Eisenhower invocó al Todopoderoso para recordar a una audiencia nacional el reto que tenían ante sí y la responsabilidad de todo cargo electo, independientemente de su afiliación partidista.

Maestro de la guerra pero apasionado defensor de la paz, Dwight "Ike" Eisenhower se situó a la sombra del Capitolio el 20 de enero de 1953 y se convirtió en el primer presidente en redactar y pronunciar su propia oración antes de jurar el cargo. En su promesa de preservar, defender y proteger la Constitución de Estados Unidos, invocó al Todopoderoso para recordar a una audiencia nacional el reto que tenían ante sí y la responsabilidad de todo cargo electo, independientemente de su afiliación partidista.

Hoy, en una época de enorme agitación política, sería apropiado que ambos lados del pasillo consideren lo que tenía para decir hace unos 70 años este candidato republicano que alcanzó el cargo más importante. Ofrece lecciones para una nación que, hoy en día, necesita alejarse del extremismo político o se enfrentará a un futuro amenazado:

"Mientras estamos aquí, en este momento, mis asociados de la rama ejecutiva del Gobierno se unen a mí para suplicar que Tú hagas plena y completa nuestra dedicación al servicio de la gente en esta multitud y sus conciudadanos en todas partes.

 

"Danos, te rogamos, el poder de discernir claramente el bien del mal y permite que todas nuestras palabras y acciones se rijan por ello y por las leyes de esta tierra.

 

"Especialmente rezamos para que nuestra preocupación sea por todas las personas, independientemente de su posición, raza o vocación. Que la cooperación esté permitida y sea el objetivo mutuo de quienes defienden creencias políticas diferentes. para que todos trabajen por el bien de nuestro amado país y por Tu gloria. Amén".

Estas palabras se pronunciaron en un momento en que la Unión Soviética se había puesto en marcha para crear un "telón de acero" que esclavizaría a millones de personas, los comunistas chinos se aseguraban, sin piedad, el poder, los enemigos internos de la democracia y la libertad de expresión estaban destruyendo los medios de subsistencia en Estados Unidos, y, también, cuando Eisenhower tendría que llamar a las tropas federales para permitir que los estudiantes afroamericanos asistieran a clase en Little Rock, Arkansas.

Sin embargo, éramos, en general, una nación que respetaba las diferencias políticas de los demás, centristas en la mayoría de nuestras políticas y con ciudadanos que reconocían las bendiciones de la democracia.

Hoy, esos valores tradicionales se han roto.

Mark Levin, siete veces autor de bestsellers del New York Times y presentador de programas de radio y televisión, plantea serias cuestiones sobre el estado actual de nuestra unión política en su último libro, The Democrat Party Hates America (El Partido Demócrata odia a Estados Unidos). Independientemente de las preferencias que profese cada uno, el texto plantea cuestiones legítimas sobre la ideología actual de aquel partido y por qué tantos lo ven con recelo y más que un poco de miedo. Algunos sugieren que ha sido arrancado de sus raíces, ahora cautivo de una banda progresista que desprecia el mismo país que Eisenhower quería.

En su discurso inaugural, Eisenhower planteó una pregunta que Levin y otros están justificados a formular hoy. Preguntó retóricamente Eisenhower:

"¿Hasta dónde hemos llegado en la larga peregrinación del hombre desde las tinieblas hacia la luz? ¿Nos acercamos a la luz, a un día de libertad y de paz para toda la humanidad? ¿O se ciernen sobre nosotros las sombras de otra noche?".

Tras haber luchado contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, Eisenhower advertiría que la amenaza más peligrosa para Estados Unidos no reside en enemigos externos, sino en nosotros mismos. Es un mensaje que debe ser escuchado y atendido por todos los estadounidenses orgullosos del pasado de su nación y confiados en su futuro.

© Gatestone Institute