¿Qué bando de la Administración Biden está ganando la 'guerra civil' por el conflicto en Gaza?

Una controvertida publicación en X (Twitter) reflejó los intentos de la Casa Blanca por apoyar, a la vez, a Israel y a quienes exigen el fin de los combates.

No se supone que este sea el presidente con el problema de las redes sociales. Durante cuatro años, Donald Trump pasó por alto a la prensa al tuitear sus pensamientos a más de 87 millones de seguidores en lo que solía llamarse Twitter. El feed de Trump era de lectura obligatoria para cualquiera que siguiera la política o simplemente quisiera pasar un buen rato, ya que compartía sus pensamientos sobre casi cualquier cosa, sin filtro alguno. Los tertulianos de siempre lo odiaban, considerándolo poco presidencial y grosero. Pero la disposición de Trump a ser escandaloso o atacar la yugular de sus oponentes sólo hizo que sus seguidores lo quisieran más.

Se suponía que, una vez que el presidente Joe Biden prestara juramento, el caos en las cuentas oficiales de la Casa Blanca sería cosa del pasado. El demócrata trajo consigo problemas propios, muchos de ellos en torno a su aparente declive físico, pero se supone que las publicaciones sin filtro previo o irreflexivas en X (como se llama ahora Twitter) no son uno de ellos. Sin embargo, una publicación realizada desde la cuenta personal de Biden (@JoeBiden), a diferencia de la presidencial oficial (@POTUS), a las 5 pm. del 28 de noviembre tenía el potencial de poner patas arriba a Medio Oriente. Decía: "Hamás desató un ataque terrorista porque su mayor miedo es que israelíes y palestinos vivan lado a lado, en paz. Seguir por el camino del terror, la violencia, los asesinatos y la guerra es darle a Hamás lo que busca. No debemos hacer eso".

Al día siguiente, un "alto funcionario de la Administración de Biden" desestimó la idea de que se tratara de un cambio de política y señaló que la frase se había tomado de una declaración más larga, emitida días antes, y que no debía sacarse de contexto. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hizo el desconocido miembro del personal de la Casa Blanca a cargo de la cuenta de Biden -a diferencia de Trump, que escribió la mayor parte de sus propios tuits, nadie cree que el actual presidente esté redactando estas publicaciones en su teléfono-. No sabemos si lo hizo por orden o por libre, pero el impacto del posteo no fue nada despreciable.

¿Qué significó realmente la publicación?

Muchos entre los 37,6 millones de seguidores del presidente leyeron eso y, no sin razón, concluyeron que estaba tomando una página del libro de Trump, anunciando un cambio de política a través de las redes sociales en lugar de los canales normales. Publicado un día en que estaba en duda el futuro del alto el fuego en la guerra de Israel contra Hamás, parecía declarar el apoyo de la Casa Blanca a su continuación indefinida.

Esto fue motivo de dolor y consternación entre los partidarios de Israel. Jerusalén se vio obligada a aceptar un alto en su ofensiva en Gaza para garantizar la libertad de algunos de los rehenes que Hamás tomó durante sus ataques del 7 de octubre. Pero si Biden dijera ahora que se opone a la continuación de la guerra, eso no sólo contradeciría las repetidas promesas del presidente de apoyar el esfuerzo de israelí de eliminar a Hamás. Significaría, también, que al grupo islamista que cometió atrocidades indescriptibles hace seis semanas (y cuyo propósito es la destrucción del Estado judío y el genocidio de su pueblo) se le permitiría salir impune tras cometer un asesinato en masa.

Por el contrario, el considerable segmento del Partido Demócrata que se opone a Israel y quiere un alto el fuego completo estaba emocionado. La presión para salvar a los terroristas en Gaza con un cese de las hostilidades ha desdibujado la línea entre aquellos que apoyan abiertamente a Hamás, y piden la destrucción de Israel con el grito de "del río al mar", y aquellos que simplemente no simpatizan con Israel y/o están preocupados por la situación de los palestinos que han muerto como resultado de la guerra. De cualquier manera, la revuelta dentro de la formación demócrata y entre el personal de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y otras agencias gubernamentales ha alcanzado tal punto que ha puesto en riesgo las posibilidades de reelección del presidente.

Como ha dejado claro una serie de artículos en The New York Times -el último de los cuales se publicó el mismo día que el controvertido posteo de @JoeBiden-, el apoyo de Biden a Israel es profundamente impopular entre la generación más joven de demócratas. Esto es especialmente cierto para aquellos que trabajan para el Gobierno y probablemente constituirán la próxima generación de miembros demócratas del Congreso, diplomáticos y funcionarios gubernamentales. Estos empleados descontentos están respaldados por la ira del ala izquierdista interseccional del partido, que produce la mayoría de los activistas que trabajan para que los demócratas ganen las elecciones. Además de eso, grupos como el Consejo de Relaciones Estadounidenses-Islámicas (CAIR), que apoyan a Hamás contra Israel y hablan en nombre de la comunidad musulmana-estadounidense, también están expresando su enojo con Biden.

Dado que las encuestas muestran a Biden perdiendo contra Trump (su probable oponente republicano en el promedio de encuestas de RealClearPolitics), la división generacional entre los demócratas sobre Israel está causando problemas reales a Biden. Los votantes más jóvenes, que han sido sometidos a la Teoría Crítica de la Raza y al adoctrinamiento de la interseccionalidad en las universidades, se oponen a Israel mucho más que los mayores. La pérdida de su entusiasmo, así como la posibilidad de que los votantes árabes -que ayudaron a que Biden llegara a la cima en Michigan en 2020- se queden en casa o voten por un candidato de un tercer partido, representan una amenaza palpable para los demócratas.

Ese es el contexto real de la publicación de Biden en X (Twitter). Ya sea que el presidente lo haya pretendido o no, refleja la forma en que la postura proisraelí de la Administración se ha ido desmoronando bajo la presión de algunos de sus partidarios. Los medios masivos, que normalmente actúan como sus guardaespaldas contra las críticas, están presionando fuertemente para persuadirlo de que escuche a los jóvenes demócratas antiisraelíes, abandone su apoyo a la guerra contra Hamás y obligue a Israel a aceptar la derrota.

Washington está aumentando la presión sobre Israel para que continúe el alto el fuego mientras Hamás intenta intercambiar descaradamente, de manera inhumana, a los rehenes. Aunque la Administración insiste en que todavía quiere que Hamás sea derrotado, también declara que se opone a cualquier esfuerzo real para expulsar a los terroristas del sur de Gaza, como Israel ha comenzado a hacer en la parte norte de la Franja. Biden declaró la semana pasada que considera que las propuestas de izquierda de ayuda militar condicional a Israel son "una idea que vale la pena", aunque no está dispuesto a implementarlas actualmente. Aún así, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, entiende que eso representa una amenaza contra el reabastecimiento de su ejército, que podría poner fin a la guerra una vez Biden decida que la presión de sus críticos dentro del partido es demasiado para él.

Biden ha recibido con justicia el crédito de la comunidad proisraelí por sus incondicionales declaraciones de apoyo sincero a Israel desde el 7 de octubre, así como por la repulsión que él y otros portavoces de la Administración han expresado por los objetivos y crímenes de Hamás. Pero hay serias dudas sobre su capacidad de seguir balanceándose entre el deseo de los  demócratas centristas, como él, de ser fieles a Israel y los gritos cada vez más desquiciados de los activistas del partido que llaman "genocida" al Estado israelí, alimentados por la cobertura sesgada del conflicto que hacen la mayoría de los medios de comunicación.

Reuniones en la Casa Blanca como las descritas en el Times muestran que en privado, Biden está haciendo todo lo posible para indicarle a la multitud antiisraelí que realmente está de su lado, mientras que en público reafirma su apoyo al Estado judío.

La 'solución de dos Estados' no ayudará a Biden

Como vía de escape a su encrucijada, la Administración está promoviendo la creación de dos Estados cuando se acabe la guerra. Las atrocidades del 7 de octubre -realizadas desde un Estado palestino independiente en todo excepto el nombre- demostraron exactamente por qué la abrumadora mayoría de los israelíes no renunciarán, en una futuro previsible, a un control de seguridad en Gaza, Judea y Samaria.

No fue una ironía menor que el último gesto de apoyo de Biden a un Estado palestino se produjera esta semana, el 76º aniversario de la resolución de partición de la ONU de 1947. Esa medida dividió el Mandato Británico de Palestina en tres partes: un Estado árabe, un Estado judío y Jerusalén bajo control internacional. Los judíos aceptaron el plan, pero los árabes palestinos, apoyados por los Estados vecinos, lo rechazaron, declarando que nunca tolerarían la existencia de un Estado judío en la antigua patria judía. Entonces lanzaron una guerra para aplastar al recién nacido Israel. Pero fracasaron rotundamente: cientos de miles de árabes se convirtieron en refugiados, y un número aún mayor de judíos fueron obligados a abandonar sus hogares en el mundo musulmán y árabe.

Las Naciones Unidas conmemoran el aniversario de la votación del plan de partición con un Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, repudiando así su propio esfuerzo por crear una solución de dos Estados. Y los palestinos –ya sean partidarios de Hamás o de la supuestamente más moderada Autoridad Palestina que gobierna de forma autónoma a la población árabe en Cisjordania– siguen rechazando la creación de dos Estados si eso significa poner fin a su larga e inútil guerra para destruir a Israel.

Biden está perdiendo el tiempo hablando de dos Estados, y no sólo porque los palestinos han demostrado repetidamente que nunca aceptarán un acuerdo así. Lo que el demócrata no parece querer reconocer es que el impulso detrás del pedido de un alto el fuego no es una búsqueda de paz, sino un apoyo implícito al derecho a la resistencia de Hamás. Y, por tanto, a la destrucción de Israel.

El presidente ha tratado de apaciguar a la izquierda forzando a todo el Gobierno a profesar el catecismo de la DEI (diversidad, equidad e inclusión), que da paso libre al antisemitismo al etiquetar a los israelíes y judíos como opresores blancos de unas gentes de color. No comprende, sin embargo, que los grupos a los que está intentando sosegar se oponen a la paz y creen que Israel es ilegítimo. Y que cuanto más intente navegar entre su propio deseo de oponerse a Hamás y la antipatía que aquellos sienten por Israel, más socavará los esfuerzos del pueblo israelí por defenderse.

El dilema político de los demócratas a medida que el país avanza hacia el ciclo electoral de 2024 es real. Biden no puede continuar jugando indefinidamente a convencer a ambos bandos de la guerra civil dentro del Partido Demócrata de que está de su lado. Las atrocidades cometidas el 7 de octubre obligaron a una Administración que intentaba aplacar a Irán -el patrocinador de Hamás- y que era equívoca en cuanto a su apoyo a Israel a adoptar una loable posición de claridad moral. Abandonarla no la ayudará, le hará daño.

Contrariamente al juicio de aquellos en la Casa Blanca que piensan que Biden puede ser todo para todos en la guerra en Gaza, el intento de equilibrio no ganará a los progresistas antiisraelíes, y, al mismo tiempo, obstaculizará sus posibilidades con los independientes proisraelíes -a quienes necesita para derrotar a Trump-.

Esta estrategia de dos caras perjudica a Israel. También a Biden: peores serán sus posibilidades de repetir mandato cuanto más se aleje de sus principios -que lo llevaron a apoyar al Estado judío y su guerra contra Hamás- o, por lo menos, cuanto más finja hacerlo.

© JNS