“Una muerte lenta”: las traumáticas vidas de las mujeres bajo la opresión talibán en Afganistán
Laila Basim y Fátima cuentan cómo es la vida bajo la brutal represión del salvaje régimen fundamentalista islámico tras la caótica retirada estadounidense en 2021. Los crímenes de los talibanes, sin embargo, parecen no ser prioritarios para la comunidad internacional.
La activista afgana Laila Basim (30) escribió recientemente un artículo en el periódico español El País, en el cual describió la dura vida de las mujeres en Afganistán desde que los talibanes recuperaron el poder allí.
Basim, quien hoy reside en Estados Unidos junto con su esposo y sus tres hijos, calificó de “muerte lenta” la vida regida por las leyes del Gobierno talibán en el país. De hecho, explicó que tanto ella como otras mujeres perdieron su empleo debido a las fuertes restricciones de los islamistas radicales que gobiernan actualmente en Afganistán.
La joven comentó que ella fue despedida del Ministerio de Economía luego de que los talibanes asumieran el poder en el país, por lo que, indicó, se vio obligada a quedarse confinada en su hogar sin posibilidad de cumplir sus sueños.
Basim explicó que los talibanes han prohibido a las mujeres mayores de 12 años asistir a las escuelas y universidades, han sido expulsadas de sus puestos en el Estado, y no se les permite viajar más de 70 km sin la compañía de un hombre o elegir marido, entre otras medidas represivas.
En su escrito, Basim señaló que debido a la gran cantidad de atrocidades que ha presenciado, no puede mencionar todas. Sin embargo, destacó algunas de las horribles escenas de las que fue testigo o sufrió en carne propia.
La joven autora sostuvo que tuvo un aborto espontáneo debido a los palazos recibidos por las fuerzas de los talibanes durante una protesta en 2022, vio cómo una joven vecina moría a manos de su hermano por negarse a someterse a un matrimonio forzado, presenció una lapidación a muerte de dos mujeres debido a que no llevaban el velo y una ejecución a balazos de clérigos tachados de infieles, entre otras atrocidades. Además, comentó que en reiteradas ocasiones vio jóvenes mujeres muertas en la calle.
Basim no ocultó su decepción con los medios de comunicación, ya que indicó que estos hechos no suelen ser cubiertos por la prensa internacional.
Basim ha protestado como parte del Movimiento de Mujeres Afganas en Kabul para pedir por el fin de la opresión contra las mujeres pero no pudo continuar haciéndolo debido al riesgo que corría su vida. De hecho, en una oportunidad, al llegar a una plaza donde había convocado a una manifestación, un agente talibán le exigió que cancelara la concentración, de lo contrario se llevarían a ella y a otras manifestantes para que “nadie volviera a saber de nosotras nunca más”. También relató cómo miembros de la inteligencia talibán ingresaron a su casa y la registraron dos veces en un mismo día, razón por la cual debía mudarse con regularidad y en algunos casos incluso se vio obligada a refugiarse en Badajshán, su provincia natal.
Basim también sostuvo que debió cerrar la biblioteca Zan -cuyo significado es mujer en idioma darí-, la cual fue fundada por ella y otras activistas con el fin de promover la lectura y la cultura entre las afganas, debido al hostigamiento de los talibanes.
Basim sostuvo que vivir en Afganistán es como sufrir “una muerte lenta”. Y concluyó que no tiene miedo de firmar este artículo en el que denuncia al régimen talibán. “Me han pegado, perseguido e insultado, pero voy a seguir protestando", afirmó.
La odisea de escapar de Afganistán
Fátima, una joven afgana que logró escapar de la opresión de los talibanes hacia Pakistán, contó a CNN cómo fue la huida de su país.
La joven, de unos 20 años y cuyo nombre ha sido modificado como el del resto de los refugiados que aparecen en su relato por motivos de seguridad, pudo abandonar Afganistán recién en el tercer intento.
La joven señaló que se desempeñaba como oficial del Ejército afgano cuando cayó Kabul en agosto de 2021.
Como tantos otros de sus compatriotas, Fátima no pudo abandonar el país de inmediato tras el caótico retiro de las fuerzas estadounidenses, por lo que decidió dirigirse a Irán junto con un grupo de personas.
Fátima y sus compañeros emprendieron una dura y larga travesía a pie desde una ciudad del norte de Afganistán que duró tres días. Sin embargo, sus esfuerzos fueron infructuosos, ya que fueron divisados por las fuerzas iraníes apostadas en la frontera, que abrieron fuego contra ellos, por lo que se vieron obligados a huir.
Un mes después de esa dura experiencia, Fátima viajó a Irán con una visa que obtuvo luego de abonar unos 640 dólares a un intermediario. Meses después, unos contrabandistas le dijeron que podían llevarla a Turquía, pero la retuvieron contra su voluntad, la golpeaban con regularidad y exigieron dinero a sus familiares para liberarla.
Días después, la Policía iraní encontró a ella y otros migrantes, los trasladó a un centro de detención y luego la llevaron de regreso a Afganistán, donde los talibanes la bajaron del autobús en el que viajaba y la interrogaron con torturas para que hablara sobre su función en el Ejército.
Fátima contó que su familia pudo liberarla luego de pedir un préstamo de 3.000 dólares y sobornar a los talibanes.
Azra, hermana de Fátima, también habló con CNN y contó que la joven regresó a casa “cubierta de sangre”.
Fátima sostuvo además que no puede recordar todo lo que le sucedió en Irán debido a que las fuertes golpizas que sufrió le dañaron la memoria.
La tercera vez que Fátima intentó huir fue a principios de 2023, cuando un contrabandista la ayudó a cruzar a Pakistán, esta vez con éxito.
Récord de refugiadas afganas
CNN señaló que durante los últimos 40 años, millones de afganos, predominantemente hombres y niños, han huido de su país en busca de seguridad y oportunidades económicas.
Los destinos de los refugiados suelen ser Pakistán e Irán, pero también Estados Unidos, Turquía, Australia y el oeste de Europa, entre otros sitios.
Sin embargo, desde que los talibanes tomaron el poder ha aumentado la cantidad de refugiadas afganas. Según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), el número de mujeres que huyeron de Afganistán se ha más que duplicado por año.
En 2023 había más de 3,100,000 refugiadas afganas, mientras que en 2021 había aproximadamente 1,200,000, y en 2020 el número rondaba los 800,000.
Actualmente hay más refugiadas afganas que en cualquier otro momento de los últimos 20 años.
La guerra de los talibanes contra las mujeres se ha intensificado
El periódico británico The Guardian afirmó que la guerra de los talibanes contra las niñas y mujeres se ha intensificado.
El régimen ya ha asesinado a abogadas, activistas, estudiantes, policías, etc, además de someterlas a torturas y todo tipo de abusos.
Asimismo, persisten las preocupaciones de que los talibanes reanuden las lapidaciones públicas. No obstante, subrayó el periódico, hay otras formas de matar a las mujeres y sus hijos: quitarles su sustento.
The Guardian sostuvo que si fuerzan a las mujeres a someterse a hombres abusivos, sin posibilidad de escape, serán asesinadas, y si se reduce el acceso a la atención médica, pueden morir por causas prevenibles.
Las mujeres entienden que en un contexto tan restrictivo, no hay forma de salir adelante. No obstante, no solo las adultas y jóvenes afganas sufren, sino también los hombres y niños, que pierden una parte de los ingresos del hogar o deben lamentar las muertes de sus esposas y madres. De hecho, algunos de los afganos son castigados por los talibanes por negarse a maltratar a sus mujeres.
La comunidad internacional mira para otro lado
En un informe publicado en mayo pasado, Richard Bennett, relator especial de la ONU sobre derechos humanos en Afganistán, pidió que el apartheid de género sea criminalizado bajo el derecho internacional.
Sin embargo, parece que la comunidad internacional no tiene a este asunto como una prioridad, por lo que The Guardian llamó a que las mujeres afganas sean escuchadas con el fin de que este tormento que sufren bajo los talibanes culmine lo antes posible.