La historia detrás del Estado de la Unión: desde la sobriedad de Jefferson hasta el show moderno de Wilson

El presidente Washington comenzó la tradición en 1790 y desde entonces casi todos los jefes de Estado se presentaron a rendir cuentas frente al Congreso.

“¡Señor vocero, el presidente de los Estados Unidos!”, es quizás el grito más famoso de la política estadounidense. La expresión se escucha una vez al año exclusivamente para el evento conocido como el Estado de la Unión. Se trata de un discurso que el presidente brinda ante el Congreso en pleno y que cuenta con la asistencia de todo el gabinete, miembros de la Corte Suprema, la Armada y múltiples invitados especiales. Su popularidad es tal que tanto el nombre del evento como el evento en sí han protagonizado varias series y películas. Con esto por detrás, es válido hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué es el Estado de la Unión?.

Fue George Washington inició la tradición en 1790 y se mantuvo a lo largo de los siglos. Horas antes de una nueva edición a cargo de Joe Biden, esta es la historia detrás del evento.

El origen del discurso no es otro que la propia Constitución. En la Sección III del Artículo II descansan las siguientes palabras sobre el presidente: “De tiempo en tiempo informará al Congreso sobre el estado de la Unión y recomendará a su consideración las medidas que considere necesarias y convenientes”.

El primer presidente de la historia del país fue quien brindó precisamente el primer discurso ante el Congreso, aunque todavía no había sido bautizado tal como se lo conoce actualmente. John Adams no se quedó atrás y fue quien terminó de darle forma a la tradición. Ambos bajaron a tierra el “de tiempo en tiempo” que establece la Constitución, ya que se presentaron anualmente en Capitol Hill con su montículo de papeles listo para la acción.

La costumbre no tardó mucho en romperse y el hombre responsable fue Thomas Jefferson. El tercer presidente no era precisamente un fanático de este discurso, puesto que prefería ser conocido como un escritor antes que como un orador. En efecto, solo se registraron dos discursos públicos durante su presidencia. Él no quería saber nada con ir al Congreso, entonces, para cada Estado de la Unión enviaba el texto para que fuera leído en vivo por otra persona.

Los mandatarios posteriores tomaron el guante de Jefferson, fueron enviando sus discursos a mano y no se los vio ni por la puerta del Congreso. Nuevamente, existió otro presidente que optó por cambiar la dinámica.

El Estado de la Unión moderno

Woodrow Wilson llegó al poder en 1913 aprovechando la división del Partido Republicano. Con Theodore Roosevelt y William Howard Taft corriendo por separado, el demócrata aprovechó y se convirtió el primero de su partido en la Casa Blanca desde Grover Cleveland.

Quien fuera autor de los famosos ‘14 puntos de Wilson’, retomó la costumbre de Washington y volvió en persona al Congreso. Fue el encargado de establecer el modus operandi moderno, con una triunfal entrada al comienzo del discurso. Esta dinámica nació apenas meses después de que asumiera, en diciembre del 1913.

Desde entonces, el único presidente que no dio su discurso del Estado de la Unión en persona fue Herbert Hoover, quien tampoco disfrutaba hablar en público y prefería mandarlo todo por escrito.

Hasta 1923, lo común era que los ciudadanos se enterasen de lo que dijo el presidente durante los siguientes días o semanas, dado que no existía la inmediatez en las noticias como la conocemos hoy.

El mencionado año vio por primera vez cómo el discurso era transmitido por radio a buena parte del país. Por lo tanto, la primera voz que millones de personas escucharon dando el discurso fue la de Calvin Coolidge, quien casualmente estaba haciendo su debut en el podio. Años después, en 1947, Harry Truman fue el primer presidente que apareció por televisión en el Congreso.

El evento fue conocido como ‘Mensaje Anual’ desde su nacimiento hasta 1946, cuando el nombre mutó oficialmente a Estado de la Unión.

¿Para qué sirve el discurso del Estado de la Unión?

Así como su nombre y su dinámica, la utilidad e importancia del discurso también fueron variando a lo largo de los años. Por ejemplo, según indica el sitio web de la Cámara de Representantes, antes del siglo XIX “el mensaje anual era a la vez un extenso informe administrativo sobre los distintos departamentos del Poder Ejecutivo y un mensaje presupuestario y económico”.

Todo cambió con Wilson, quien hizo mutar el discurso hacia una “plataforma para que el presidente consiga apoyo para su agenda”. Por supuesto, esto también viene acompañado de una pesada y preparada retórica, elaborada quirúrgicamente para endulzar el oído de cualquiera.

La redacción del discurso puede durar meses y a esto hay que sumarle unas cuantas horas más en las que el presidente ensaya en vivo con su equipo. Según cuenta la leyenda, para cuando el jefe de Estado finalmente está en el podio delante del Congreso, sus ayudantes ya tienen memorizado speech entero.