Una derrota histórica de la izquierda: lo que significa el triunfo del libertario Javier Milei para Argentina y la región
Al libertario no solo lo votaron los conservadores y los liberales argentinos. Lo votó la clase media, la ex clase media; la población que vive en la pobreza y hasta los peronistas descontentos.
Las encuestadoras volvieron a fallar en Argentina. Algunas le deban a Sergio Massa, el candidato peronista y oficialista, un margen de dos puntos porcentuales sobre el libertario Javier Milei. Otra, exactamente lo contrario: un triunfo justo y por poco margen del economista. En todo caso, todos los sondeos plantearon una elección pareja y cerrada; pero en la práctica, la realidad fue diametralmente opuesta: Milei ganó con un amplio margen, de más de 10 puntos.
El resultado es histórico y contundente. Argentina es una sociedad polarizada, donde electoralmente siempre predominó el relato izquierdista y progresista, especialmente a lo largo de la última década. Pero con una economía destruida, una inflación de tres dígitos, una inseguridad rampante y una crisis de libertades ampliada desde la pandemia el outsider libertario, completamente ajeno a la política tradicional, logró romper ese relato.
Con apenas tres años de carrera política, sin contar sus apariciones en televisión como panelista, Milei logró aglomerar el 30 % del voto opositor ante el descontento popular contra la centroderecha en Argentina.
¿Cómo lo hizo? Con un discurso directo y fuerte contra el kirchnerismo (la izquierda progresista argentina), sus políticas económicas y la hegemonía cultural que estaban implantando en el subconsciente de la sociedad argentina.
Milei es el único candidato en Argentina que se atrevió, desde un punto de vista liberal clásico o libertario, a cuestionar el relato del progresismo argentino. Fue el que plantó una postura contra el aborto, la ideología de género, el lenguaje inclusivo y otros temas de conversación abandonados por el conservadurismo argentino. Eso tiene un mérito gigante.
Mientras la izquierda dominaba el relato desde la cultura, especialmente en los medios y las universidades, la centroderecha se había olvidado de dar “la batalla de las ideas”, Milei no. El libertario, otrora rockstar televisivo, se metió de lleno en esa guerra y logró lo impensado: que el votante de clase media o ex clase media, el votante que vive sumido en la pobreza y hasta cierta parte del voto peronista conservador en Argentina votara a alguien “de derechas”.
Milei, vale recordar, no es conservador en absoluto, es un liberal clásico (o libertario dependiendo de a quien le preguntes), que simplemente ha reventado el relato del Estado presente y rescatado el concepto de un Estado limitado que solamente interviene en lo justo y necesario.
En esa senda, Milei es el único que golpeó una y otra vez la idea de que se necesita un Gobierno que intervenga fuertemente en la economía, que controle los precios, que no deje funcionar al mercado libremente y que destruya el bolsillo de los trabajadores a través de impuestos masivos e ilógicos.
Este discurso, considerado hasta hace nada como disruptivo, polémico y sin mesura, le permitió a Milei encender la mecha del voto joven que, hasta hace un par de años, no veía un futuro en su propio país y pensaba en que migrar era su única salida. Es Milei el que encendió la llama de los obreros, que históricamente votaron a la izquierda (o al peronismo), para que estos le dieran un voto de confianza a un candidato que les dijo: “Dame tu voto, para sacarle el poder a los políticos y devolvértelo a ti”.
Allí está la clave del triunfo de Milei. Lejos de hablar con la “e” o la “x”, o de congraciarse con la idea del progresismo moderno de enseñar las ESI en las escuelas, el libertario entendió que el argentino, aunque en silencio, estaba harto de la clase política tradicional y sus ideas liberticidas. Una tendencia cada vez mayor en las sociedades occidentales.
Milei despertó nuevamente el debate sobre la bajada de los impuestos, de que el sistema de salud público y educativo hay que reformarlo a través de soluciones privadas; que las escuelas no deben ser centros de adoctrinamiento progresista y que Argentina necesita volver a ser un país liberal en lo económico para volver a ser la potencia que fue siglos atrás. Todo esto logrando alianzas con un sector conservador dispuestos a seguir dando la batalla cultural en un país predominantemente católico.
Todas las ideas y propuestas de Milei, que ahora serán puestas a prueba en la Argentina, fueron ganando adeptos dentro de una sociedad hastiada de los políticos tradicionales. Por ello, la victoria de Milei es una batalla ganada en lo cultural traslada al ámbito político. Su triunfo, como el de Trump en 2016, o el de Meloni en Italia en 2022, o la irrupción de Vox como fuerza política en España es la redefinición de una “derecha” que logró arrebatarle el voto popular al progresismo radical elitista. Una victoria que se entiende gracias al voto de los obreros, de los ciudadanos más humildes y de la clase media que está en la búsqueda de un líder que no decepcione al voto popular.