No, el cambio climático no causa más muertes
El frío mata a 4,5 millones de personas cada año. El calor, a menos de 500.000.
Pese a que nos intenten vender que las catástrofes climáticas causan cada día más muertes, lo cierto es que estamos en mínimos históricos. El alarmismo ecologista nos viene a decir que es entera culpa del hombre el cambio del clima. Y lo que es peor: que es letal. Pero, si nos ceñimos a los datos, lo cierto es que el cambio climático no causa más muertes. Esto choca con el mensaje unitario que se lanza desde instituciones importantes, como Naciones Unidas. Según la ONU, el calentamiento global tiene efectos nefastos en "la salud, la comida y el hogar de millones de personas en todo el mundo". Cabe preguntarse por qué ese es el mensaje que está calando, y cuánto dinero se destina a este fin.
Alarmismo climático
Lo primero que llama la atención de los argumentos ecoalarmistas es que el calor mata más que el frío. Y es que el famoso calentamiento global es lo que preocupa. La subida de la temperatura en la Tierra lleva a hablar del derretimiento de los polos, la crecida de los mares y un sinfín de catástrofes climáticas. Sin embargo, nadie pone el foco en el frío. Lo cierto es que más de 4,5 millones de personas mueren de frío, tal y como recoge la revista The Lancet, en comparación con menos de 500.000 que fallecen por culpa de temperaturas extremadamente cálidas. Así lo cuenta Bjorn Lomborg, profesor de la Copenhagen Business School (CBS) y uno de los mayores críticos de los alarmistas climáticos.
En la misma línea se han pronunciado otros científicos, que alertan de que ese supuesto apocalipsis climático no es tal. El profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Alabama John R. Christy también coincide en el mismo diagnóstico. Su informe Falsificando la alarma climática ha levantado ampollas en la comunidad científica, por contradecir el mensaje único. Y es que, pese a que las evidencias nos muestren que el alarmismo climático es un dogma político, las consecuencias de romper con la doctrina impuesta suelen ser el silenciamiento (cultura de la cancelación).
Crisis energética que conlleva empobrecimiento
El alarmismo climático nos está llevando a una crisis energética sin precedentes a nivel mundial. Las instituciones pretenden salvar el planeta de un supuesto problema causado por el hombre, pero los datos muestran que no. Y esa crisis energética voluntaria (por culpa del cambio climático) nos lleva al empobrecimiento, lo que desencadenará una crisis económica totalmente innecesaria. Las doctrinas verdes nos prohíben sacar el mayor rendimiento posible a nuestros recursos energéticos, por si eso perjudica al clima, a la naturaleza o a los ecosistemas.
El mensaje, por desgracia, ha calado pese a la falta de datos que lo corroboren. Y la madre de todas las batallas está en conseguir energía para mover el mundo. Ese presunto apocalipsis climático veta los combustibles fósiles, impide extraer gas del suelo vía fracking, invita a desmantelar centrales nucleares y penaliza el gasto en climatización, transporte, uso de materiales desechables... En fin, todo aquello que el progreso trajo, y que aumenta nuestra calidad de vida, debe ser fuertemente restringido ante el falso problema del cambio climático.
Ante esta situación de empobrecimiento (energético, social y económico), los poderes públicos insisten en hacer recomendaciones para no perjudicar al planeta en vez de para mejorar la vida de las personas. El consejo que se lanza es que uses menos el automóvil, que no te excedas en el aire acondicionado, que procures no prender mucho la calefacción; es decir: que vivas en peores condiciones. Y que seas tú el que se flagele por culpa de cómo maltratamos a la Madre Tierra.
Políticas públicas contra el cambio climático
Vamos a los números: el presidente Biden se comprometió a duplicar la cantidad destinada a luchar contra el cambio climático. Estamos hablando de 11.000 millones de dólares al año, hasta 2024, solo para ayuda climática. Tal y como señala Benjamin Zycher (economista del American Enterprise Institute), las políticas ambientales nos cuestan cada vez más dinero, cuando los supuestos beneficios son prácticamente insignificantes.
El Green New Deal (GND) busca mejorar una supuesta crisis climática mediante políticas que reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero (huella de carbono) de los Estados Unidos a cero en 2050. Pues bien, solo el gasto directo de la parte del sector eléctrico del GND cuesta 490.500 millones al año, es decir, 3.845 dólares al año por hogar.
Y esta inversión va destinada a que la temperatura del planeta no suba apenas unas milésimas dentro de 70 años (de 0,083 ° C a 0,173 ° C). Por tanto, mientras se destina una cantidad ingente de dinero público al calentamiento global, sigue el empeoramiento de vida de los ciudadanos. Y en vez de apostar por las mejoras en eficiencia, se apoya la reducción de consumo energético y el empobrecimiento.
Límites de las políticas climáticas
Con el pretendido objetivo de proteger la salud humana y el medioambiente, Biden decidió engordar la Agencia de Protección Ambiental de USA (EPA, por sus siglas en inglés) con un equipo de liderazgo (como ellos lo llamaron) para controlar y penalizar las acciones que se salen del dogma climático. Este es el caso de programas como el llamado Plan del Aire Limpio, por el que Virginia (junto con otros estados) llevaron a la EPA a los tribunales.
Precisamente, la EPA ha sido recientemente censurada por el Tribunal Supremo por excederse en su labor de control. En particular, señala que no tiene autoridad para regular las emisiones de las centrales eléctricas. Como afirma el alto tribunal, el poder transformador para decidir cuestiones importantes como éstas pertenece al pueblo estadounidense, no a los burócratas. Ahí queda patente el hondo calado de medidas que determinan el devenir de la sociedad y fijan el rumbo del país.