El narcoterrorismo toma Ecuador

Hasta hace unas horas la impresión era que Ecuador gozaba de una estabilidad, tanto política como social, que envidiaba el resto de América Latina. Pero era más bien una olla de presión.

Luego de que desapareciera Adolfo Macías, mejor conocido como Fito, de la cárcel del Litoral, en Guayaquil, Ecuador entró en una espiral de violencia sin precedentes.

Fito es el jefe de Los Choneros, una de las bandas narcotraficantes más temibles y peligrosas de Ecuador, vinculada al también temible y poderoso Cartel de Sinaloa.

A la hora en la que escribo este editorial, esto ha ocurrido en Ecuador: criminales tomaron las instalaciones de TC, el canal estatal de televisión; tomaron varias cárceles y la Universidad de Guayaquil. Ha habido tiroteos en el centro histórico de Quito, e incluso en un colegio, dejando a varios niños heridos. Todo en cuestión de horas.

Por la violencia, el presidente Daniel Noboa, quien tiene poco más de un mes en el cargo, decretó un estado de excepción en el que declaró un "Conflicto Armado e Interno" e identificó como organizaciones terroristas a más de diez grupos criminales.

"He ordenado a las Fuerzas Armadas ejecutar operaciones militares para neutralizar a estos grupos", informó Noboa.

Hasta hace unas horas la impresión, aunque ficticia, era que Ecuador gozaba de una estabilidad, tanto política como social, que envidiaba el resto de América Latina. Pero la verdad ha quedado expuesta. Era, realmente, una Pax Ecuatoriana. Una suerte de olla de presión que, finalmente, ha estallado.

¿Qué tan profundo será el problema?

Y entonces surgen los debates recurrentes en Latinoamérica. ¿Qué tan profundo será el problema? ¿Qué tan poderosos son los cárteles del narcotráfico? ¿Qué tan implicada está la política?

Amén de nuestra responsabilidad corresponde decir que el expresidente Rafael Correa salió a solidarizarse con el Gobierno de Noboa y a condenar el asalto a la República. No obstante, es inevitable sospechar.

Apenas se cumple un semestre del asesinato a sangre fría del entonces candidato presidencial Fernando Villavicencio. Poco antes del crimen, Villavicencio había jurado su voluntad contra los narcos y había denunciado las relaciones del crimen organizado con la política ecuatoriana, particularmente el correísmo —y, muy notable, con la colombiana.

Entonces, cientos salieron a marchar, por toda Ecuador, gritando "¡Correa, asesino!". Sin intenciones de culpar, ¿por qué ha sido el expresidente Correa el principal enemigo de la valiente fiscal Diana Salazar, la mujer que ha capitaneado la lucha contra el narcotráfico?

Las horas que vive Ecuador son las más oscuras en mucho tiempo. Es fundamental que toda la política decente —no solo de Ecuador sino de Latinoamérica— se junte para evitar que el país devenga en un ciclo de violencia similar a la Medellín de los años ochenta, en Colombia.

La incorruptibilidad, la firmeza, la valentía y la decencia serán los valores que permitan a la institucionalidad sobreponerse. De lo contrario, el futuro podría ser opaco.