¿De qué lado están? La vergonzosa cobertura mediática de la guerra en Israel

A los medios no los han engañado. Han decidido ponerse, por ahora, del lado de los terroristas de Hamás.

La guerra que hoy se libra en el Medio Oriente no solo es en el campo de batalla. También, y con bastante fuerza, en los medios. Es una guerra de relatos, narrativas y mucha propaganda. Propaganda contra la verdad. Y la verdad, desafortunadamente, parece estar perdiendo.

El sábado 7 de octubre, en la mañana, miles de terroristas del grupo fundamentalista islámico Hamás invadieron Israel, desde la franja de Gaza. Masacraron poblaciones y familias enteras, secuestraron a cientos de personas, violaron mujeres e incineraron y decapitaron bebés —para quien dude que un grupo terrorista que lleva décadas azotando la región es capaz de cometer esas atrocidades, hay miles de registros fotográficos y audiovisuales que lo demuestran, y toda la prensa extranjera puede visitar la zona para constatarlo (como ya han hecho cientos de medios).

Por la masacre, que es la mayor cometida contra el pueblo judío desde el Holocausto, el Gobierno de Israel decidió responder con toda la fuerza y proporción necesaria, no solo para acabar con el grupo terrorista sino para liberar a los rehenes.

La guerra en Israel y Gaza ya lleva más de un mes. Las bajas no han parado. El drama sigue, intacto, probablemente no se detenga pronto y existe el riesgo, con las continuas amenazas de Irán, Hezbolá y otros grupos terroristas, de que el conflicto escale a un nivel regional nunca antes visto.

A vuelo rasante, no habría dilema. Parece obvio. Un grupo terrorista, que controla y es Gobierno en la franja de Gaza, donde somete a los cientos de miles de palestinos que residen ahí, está emprendiendo una guerra, cruenta, contra una nación libre y próspera. Israel, como todos deberían saber, es la única democracia de Medio Oriente. Una nación vibrante, libre, donde conviven judíos, musulmanes, cristianos, árabes, ateos y gente de todo tipo.

No obstante, aunque parezca obvio y que no hay cabida para el dilema, el mundo Occidental, que tiene a Israel como muro de contención de la barbarie, que comparte principios y valores con el pueblo judío, ha optado —no en pleno, porque sería injusto decirlo— por ponerse del lado del terrorismo y condena a Israel por ejercer su legítimo derecho a la defensa. ¿Por qué, en gran parte, esto es así? Pues por culpa de los medios.

La propaganda que sale desde Gaza es el relato diseñado por el grupo terrorista Hamás, por Irán, y por todos los grupos fundamentalistas que odian a los judíos, cuyo propósito es acabar con Israel y que, luego, irán por el mundo Occidental. Esa propaganda parte de varias mentiras: que Israel lleva años cometiendo un genocidio en Gaza, que a Israel no les importa los civiles palestinos, que los mata sin discreción, y que Israel es un Estado apartheid.

Hoy, la BBC o The Guardian titulan: "Existe la obligación de impedir que se cometa un genocidio en Gaza". Dice también la BBC que los palestinos son "las víctimas del genocidio más atroz". El Los Angeles Times se suma al coro y escribe "genocidio en Gaza". La cobertura de los medios mainstream ha sido tan vergonzosa, que incluso el presidente Biden, consentido por el New York Times, se indignó cuando el diario de Nueva York salió corriendo a culpar a Israel por un misil sobre el hospital principal de Gaza, cuando luego se comprobó que el proyectil era palestino.

Hay eco en los medios sobre las cifras que salen de Gaza: que si tantos miles de niños asesinados o tantos civiles atacados arbitrariamente. Se omite, por supuesto, que cuando el hospital de Gaza o el supuesto ministerio de Salud o quien sea habla, no lo hace como una institución seria sino como parte del aparato de propaganda de Hamás. Que se entienda: Hamás controla absolutamente cada espacio de la franja de Gaza. No hay entidades autónomas o independientes. Todo lo controla el grupo terrorista.

Los medios también omiten que Israel está llevando a cabo una campaña militar contra un enemigo que utiliza a los civiles como un recurso fundamental en su guerra.

"Israel bombardea una ambulancia cerca del hospital de Gaza, 15 muertos reportado", titula Reuters. Ignora, por supuesto, que Israel ejecutó el ataque porque militantes de Hamás utilizaban ambulancias para transportarse en zonas de guerra, precisamente con el propósito de que Reuters hiciera lo propio. Y esto, por cierto, no es propaganda de Israel: en una llamada interceptada se escucha a los mismos terroristas hablando de la táctica de utilizar ambulancias para transportarse.

Hamás construyó su centro de operaciones y toda su red de túneles de bajo de la ciudad de Gaza y el hospital principal. Hamás lanza misiles hacia Israel desde edificios habitados y desde colegios. Les prohíbe a los civiles abandonar sus casas, o evacuar, porque los necesita como escudo humano, con el fin de que Occidente les compre la propaganda.

Nos lo dijo el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, Roni Kaplan, en una entrevista: Hamás se aprovecha de nuestra sensibilidad en Occidente, de nuestra debilidad ante el drama humano, para difundir su propaganda.

Y lo están logrando. Por ello, también le pregunté a Kaplan, ¿en qué está fallando Israel? ¿Cómo es posible que, ante lo que parece obvio, no se está ganando en la guerra comunicacional?

"Tenemos mucho que aprender aún", me reconoció.

Pero la verdad está ahí. Hoy hay un corredor humanitario, al sur de Gaza, en el que Israel garantiza la seguridad de los civiles palestinos que están evacuando. Al sur de Gaza hay camiones llenos de ayuda humanitaria, protegidos por Israel. Aunque Israel puede arrasar con la tierra y acabar a Hamás en par de horas, ha emprendido una campaña lenta, rigurosa y quirúrgica, que le ha costado bastante, precisamente para disminuir el daño colateral —que, en cualquier guerra, termina siendo inevitable.

Cómo es que hay un genocidio de años en Gaza o en Cisjordania, cuando la población palestina se ha multiplicado desde la existencia del Estado de Israel.

Ni en Gaza o en las ciudades controladas por los palestinos en Cisjordania puede entrar un judío, pero en toda Israel pueden trabajar y hacer vida los palestinos, árabes y musulmanes. En el Congreso de Israel, la Knesset, hay árabes musulmanes y hay ciudades enteras en Israel gobernadas por árabes. Nada de eso lo dicen los medios.

Nos lo dijo, también, Roni Kaplan: el 21% de la población de Israel, es árabe. Y, de ese 21%, el 92% es musulmán.

Cuando en Londres, Nueva York, Madrid o Berlín salen miles a las calles, aupados por la izquierda local, a corear que Palestina debe ser libre, desde el río hasta el mar, el llamado es a que lo del 7 de octubre se repita, pero a una escala mayor, en toda Israel. No sucede en Teherán o en Kabul. Sucede en el corazón de nuestros países. En el corazón de Occidente y los medios y la academia lo alcahuetean. No dicen nada. Les tienden la alfombra.

Pero la verdad está ahí, pese a toda la propaganda. Y si los medios han decidido tragarse la propaganda que impulsan tanto Hamás como Irán, que odian a Occidente, que odian nuestras libertades, que matarían a quien abrace esa cultura woke que paradójicamente se postra ante el fundamentalismo islámico, no es culpa de Israel.

A los medios no los han engañado. Los medios han decidido ponerse, por ahora, del lado de los terroristas en esta guerra en Israel y Gaza. ¿A qué juegan?