médicos atiendan al sexo que los menores declaren sentir.

Con demasiada frecuencia, el trabajo clínico se ha basado en creencias ideológicas sobre el género. Con demasiada frecuencia ha fomentado soluciones a corto plazo -por ejemplo, bloqueadores de la pubertad- para problemas de dolor psicológico. Este enfoque tiene costes a largo plazo. Significa que los jóvenes están dando su consentimiento a vías médicas que tienen graves implicaciones a largo plazo.

Aumento de los intentos de suicido entre los "desistidores"

Sin embargo, en su amplia experiencia profesional, Evans indica que "los jóvenes que presentan disforia de género -sensación de que hay una falta de correspondencia entre su sexo biológico y su identidad de género- suelen tener dificultades comórbidas complejas. Pueden, por ejemplo, pertenecer al espectro autista, sufrir trastornos de ansiedad, tener antecedentes traumáticos o problemas físicos", denuncia el especialista, para el que "es peligroso centrarse únicamente en las cuestiones de identidad de género".

Tan peligroso como que, durante su etapa evaluando a personas que habían intentado quitarse la vida o realizaban gestos suicidas, descubrió que muchas de ellas llegaron a ese punto tras arrepentirse de haber realizado un cambio de sexo. "Varios de mis pacientes se habían sometido a cirugía de reasignación de sexo, y a menudo estaban enfadados por la pérdida de su funcionamiento sexual biológico. También se sentían agraviados con los profesionales de la psiquiatría, que, en su opinión, no habían investigado adecuadamente las dificultades psicológicas subyacentes asociadas a la disforia de género", lamentó Evans.

Observé que los pacientes con antecedentes de enfermedades mentales graves y duraderas o trastornos de la personalidad a veces también desarrollaban disforia de género. Un tema común en sus presentaciones era la creencia de que los tratamientos físicos eliminarían o resolverían aspectos de sí mismos que les causaban dolor psíquico. Cuando dichas intervenciones médicas no conseguían eliminar sus problemas psicológicos, la decepción podía llevar a una escalada de autolesiones e ideación suicida, ya que el resentimiento y el odio hacia sí mismos se exteriorizaban en relación con sus cuerpos.

Deseo de arreglar sus problemas existenciales con una operación

Muchas de estas personas, insiste Evans, quieren creer que todos sus sentimientos de duda, conflicto y confusión provienen de la disforia de género y tienen una solución médica: el cambio de sexo. Algo de lo que Evans discrepa radicalmente y advierte a los terapeutas de estudiar detenidamente: "La certeza de que un niño sufre disforia de género no justifica que se le someta a un tratamiento médico. Al contrario, el hecho de que una persona tenga la certeza de que necesita una intervención médica específica, con consecuencias a tan largo plazo, debería considerarse una señal de alarma".

La transición de la infancia a la edad adulta siempre ha sido turbulenta. Es un periodo de grandes cambios sociales, fisiológicos y psicológicos. Y puede llevar al individuo a sentir que su cuerpo y su mente están fuera de control. Este es uno de los atractivos psicológicos de reducir todos los problemas a la cuestión del sexo y buscar una intervención médica como un bloqueador de la pubertad. Detiene el proceso de desarrollo que acompaña a tantas turbulencias. Sin embargo, hay pocas pruebas que sugieran que una intervención de este tipo ayude a largo plazo.

Los jóvenes "no necesitan servicios de género"

Algo que no se ha tenido en cuenta en el GIDS, según Evans: "Yo diría que el modelo de atención que se ofrece en el GIDS no satisface las necesidades de los jóvenes. No necesitan servicios de género; necesitan buenos servicios de salud mental para niños y adolescentes (CAMHS). Estos servicios adoptan un enfoque holístico. Consideran al individuo en el sentido más amplio posible y evalúan su estado psicológico, incluidas las afecciones comórbidas y la dinámica familiar".

Evans critica a los terapeutas que imponen "su idea de lo que es normal a un paciente que cree que es trans". Para el experto, el terapeuta "debe resistirse a la tentación de suspender la curiosidad, aceptar acríticamente la presentación del paciente y actuar como una cheerleader "afirmativa" de los actos de transición que cambian la vida". Por el contrario, Evans apunta que "el objetivo de la terapia exploratoria debería ser comprender el significado que hay detrás de la presentación del paciente para ayudarle a desarrollar una comprensión de sí mismo, incluidos los deseos y conflictos que impulsan su identidad y sus elecciones".

"Consecuencias trágicas a largo plazo"

De hecho, Evans anuncia que las terapias de afirmación de género acabará provocando una crisis "similar a la de los opiodes" debido a los médicos que sólo dicen "sí" a los pacientes en lugar de ayudarle y ser capaces de decir "no" si es necesario.

Es comprensible que los médicos quieran proteger a sus pacientes del dolor psíquico. Pero las soluciones rápidas basadas únicamente en la autodeclaración pueden tener consecuencias trágicas a largo plazo. Y ya hay un número cada vez mayor de "desistentes" trans (también conocidos como "detransitioners") que piden responsabilidades a los profesionales médicos que habían dado el visto bueno a sus afirmaciones trans. Y en 2019, cuando una mujer británica anteriormente identificada como trans llamada Charlie Evans hizo público su desistimiento, fue contactada por "cientos" de otros desistentes, y formó un grupo llamado The Detransition Advocacy Network para darles voz y apoyo en un entorno contencioso que ha estado dominado por la ideología trans dogmática.