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El interés de China en la agricultura norteamericana como amenaza para la seguridad nacional de EEUU

Si en 2010 el gigante asiático poseía 13.720 acres de tierra en EEUU, en 2020 ya controlaba 352.140.

S. Herman & F. Richter/ Pixabay

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La Comisión para la Revisión de la Economía y la Seguridad entre Estados Unidos y China (USCC) ha advertido recientemente de que el interés chino por la agricultura estadounidense representa tanto un serio desafío económico como un riesgo para la seguridad de EEUU.

China ocupa el 7-9% de la tierra cultivable del mundo, 294 millones de acres, pero alberga casi el 20% de la población mundial (1.400 millones de habitantes -año 2020- para un total de casi 8.000 millones -año 2022-). En comparación, Estados Unidos tiene más de 375 millones de acres de tierra cultivable y una población de 329,5 millones.

China ha tratado de resolver el dilema que le plantea su seguridad alimentaria adquiriendo a gran escala tierras de cultivo y empresas agrícolas en el extranjero, incluso en Estados Unidos, así como afanándose en el desarrollo de su sector agro-tecnológico, incluso mediante el robo de tecnología agraria estadounidense.

"Los esfuerzos domésticos del Gobierno chino no son suficientes para resolver los problemas de China", señala el informe de la USSC. Y añade:

China (...) ha salido al exterior para atender a sus necesidades mediante inversiones y adquisiciones de tierras de cultivo y para la cría de animales, de equipos agrícolas y propiedad intelectual (PI), especialmente de semillas transgénicas [modificadas genéticamente]. Estados Unidos es un líder mundial en todos estos campos, lo que lo convierte en un socio comercial de primer orden y, a menudo, en un objetivo de los desvelos de China por reforzar su sector agrícola y su seguridad alimentaria, a veces por medios ilícitos. Ese empeño presenta varios riesgos para la seguridad económica y nacional de Estados Unidos. La adquisición de piaras de cerdos en Estados Unidos por parte de empresas chinas puede ahorrarle dinero a Pekín y mejorar su capacidad doméstica; sin embargo, también podría reducir su necesidad de producción de origen estadounidense y redistribuir los efectos medioambientales de los residuos porcinos en las comunidades estadounidenses. Si se producen más consolidaciones e inversiones chinas en activos agrícolas estadounidenses, Pekín podría tener una influencia indebida en las cadenas de suministro de Estados Unidos. El acceso de China a la propiedad intelectual agrícola norteamericana también puede erosionar la competitividad de Estados Unidos en la tecnología agrícola subyacente a la producción de alimentos. Además, las adquisiciones ilícitas de semillas transgénicas por parte de China supone un impulso para el desarrollo de sus propias semillas, priva a las empresas estadounidenses de ingresos y brinda [a Pekín] la oportunidad de descubrir vulnerabilidades en los cultivos estadounidenses.

Cuanta más tecnología agrícola estadounidense adquiera China, especialmente a través del robo, para convertirse en hegemónica en el campo de la agrotecnología, peor le irá a Estados Unidos a la hora de vender su propia tecnología, ya sea a China o a terceros países. Una de las áreas de interés del plan Made in China 2025 para convertir al gigante asiático en líder mundial en tecnología es la de la maquinaria agrícola (tractores, cosechadoras de alta gama, etc.). China tiene el objetivo concreto de satisfacer el 95% de su demanda con equipos fabricados en su territorio. Según el informe de la USCC, sus políticas, sostenidas en parte en el robo tecnológico, han afectado negativamente a las exportaciones estadounidenses de equipos agrícolas con destino China.

"En 2013, EEUU envió equipo agrícola a China por valor de casi 27 millones de dólares", constató la USSC. "En 2015, el año en que se introdujo la política Made in China 2025, las exportaciones se situaron en torno a los 16 millones de dólares, y desde entonces han descendido hasta los aproximadamente 9 millones de dólares en 2021". Esto tiene graves consecuencias para la competitividad de Estados Unidos, sobre todo porque también puede afectar a sus exportaciones a terceros países, que quizá prefieran adquirir sus equipos agrícolas a un menor precio en China, donde los costes laborales son mínimos.

China ha ido incrementando su propiedad de tierras estadounidenses en la última década, pasando de 13.720 acres en 2010 a 352.140 en 2020, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). Por ahora, la mayor compra china en el sector agrícola norteamericano ha sido la de Smithfield Foods (2013): el propietario actual del mayor productor de carne de cerdo de EEUU es WH Group, compañía estatal china que empezó en China en el negocio del envasado de carne. En el momento de la venta, Smithfield tenía en EEUU 25 plantas, 460 granjas y contratos con 2.100 productores en 12 estados, así como 146.000 acres de terreno.

Los 352.140 acres que China posee en Estados Unidos -192.000, agrícolas; el resto, destinado a "otros" usos- son una cantidad pequeña si se los compara con la cantidad de tierra estadounidense en manos de otros países, como Canadá y Holanda. Canadá, por ejemplo, posee 4,7 millones de acres y Holanda, 4,6. Ahora bien, ni Canadá ni Holanda constituyen una amenaza para EEUU, y no pretenden dominar el mundo.

"De [esos] casi 200.000 acres, lo más preocupante es la tendencia", afirmó Dan Newhouse, miembro de la Cámara de Representantes (R-Wash.):

En un primer momento, uno contempla la superficie que posee aquí China y piensa que es pequeña, pero casi toda ha sido adquirida en la última década. A eso hay que unirle que el objetivo declarado del PCC [Partido Comunista Chino] es rehacer el mundo en su beneficio. La tendencia es que [los comunistas chinos] sigan comprando nuestros activos, y eso tiene que terminar antes de que se convierta en un problema aún mayor.

Los chinos no se han detenido en la compra de terrenos, sino que han ampliado sus operaciones a los sectores ganadero y cerealista.

"En algunos casos, los científicos chinos han optado sencillamente por robar propiedad intelectual y tecnológica norteamericana, en lugar de investigar y tratar de desarrollarlas por sí mismos", señala la USSC.

La adquisición de secretos comerciales estadounidenses mediante el espionaje agrícola se ha convertido para China en una forma conveniente de mejorar su producción agrícola y hacerla más competitiva en los mercados mundiales. La investigación de cultivos transgénicos en China, incluida la relacionada con la obtención de semillas, está aún poco desarrollada si se compara con Estados Unidos, que es el mayor exportador de cultivos transgénicos. La creciente industria de cultivos transgénicos china se beneficiaría enormemente del acceso a las semillas protegidas de Estados Unidos, cuyo desarrollo requiere muchos años y recursos. El robo de propiedad intelectual agrícola podría permitir a las industrias agrarias chinas vender más barato que sus competidores estadounidenses en los mercados internacionales de semillas.

La USSC estima que cada semilla endogámica "puede llegar a los 30-40 millones de dólares en costes de laboratorio, ensayos y trabajo de campo".

Un famoso caso de robo de semillas fue resuelto con éxito por el FBI y tuvo por objetivo a Mo Hailong, ciudadano chino enviado a EEUU por Dabeinong (DBN), empresa que fabrica productos para piensos y está estrechamente relacionada con el Gobierno chino. En Estados Unidos, Hailong recogió miles de semillas de maíz endogámico en terrenos propiedad de Monsanto y DuPont Pioneer, y luego las envió a China. Asimismo, Hailong adquirió dos granjas en Iowa e Illinois. Fue condenado a tres años de prisión y a una multa.

"Mo Hailong robó valiosa información intelectual en forma de semillas de maíz de DuPont Pioneer y Monsanto, con el fin de llevar esos secretos comerciales a China", declaró el fiscal federal Kevin E. VanderSchel.

El robo de secretos comerciales es un delito federal grave, ya que perjudica a las empresas víctimas, que han invertido millones de dólares y años de trabajo en el desarrollo de tecnología propia. El robo de secretos comerciales agrícolas, y de propiedad intelectual de otro tipo, supone una grave amenaza para nuestra seguridad económica nacional.

En un caso más reciente, del pasado abril, Xiang Haitao, de nacionalidad china, fue condenado a 29 meses de prisión, tres años de libertad vigilada y una multa de 150.000 dólares tras haber trabajado como científico en Monsanto durante casi una década. Haitao fue condenado por intentar robar a la empresa de biotecnología agrícola un valioso algoritmo e intentar llevarlo a China para la aceleración de los avances tecnológicos del régimen de Pekín.

"El Gobierno de China no duda en ir a por el ingenio que impulsa nuestra economía", afirmó Alan E. Kohler Jr., director adjunto de la División de Contrainteligencia del FBI.

El robo de nuestra preciada tecnología puede conducir a la pérdida de puestos de trabajo bien remunerados aquí, en los Estados Unidos, afectando a las familias y, a veces, a comunidades enteras. Nuestra seguridad económica es esencial para nuestra seguridad nacional. Por eso, en el FBI la protección de la innovación nacional es tanto una prioridad policial como de seguridad nacional.

China también ha avanzado en la mejora genética de su ganadería con la mera compra de animales estadounidenses. "China ha adquirido millones de animales estadounidenses como ganado de cría, ahorrándose décadas de tiempo y recursos en la investigación agrícola avanzada que se dedica a mejorar la salud y la calidad nutricional de los animales", señaló la USSC.

El robo de propiedad intelectual agrícola podría tener no sólo importantes consecuencias económicas negativas, sino posibles implicaciones militares en forma de guerra biológica. "Aunque el principal interés de China en obtener semillas transgénicas de Estados Unidos sea mejorar el rendimiento de sus cosechas, es posible que la propiedad intelectual agrícola se convierta en un arma", advirtió la USSC; y añadió:

Como sucede con el hackeo de un código informático, Pekín podría hackear fácilmente el código o el ADN de semillas transgénicas estadounidenses y librar una guerra biológica creando algún tipo de plaga con potencial para destruir los cultivos de Estados Unidos (...) Una de las vulnerabilidades de las semillas transgénicas es su limitada variación genética. Por lo tanto, un virus u hongo diseñado para acabar con una planta transgénica podría acabar con todo un cultivo sin variación genética que mitigue las pérdidas. En un cultivo natural, una variedad de rastros de ADN en el campo podría mitigar algunas pérdidas y asegurar que algunas de las plantas sobrevivan a una infección viral o fúngica (...) Las aplicaciones defensivas de la biología sintética también puede ser una motivación para el deseo chino de acceder a semillas avanzadas de Estados Unidos y a otras formas de propiedad intelectual agrícola. Quizá mostrando el sentir de los científicos chinos, Jiang Gaoming, investigador y profesor de la Academia China de Ciencias, escribió un artículo sobre los esfuerzos de biodefensa de Estados Unidos exhortando a otros científicos chinos a canalizar su investigación hacia la defensa biológica de su país: "Amigos expertos en OGM [organismos genéticamente modificados], vuestra sabiduría debe enfocarse no en vosotros mismos sino en el enemigo".

© Gatestone Institute

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