La UNRWA existe para ayudar a librar la guerra contra Israel

La revelación de los vínculos de la agencia con Hamás es sólo parte del problema. La cuestión real es su misión, que desde siempre ha sido perpetuar el conflicto.

No hay que enfrascarse en los detalles de la controversia iniciada el pasado fin de semana cuando se conoció la participación en los pogromos de Hamás el 7 de octubre de 12 empleados de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados dedicada a brindar asistencia a los palestinos. Después de que The New York Times publicara la historia, muchos de los Gobiernos que financian a la UNRWA, incluido el estadounidense -su mayor donante, con $422 millones en 2023-, expresaron diversos niveles de preocupación o indignación.

Nadie que sepa algo sobre la UNRWA puede estar sorprendido. No debe tomarse en serio la defensa planteada por algunos de sus apologistas de que quienes participaron en los ataques terroristas no son más que una parte pequeña de sus 13.000 empleados. Como informó luego The Wall Street Journal, se estima que un 10% de los empleados de la organización son miembros activos o tienen algún vínculo con Hamás o la Yihad Islámica Palestina.

Hace años que es de público conocimiento que las instalaciones de la UNRWA, incluidas escuelas y otras edificaciones supuestamente dedicados a fines caritativos, son usadas para guardar armas de Hamás o asistir a sus terroristas. Sus programas educativos son tan nocivos como los de Hamás o la Autoridad Palestina, están tan dedicados como los de aquellos a adoctrinar jóvenes palestinos en el odio contra Israel y los judíos.

Desde su creación en 1949, la UNRWA está avocada a perpetuar el conflicto con Israel, olvídese de la filantropía o -como hacen las demás agencias de refugiados del mundo- de reasentar a quienes se ven obligados a desplazarse por la guerra en coordenadas seguras donde puedan empezar una nueva vida.

Dicho esto, es ridícula la supuesta sorpresa causada por la participación de algunos de sus miembros en los atentados del 7 de octubre, secuestros y asesinatos masivos incluidos. Lamentablemente, lo mismo puede decirse sobre gran parte del debate alrededor de cómo hacer que la UNRWA rinda cuentas.

Una agencia inmune

Para consternación de quienes odian a Israel, como la representante Alexandria Ocasio-Cortez (D-NY), la Administración Biden anunció que suspendería la financiación de la UNRWA. Cuando se examinan el detalle, sin embargo, resulta que Estados Unidos continúa pagando el dinero que ya prometió. Sólo suspendió el envío de efectivo para nuevos proyectos. Lo mismo se aplica a Alemania y Canadá, así como a otros países donantes. Mientras que el Gobierno de Países Bajos sí suspendió toda su financiación, otros países como Irlanda, España y Turquía se niegan a tomar medidas.

Si el pasado es un indicio del futuro, incluso aquellos que han hablado abiertamente sobre represalias -como Estados Unidos- eventualmente reanudarán la financiación total de la UNRWA, aunque sea silenciosamente. Como parte de sus políticas para responsabilizar a los palestinos y a otros por su apoyo al terrorismo, el expresidente Donald Trump cortó vínculos con la UNRWA en 2018, incluido el económico. Desafortunadamente, Joe Biden, restauró las donaciones como una de sus primeras medidas al asumir en 2021. El demócrata y su equipo de política exterior son firmes partidarios de toda iniciativa de las Naciones Unidas, sin importar que sea un pozo negro de antisemitismo desde hace mucho tiempo.

Incluso defendieron a la UNRWA aquellos funcionarios de la Administración que han estado dispuestos a reafirmar el derecho de Israel a la autodefensa, como John Kirby, director de comunicaciones del Consejo de Seguridad Nacional, que también apoyó el objetivo de eliminar a Hamás. Según Kirby, la agencia hace un "trabajo increíble" salvando vidas. Hasta le dio crédito por querer investigar a sus empleados.

Aquello se explica porque la UNRWA logró volverse indispensable en la tarea de cuidar a los gazatíes. En los últimos 75 años ha venido siendo el principal conducto de asistencia para una población que se hizo dependiente de la comunidad internacional para obtener cualquier servicio, incluido el empleo. Por tanto, puede presentarse -y se presenta- ante el mundo como la encarnación de la filantropía.

La UNRWA no debe simplemente ser desfinanciada. Debe ser abolido.

La invocación de sus buenas obras y el argumento de que millones morirían de hambre sin su colaboración echan por tierra cualquier esfuerzo por investigar y penalizar sus estrechos vínculos con los terroristas. Incluso cuando se la pilla con las manos en la masa. Sea que almacena cohetes para dispararlos contra Israel o que su personal participa en la mayor masacre de judíos desde el Holocausto, es mínima la probabilidad de que alguno de los países que gastó miles de millones de dólares de sus contribuyentes en financiarla haga poco más que darle un tirón de orejas.

Trump tenía razón, al igual que ocurrió con el resto de sus medidas en las que desoyó al establishment de la política exterior y a los expertos. La única esperanza teórica para que haya paz entre Israel y los palestinos comienza con la abolición de las instituciones que no sólo brindan asistencia y empleo a los terroristas, sino que también tienen por inútil misión destruir al único Estado judío en el planeta.

La UNRWA no debe ser desfinanciada, debe ser abolida.

Un mundo lleno de refugiados

El hecho mismo de su existencia es resultado de la forma en que la comunidad internacional ha actuado para impedir la resolución del conflicto.

Cuando las Naciones Unidas crearon la UNRWA en 1949, la difícil situación de los refugiados estaba entre los problemas más apremiantes del mundo. En Europa, hasta 60 millones de personas fueron desplazadas durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos estaban los judíos que habían sobrevivido al Holocausto y que buscaban ir a Israel o a Occidente, así como a millones de otros que habían sido desarraigados por una razón u otra. También se hallaban los alemanes étnicos expulsados ​​de sus hogares en Europa del Este, incluidas regiones tradicionalmente alemanas como Prusia Oriental.

A medida que Europa se adaptaba a las nuevas fronteras impuestas en gran medida por las demandas de la Unión Soviética, muchas personas fueron desalojadas por la fuerza y ​​se les dijo que se trasladaran a lugares donde su etnia fuera bienvenida. Quienes resistieron no recibieron el apoyo de la comunidad internacional, mas bien fueron violentamente reprimidos, encarcelados y olvidados.

Europa tampoco fue la única región donde hubo una crisis de refugiados. Cuando Gran Bretaña abandonó su dominio sobre la India, el subcontinente se dividió en dos naciones separadas: la India hindú y el Pakistán musulmán. El trazado de esas líneas en el mapa generó que 14 millones de personas se encontraran en el lado equivocado de las nuevas fronteras y se convirtieran en refugiados. Más de un millón de personas murieron allí a causa de la violencia étnica y religiosa mientras poblaciones masivas luchaban por encontrar nuevos hogares.

Refugiados árabes y judíos

Casi al mismo tiempo que la catástrofe causada por la partición de la India, afloró el problema de los refugiados por la salida de Gran Bretaña de otra de sus antiguas posesiones: el Mandato para Palestina. Las Naciones Unidas votaron a favor de dividir Palestina en dos estados: uno para los judíos y otro para los árabes, siendo Jerusalén un enclave internacional. Si bien los judíos aceptaron el plan de partición, los árabes no. Los líderes de los árabes palestinos, como el muftí pronazi de Jerusalén Haj Amin Al-Husseini, declararon la guerra a los judíos. Las naciones árabes vecinas los apoyaron e invadieron al recién nacido Estado de Israel en su primer día de existencia, mayo de 1948.

La guerra para destruir a Israel no sólo fracasó, los combates provocaron la huida de cientos de miles de árabes del antiguo Mandato. Una pequeña minoría fue expulsada por los israelíes durante encarnizados combates, pero la mayoría de ellos se fueron por miedo a lo que les pasaría si caían bajo el dominio de los judíos (y con la truncada expectativa de que se iban a apoderar de toda la tierra una vez que los judíos fueran "arrojados al mar"). Un temor producto, sobre todo, de la proyección: los judíos capturados por sus enemigos fueron en muchos casos masacrados. Pero también avivado por la propaganda del bando árabe que demonizaba a sus adversarios y fortalecía la voluntad de lucha de los propios.

Durante el mismo período en que aproximadamente 700.000 árabes se convirtieron en refugiados, unos 800.000 judíos huyeron o se vieron obligados a huir de sus hogares en el mundo árabe y musulmán donde habían vivido durante siglos. La disposición tan diferente de esas dos poblaciones dice todo lo que se necesita saber sobre los próximos 75 años del conflicto árabe-israelí.

Los refugiados judíos fueron reasentados en un enorme proyecto filantrópico financiado por sus semejantes de todo el mundo. La mayoría de esos refugiados fueron a Israel, donde enfrentaron todo tipo de dificultades en lo que entonces era un país pobre y asediado. Hoy en día, sus descendientes constituyen aproximadamente la mitad de la población judía y contribuyen enormemente a su defensa y florecimiento como Estado moderno. Otros encontraron nuevos hogares en Estados Unidos u otras partes del mundo.

La UNRWA existe únicamente para garantizar que los refugiados palestinos nunca sean reasentados.

A diferencia de cualquier otra población de refugiados, los árabes palestinos no fueron reasentados. Se los mantuvo en campamentos en todo Medio Oriente, con la mayor concentración en Gaza -controlada por Egipto de 1949 a 1967-. Se les impidió encontrar nuevos hogares en países árabes y musulmanes, donde hablaban el idioma y compartían una cultura común. Tampoco se les permitió partir hacia otras partes para hacer una nueva vida. En cambio, se los mantuvo quietos, en el mismo lugar, esperando el día en que pudieran regresar a casa, a sus antiguas aldeas en lo que ahora es Israel. Tanto sus líderes como el resto del mundo árabe hicieron todo lo posible para frustrar su reubicación. Y la agencia que permitió que esta política se arrastrara por generaciones no fue otra que la UNRWA.

Es importante entender que en el momento en que surgieron todos estos problemas de refugiados, las Naciones Unidas crearon dos agencias. La UNRWA, para que se ocupe únicamente de los palestinos, y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (o ACNUR), que tiene por responsabilidad a todos los demás refugiados del mundo.

El ACNUR tiene sus defectos, pero su trabajo es ayudar a los refugiados brindándoles no sólo ayuda inmediata para sobrevivir al desplazamiento por guerras y otros desastres, sino también asistencia para que se asienten en lugares seguros. Su objetivo es resolver estos problemas y lograr que sus hijos tengan una nueva vida en lugar de seguir viviendo en campamentos.

Por el contrario, la UNRWA existe únicamente para garantizar que los refugiados palestinos nunca sean reasentados. Por eso casi todas las personas llamadas refugiados palestinos descienden de personas que huyeron de la guerra que el mundo árabe comenzó en 1948. Varias generaciones han nacido en los campos, pero, contrariamente a la forma en que se trata a otras poblaciones, a todas se les otorga el mismo estatus que a quienes fueron los refugiados originales de 1948.

De todas las decenas de millones de refugiados de la década de 1940, los únicos cuyos descendientes no han sido reasentados son los palestinos. Una política humanitaria y racional habría conducido a que fueran absorbidos por otras poblaciones. Sin embargo ese no es el trabajo de la UNRWA. Esta opera el estado de bienestar supremo en el que se mantiene a generaciones dependientes de la caridad. Peor aún, todos sus programas y políticas alientan a los palestinos a seguir creyendo que algún día Israel dejará de existir y que entonces podrán regresar al lugar de donde vivieron sus abuelos y bisabuelos hace tres cuartos de siglo. Aunque pretende ser una fuerza humanitaria, alienta a sus protegidos ​​a esperar el día en que Hamás logre su objetivo genocida: el asesinato en masa de los 7 millones de judíos de Israel.

Por todo aquello no sorprende que la UNRWA esté plagada de partidarios de Hamás y que entre su personal haya personas que participen en actos terroristas. Tampoco que gran parte de la ayuda internacional que recibe acabe ayudando a Hamás. La UNRWA permite que los supuestos beneficiarios de las donaciones, al menos a ojos de los donantes, sean usados como escudos humanos en una guerra cínica y sin esperanza.

Así que no vale la pena perder mucho tiempo discutiendo los detalles de la complicidad de la UNRWA el 7 de octubre, o durante cualquier otro acto terrorista. El único debate necesario es el de su abolición y sustitución por una auténtica agencia para los refugiados. El mundo necesita una organización que de nuevos hogares a los palestinos en vez de mantenerlos en la miseria, esperando otro Holocausto que resolvería por arte de magia sus problemas.

© JNS