El caso de Julian Assange explicado paso a paso: ¿por qué vuelve a ser relevante el fundador de Wikileaks?
En estos dos días de audiencia la defensa del controvertido periodista dejará todas las energías en intentar evitar su extradición a Estados Unidos.
Julian Assange ha vuelto a las portadas de los diarios del mundo mientras su apelación a la extradición hacia los Estados Unidos está siendo revisada por dos jueces del Tribunal Supremo en un último esfuerzo por eludir lo que podría ser una condena de por vida.
El caso de Assange, que en un principio polarizó a Estados Unidos —de hecho, en el maniqueísmo fácil de izquierda y derecha—, hoy ha logrado un sincretismo llamativo. La derecha más dura de Estados Unidos se alineó con la izquierda radical bajo el mismo clamor: Assange debe ser perdonado.
Hoy, a la luz del juicio, cientos de personas se han reunido a favor de Assange no solo a las afueras de los Reales Tribunales de Justicia en Londres, sino en grandes ciudades como Washington y Nueva York. Y las voces de apoyo son tan dispares como ver al extremista de izquierda y antisemita Jeremy Corbyn alzando la misma petición que el republicano libertario Rand Paul.
Aquí te contamos, paso a paso, de qué se trata el caso de Assange y por qué se ha vuelto a tomar las portadas del mundo.
¿Cómo empezó todo?
Julian Assange es un periodista, autor y activista australiano que en 2006 fundó Wikileaks, una organización mediática sin fines de lucro devenida en medio de comunicación.
En 2010, Wikileaks irrumpió con fuerza al publicar decenas de miles de documentos clasificados del Gobierno de Estados Unidos. Exactamente el 25 de julio de ese año, grandes medios como The Guardian, el New York Times o Der Spiegel revelaron toneladas de información sensible sobre la participación de Estados Unidos en las guerras de Afganistán. La información les había llegado por Wikileaks.
La información era pesada y hacía mucho daño a la reputación de Estados Unidos. Los documentos distribuidos por Wikileaks exponían los excesos que los soldados americanos cometían en el marco de la invasión a Afganistán: el asesinato no reportado de cientos de civiles, las torturas a prisioneros y cierta colaboración con los talibanes. Además, los documentos revelaban detalles sobre reuniones secretas, operaciones militares próximas a ocurrir y estrategias.
Unos meses después, en octubre del 2010, Wikileaks soltó otra tanda de documentos: más de 300 mil papeles filtrados desde El Pentágono con detalles sobre la guerra en Irak y las operaciones de Estados Unidos entre el 2004 y el 2009. En este caso, la filtración también expuso excesos de los militares americanos: muertes de civiles y torturas. Entonces, también grandes medios como el New York Times o El País de España se hicieron eco de las filtraciones.
La BBC catalogó ambas filtraciones como "las mayores de documentos clasificados de la historia".
Al principio, el Gobierno del entonces presidente Barack Obama trató de minimizar la filtración.
"Aunque me preocupa la divulgación de información sensible procedente del campo de batalla que podría poner en peligro a personas u operaciones, lo cierto es que estos documentos no revelan ninguna cuestión que no haya sido ya objeto de nuestro debate público sobre Afganistán", dijo Obama el 27 de julio de 2010.
No obstante, luego la situación se fue tensando. El Gobierno de Obama condenó a Wikileaks, argumentando que la filtración había expuesto de una manera irresponsable a ciudadanos americanos y colaboradores, y que significaba un torpedo a los intereses de Estados Unidos.
Luego de una investigación intensa, el Gobierno de Obama concluyó que Chelsea Manning, entonces analista de inteligencia del Ejército, había colaborado con Wikileaks. En agosto de 2013, Manning fue condenada por múltiples cargo, incluyendo violaciones a la Ley de Espionaje —Obama, no obstante, la perdonó en enero de 2017, antes de dejar el cargo.
Estadía en la embajada
Luego de la filtración de los documentos y la publicación por parte de Wikileaks, Suecia emitió una orden de captura contra Assange, a quien acusaba de agresión sexual. Assange negó las acusaciones, que hicieron dos mujeres, y dijo que la motivación era política. Según el periodista, que entonces estaba en Londres, el propósito era terminar en Suecia para que luego fuese extraditado a Estados Unidos, donde, decía Assange, era cuestión de tiempo que lo acusaran por los documentos filtrados. Estuvo preso por un tiempo breve, hasta que Reino Unido le concedió la libertad condicional.
Ante las alegaciones sexuales, y por temor a la verdadera motivación detrás del caso en su contra, Assange decidió refugiarse en la embajada de Ecuador en Londres —violando, de esta manera, la libertad condicional que le había concedido Reino Unido. Y, aunque en 2017 las autoridades suecas decidieron retirar los cargos por conducta sexual inapropiada, Assange prefirió continuar en la embajada. Temía que la Justicia americana estuviera esperando el momento en el que pusiera un pie afuera del edificio para acusarlo formalmente y así lograr la extradición desde Reino Unido. Y justo eso fue lo que ocurrió.
Estadía en la cárcel
Siete años después de refugiarse, en abril del 2019, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno expulsó a Assange de la embajada. El periodista ya no era un huésped bienvenido. La medida fue vista como un intento del Gobierno ecuatoriano de congraciarse con Estados Unidos y, además, como una retaliación personal de Moreno —el presidente había aparecido en una de las filtraciones de Wikileaks por un presunto caso de corrupción.
Ya fuera de la embajada, ocurrió lo que Assange preveía y temía: Reino Unido lo arrestó inmediatamente por haber violado la libertad condicional, en el 2012, y a las pocas semanas el Departamento de Justicia anunció una acusación formal contra Assange, a quien acusaban de violar la Ley de Espionaje, participar en una conspiración criminal, robar material secreto y otros 15 delitos.
Por lo tanto, el Departamento de Justicia pidió la extradición para que el periodista enfrentara la acusación y, de ser condenado, enfrentaría hasta 175 años en prisión.
Desde que salió de la embajada y hasta el día de hoy, Assange está recluido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh al sureste de Londres, desde donde enfrenta una dura batalla por evitar la extradición.
Al borde de la extradición
En un principio, en enero de 2021, la extradición de Assange fue negada por un juez británico, argumentando que el periodista podría suicidarse de terminar en una prisión americana. Luego, el Tribunal Supremo de Reino Unido revocó la decisión y, el 17 de junio de 2022, Priti Patel, la entonces ministra de Interior británica, aprobó la solicitud de extradición. Julian Assange decidió apelar y así llegamos al juicio de este 20 y 21 de febrero del 2024.
Es la última oportunidad de Assange. Ahora dos magistrados del Tribunal escuchan a ambas partes. Primero, como ocurrió este martes 20 de febrero, el equipo legal de Assange presentó su caso en contra de la extradición. El periodista, aunque estaba citado, no pudo presentarse a la audiencia por supuestos problemas de salud. Lo que corresponde es que este 21 de febrero el equipo legal del Departamento de Justicia de Estados Unidos exponga sus razones a favor de la extradición.
Luego, los jueces se tomarán su tiempo, que puede ir desde horas hasta semanas, para tomar la decisión final sobre el caso de la extradición de Julian Assange.
¿Lucha por la libre prensa?
Aunque en un principio Assange era una figura polarizante, hoy existe cierto consenso sobre que la condena en su contra podría tener importantes consecuencias para el periodismo y la libertad de expresión, no solo en Estados Unidos sino en el mundo.
Voces dispares como Amnistía Internacional, las Naciones Unidas o un grupo importante —y muy heterogéneo— bipartidista del Congreso de Estados Unidos han pedido que la extradición de Assange sea detenida e, incluso, que el Gobierno de Joe Biden le conceda el perdón.
Hace unos días el Parlamento de Australia aprobó una moción, ampliamente respaldada, pidiéndole tanto a Estados Unidos como a Reino Unido que liberen a Assange. El propio primer ministro australiano, Anthony Albanese, pidió que "concluya" el caso de Assange y, según dijo, le expresó la misma inquietud en una reunión al presidente Biden.
En una columna en la National Review, el escritor Bobby Miller arguye que, aunque no guarda simpatía con Assange, a quien considera "un individuo ignominioso", "si los periodistas pueden ser procesados por la mera publicación de información clasificada de la que están en posesión, esto podría tener un efecto profundamente escalofriante en la información sobre las maquinaciones internas del leviatán federal".
Miller explica que, más allá de cualquier valor, la libertad de prensa es el eje de una República. Por ello, es fundamental, dice, "que el Departamento de Justicia entienda esto y reduzca su caso contra Assange".