Del Islam al cristianismo: Ayaan Hirsi Ali cuenta en un poderoso ensayo la razón de su conversión

Su texto, como vaticina el intelectual egipcio Hussein Aboubakr, podría ser "uno de los mayores momentos culturales desde el 11 de septiembre".

El intelectual y escritor egipcio Hussein Aboubakr Mansour escribió esta semana que "el anuncio de Ayaan Hirsi Ali es uno de los mayores momentos culturales desde el 11 de septiembre y no sé cuánta gente se de cuenta de ello".

A vuelo rasante, parece una exageración. Ayaan Hirsi Ali, la reconocidísima activista somalí-americana, escritora y política que sufrió en su niñez de la mutilación genital por parte de la religión que profesaba, el Islam, publicó hace un par de días un ensayo en el que relata su conversión al cristianismo.

Lo que dice Hussein Aboubakr es cierto sí, y solo sí, las palabras de Ayaan, en su ensayo, tienen eco. Porque, de ocurrir, sí podríamos estar ante un evento cultural importante, por la carga argumentativa del texto.

Primero, Ayaan Hirsi Ali cuenta cómo fue su niñez cuando los Hermanos Musulmanes se tomaron su comunidad en Nairobi, Kenya, en 1985. Ella, criada bajo los preceptos del Islam, vivió en carne propia la radicalización de su comunidad: el odio y el miedo crecieron dentro de cada musulmán. El infiel era un traidor y el placer, bien sea a través de los libros, la música, el baile o el cine, era una traición.

Por vivir en miedo, luego de huir de Kenia, el ateísmo se volvió tan atractivo para Ayaan Hirsi Ali.

"Como atea, perdí el miedo", escribe.

Pero, ¿qué cambió? ¿Por qué me volví cristiana?

La respuesta está en el mundo que hoy vivimos. Las amenazas a nuestra civilización se multiplican. Campantes, van ganando terreno, en nuestras fronteras y en los corazones de nuestras civilizaciones.

Ayaan Hirsi Ali menciona cuatro amenazas en concreto: "El resurgimiento de los grandes poderes autoritarios y expansionistas en las formas del Partido Comunista China y la Rusia de Vladimir Putin; el surgimiento del Islamismo global, que amenaza con movilizar a una población masiva en contra de Occidente; y el contagio viral de la ideología woke, que carcome la fibra moral de la próxima generación".

Hoy, ante el dilema que se abre en el Medio Oriente, con la guerra entre Hamás, Irán, contra Israel, el mundo occidental tiembla para definirse. En Berlín, Madrid o Nueva York marchan miles con cánticos antisemitas, que piden la destrucción de Israel y enaltecen la cruenta labor de grupos terroristas islamitas. Nadie hace nada.

A Latinoamérica la está tomando China, con acuerdos comerciales y políticos con países gobernados por la izquierda; mientras que Rusia amplía su margen de influencia, también penetrando países latinoamericanos frágiles ante la voluntad expansionista del nuevo zar.

"Intentamos defendernos de estas amenazas con herramientas modernas y seculares: esfuerzos militares, económicos, diplomáticos y tecnológicos para derrotar, sobornar, persuadir, apaciguar o vigilar. Y, sin embargo, con cada ronda de conflictos, perdemos terreno. O nos estamos quedando sin dinero, con una deuda nacional de decenas de billones de dólares, o estamos perdiendo el liderazgo en la carrera tecnológica con China".

Luego, Ayaan se pregunta: "Pero no podemos luchar contra estas fuerzas formidables a menos que podamos responder a la pregunta: ¿Qué es lo que nos une?".

Para ella es claro: "La única respuesta creíble, creo, reside en nuestro deseo de mantener el legado de la tradición judeocristiana".

Es la tradición, es el repertorio de ideas sobre el que se ha erigido la vida humana, nuestra libertad, la dignidad, el Estado de derecho, el imperio de la ley, la República, la democracia, la libertad de expresión y la libertad individual, la ciencia, la salud, el arte, la cultura, la música, sea profana o no; la comida, el ejercicio, la felicidad, el llanto. Todo. Todo lo que nos hace grande.

"La libertad de consciencia y de expresión es, quizá, el mayor beneficio de la civilización occidental. Y no salió naturalmente del hombre. Es producto de siglos de debate a lo interno de las comunidades judías y cristianas. Son estos debates los que permitieron avances en la ciencia, y la razón, los que acabaron con las crueldades, suprimieron las supersticiones, construyeron instituciones para proteger  y organizar la vida, mientras se garantizaba la libertad para la mayor cantidad de personas posibles".

Y, ¿por qué judeocristiana y no, también, islámica?

"A diferencia del Islam, el cristianismo superó su etapa dogmática. Cada vez estaba más claro que las enseñanzas de Cristo implicaban no solo un papel circunscrito para la religión como algo separado de la política. También implicaba compasión para el pecador y humildad para el creyente".

Esa evolución, corresponde decir, no ha ocurrido en las entrañas del Islam. A Ayaan Hirsi Ali le han reprochado que, siendo musulmana, fue una de las principales promotoras de que el Islam evolucionara. Sus propuestas no generaron debate en el mundo islámico. Todo lo contrario: amenazas de muerte y el asesinato del cineasta Theo van Gogh, su compañero en la realización del cortometraje Submission.

En su libro, The Crisis of Islam, el historiador Bernard Lewis explica por qué el Islam es una religión guerrerista, que no concibe la separación de Iglesia y Estado. Y en esto reside las grandes discusiones hoy por hoy en el Medio Oriente.

Vida y sentido

Aunque válido y convincente, el retorno a la tradición no es el único argumento que empujó a Ayaan Hirsi Ali a volverse cristiana. Como atea, aunque había descubierto la libertad de la consciencia, sufría el vacío que deja la ausencia de la fe.

"Me he vuelto hacia el cristianismo porque, en última instancia, la vida sin ningún consuelo espiritual me resultaba insoportable; de hecho, casi autodestructiva. El ateísmo no pudo responder a una pregunta sencilla: ¿cuál es el sentido y el propósito de la vida?".

Los intelectuales ateos, que son muchos y muy valiosos, a veces consideran que en el rechazo a Dios, a una religión, reside la vía para maximizar la fe y la inteligencia del hombre.

Pero, explica Ayaan, el "hueco de Dios", que es ese vacío que queda tras la retirada de la iglesia, no es ocupado por la razón sino por "dogmas irracionales y cuasi religiosos".

"El resultado es un mundo en el que las sectas modernas se aprovechan de masas dislocadas, ofreciéndoles razones espurias para ser y actuar, sobre todo haciendo teatro de señalres de virtud en nombre de una minoría victimizada o de nuesstro planeta supuestamente condenado", escribe.

Luego, habla como profecía de la frase que alguna vez blandió Chesterton: "Cuando los hombres no deciden no creer en Dios, no es que a partir de entonces no creen en nada, sino que se vuelven capaces de creer en cualquier cosa".

"En este vacío nihilista, el reto que tenemos ante nosotros para a ser civilizatorio. No podemos resistir a China, Rusia e Irán si no podemos explicar a nuestras poblaciones por qué es importante que lo hagamos. No podemos luchar contra la ideología woke si no podemos defender la civilización que está decidida a destruir. Y no podemos contrarrestar el islamismo con herramientas puramente seculares", dice.

"Para ganar los corazones y las mentes de los musulmanes aquí en Occidente, tenemos que ofrecerles algo más que videos en Tik Tok", agrega.

Por último, Ayaan Hirsi Ali reflexiona que, de su vida bajo el poder de los Hermanos Musulmanes, aprendió que el poder de una historia que unifica, como la del Islam, era suficiente para "atraer, vincular y movilizar las masas musulmanas". Por ello, la escritora propone ofrecer algo igual de significativo, o la erosión de la civilización occidental será inminente.