Tras casi dos semanas de informar sobre la guerra en Medio Oriente, es momento de analizar lo que está pasando en esa región y en un mundo que está dividido entre los que entran en razón y los que prefieren continuar con el suicidio lento y doloroso.

Durante la mañana del sábado 7 de octubre me despertó un mensaje del director de voz.us, Mario Noya. Leí el mensaje, ya que faltaban pocos minutos para levantarme. Pensé que algo grave había sucedido. Me preguntó si estaba activo porque "Hamás invadió Israel". Creí que exageraba. Si bien mi cabeza aún no estaba del todo lúcida debido a que recién estaba despertándome, imaginé que se trataba de una infiltración, digamos, habitual, en la que uno o dos palestinos lograron cruzar desde Gaza, avanzaron pocos metros y que pronto las fuerzas de seguridad iban a atraparlos.

Sin embargo, me dije, ya un poco más despierto, que evidentemente se trataba de algo más grave que eso. Me levanté y me fijé en el celular qué estaba sucediendo en Israel, país donde viví siete años de mi vida y al que le tengo admiración, más allá de sus aciertos y errores.

No podía creer lo que mis ojos veían y leían. Hamás realmente había invadido el sur de Israel tras una ola de ataques con cohetes. Los terroristas deambulaban como si estuvieran en su propia casa asesinando, violando, decapitando, torturando y secuestrando a hombres, mujeres y niños: un verdadero pogromo en pleno siglo XXI y en el Estado judío.

Me preparé un café rápidamente y me senté delante de la computadora para tratar de mantener las redes sociales actualizadas. Al saber mucho sobre el asunto por seguirlo desde mi adolescencia y por haber vivido en Israel durante casi 7 años de mi vida, donde hice el ejército, estudié y trabajé, Mario me dejó a cargo muchas más responsabilidades que las habituales. Los informes y las imágenes que llegaban eran cada vez más fuertes, cada vez más tristes, cada vez más horribles. No sabía qué publicar primero. Quería mantener las redes actualizadas de la mejor manera. Si hay algo que puedo rescatar del estrés y la presión que sufría en ese momento es que me ayudaron a superar la bronca, el dolor, el asco y la tristeza que sentía, sentimientos que me hubieran jugado una mala pasada a la hora de trabajar. La gente debía saber lo que estaba ocurriendo, y de la mejor manera posible; ya habría tiempo para que mi cerebro pudiera comprender la gravedad de lo que estaba sucediendo.

Los golpes pegaban cerca. Me preguntaba si yo hubiera muerto en este ataque. Bien podría haber sido asesinado o secuestrado.

Se hizo de noche. El día pasó demasiado rápido. Llegó el momento de pensar en lo que había ocurrido. Nunca imaginé que sentiría los golpes cerca de mí, y no sólo porque cuando yo vivía en Israel había acudido a fiestas de música electrónica como en la que mataron, torturaron y secuestraron a cientos de jóvenes, porque había viajado al sur varias veces a visitar amigos, y porque había vivido en esos lugares donde cayeron varios cohetes, sino también porque tengo amigos y amigos de amigos allí. Me comuniqué con ellos para saber si estaban bien, por suerte lo estaban.

Pero luego recibí el mensaje de uno de mis mejores amigos, quien me contó que los hermanos de un amigo suyo que vive en Israel estaban desaparecidos y aún no los habían encontrado. ¿Estarán muertos? ¿Estarán secuestrados en Gaza? ¿Dónde y cómo se encuentran? ¡Cuánta incertidumbre! Luego me escribió un amigo de la infancia con quien hoy no tengo tanta relación para contarme que una de las familias asesinadas en un instante era la de una prima suya. Toda la familia fue asesinada mientras se encontraba en su casa. TODA, de una vez, por bestias salvajes para quienes la vida no vale absolutamente nada.

Los golpes pegaban cerca. Me preguntaba si yo hubiera muerto en este ataque. Bien podría haber sido asesinado o secuestrado. Nunca me había sentido así. Ni siquiera cuando encontraron a una terrorista en el restaurante que yo trabajaba cuando vivía en Tel Aviv en 2006 o cuando un terrorista suicida en Burgas, Bulgaria, hizo explotar un autobús matando a siete israelíes en 2011, y tal vez fue en el que yo había viajado un año antes cuando volé a esa ciudad búlgara por motivos laborales.

No entendía lo que había pasado en Israel. ¿Cómo puede ser que uno de los ejércitos más fuertes del mundo haya fallado tanto y por tanto tiempo? Golda Meir renunció a su cargo por mucho menos tras la Guerra de Yom Kipur en 1973.

Luego tuve que seguir trabajando para seguir mostrando la guerra, y fue cuando empecé a ver los mensajes en las redes sociales. Por supuesto que hubo y hay muchos gestos de respaldo a Israel y de repudio al terrorismo de Hamás, lo cual demuestra que tal vez el mundo no está perdido después de todo y aún hay esperanza, pero tambien hay apoyos al terrorismo desde la izquierda, que acusa a Israel de apartheid, de genocidio e incluso llegan a comparar al Estado judío con el nazismo, como lo hizo Gustavo Petro, el presidente terrorista de Colombia al que le agradan los narcodólares.

Y ahora se me viene a la cabeza una frase Alejo Schapire, que resume parte de la ideología de la izquierda, cuyos miembros no son más que skinheads con pelo: “La izquierda ve nazis por todas partes menos cuando hay judíos asesinados por ser judíos”. Touché.

Sin embargo, también hay que recordar las palabras de Yoseph Haddad, el activista árabe israelí a quien tuve el honor de entrevistar para Voz Media, que dijo que “los terroristas no distinguen entre árabes y judíos”. Haddad es el ciudadano de Israel que más recorre el mundo para explicar que lejos de haber un apartheid, en el Estado judío hay más libertad que en cualquier otro país de la región para TODOS sus ciudadanos, sí, TODOS, sin importar su etnia, religión, género, color, preferencia sexual o lo que sea.

El apartheid es lo que hacen justamente los liderazgos palestinos, y no solo las bestias salvajes de Hamás, sino también las bestias salvajes de Fatah, cuyo líder Mahmoud Abbas -el ‘moderado’ con el que le piden a Israel que negocie- justificó recientemente el Holocausto. Y el genocidio es el que quieren perpetrar los extremistas palestinos. Pero no lo lograrán.

Esta alianza bizarra entre la izquierda y el extremismo islámico es tragicómica, ya que ya se están viendo en EEUU roces entre musulmanes y progresistas que quieren imponer su desquiciada agenda a todos, incluso a una población que suele estar compuesta por personas muy conservadoras y con un sector no pequeño de intolerantes dispuestos a todo para imponer sus ideas.

Estoy agotado. Realmente agotado. Este artículo lo estoy escribiendo de a poco, por las noches, después de días en los que apenas me levanto para ir al baño porque Voz Media y yo mismo necesitamos que la gente esté actualizada con lo que está sucediendo de la mejor manera posible. Y el asunto ya no se centra sólo en Israel, no, porque el que crea que Hamás y los demás grupos terroristas islámicos en Gaza tienen como objetivo obtener territorio, realmente no entiende absolutamente nada. El fin de este tipo de agrupaciones es arrojar a los judíos al mar, exterminarlos; lo dicen ellos, no yo.

A los ojos de los terroristas islámicos todos somos menos que ratas; somos basura que deben exterminar porque ‘contaminamos’ el ‘aire puro’ del islam.

¿Pero realmente creen que su objetivo son solamente los judíos? Para nada. El problema para ellos es que el Estado judío, un oasis de libertad y progreso en el Medio Oriente, está ahí al lado, y es fuerte, orgulloso, próspero, abierto, libre, algo que no pueden soportar. Israel es el primer obstáculo, es todo. Sin embargo, el islamismo radical sigue expandiéndose por Europa y los atentados terroristas también llegan a los infieles (no musulmanes o musulmanes que no quieren seguir su camino de destrucción).

Los problemas de seguridad en Europa están generando preocupación en las autoridades después de abrirles las puertas por una mezcla de buenismo absurdo y oportunismo político a muchas personas que no sólo no quieren integrarse, sino que además buscan imponer un modo de vida autoritario y violento. Y he estado viendo y escuchando gente que ha comenzado a cambiar de opinión respecto de la inmigración; gente que vivía en un mundo de fantasía creyendo que el problema eran las fronteras y la falta de oportunidades, aunque nadie hacía referencia a que esa ‘falta de oportunidades’ comenzaba en el país de origen de donde salían los ‘refugiados’. Muy bien, las fronteras se abrieron y entraron de a montones, en tanto que las oportunidades estaban allí para que las tomaran, pero las rechazaron, sólo buscaban la ‘oportunidad’ para dominar Occidente, de a poco, no están apresurados.

¿Realmente hay personas que creen que estas bestias tienen alguna consideración por la gente que los recibe con los brazos abiertos y los ‘entiende’? De hecho, muchos de los israelíes que viven en los kibutz y otras comunidades del sur, y varios de los que estuvieron en el festival de música electrónica POR LA PAZ, sí, POR LA PAZ, seguramente eran pacifistas. Los terroristas de Hamás los secuestraron, asesinaron, violaron, decapitaron, torturaron e incendiaron porque no les importa NADA su ideología, su forma de pensar, si son comprensivos o no. A los ojos de los terroristas islámicos todos somos menos que ratas; somos basura que deben exterminar porque ‘contaminamos’ el ‘aire puro’ del islam. Yo seguramente hubiera tenido muchos debates con las víctimas respecto de cómo Israel, Europa y el mundo deben cuidarse, porque lo he venido repitiendo desde hace muchos años: es mejor prevenir. Ya vemos lo que tiene que hacer Israel ahora porque cometió graves errores a la hora de proteger sus fronteras, y también Europa, cuyas medidas para proteger a su población del islamismo radical se van endureciendo de a poco y no sé adónde van a llegar. El enemigo se los está devorando por dentro.

Y, volviendo a Israel, pregunto, ¿será que Yoseph Haddad tiene razón cuando dice, como declaró durante la entrevista que le realicé, que Israel siempre respondía a los ataques en la ‘medida correcta’, ergo, la proporción que le pedía el mundo, mientras Hamás y otros grupos terroristas marcaban el ritmo de los enfrentamientos para reforzarse y volver a atacar? Seguramente nada de esto estaría sucediendo hoy en día. Como leí de un influencer en internet, Israel no va a responder ‘proporcionalmente’ porque no está dispuesto a ir a una fiesta para violar mujeres, secuestrar y asesinar inocentes a mansalva, o ir casa por casa acribillando a balazos a familias enteras y decapitando bebés. No, Israel prefiere ir a por los terroristas, que, desde ya, se esconden entre la población civil para entorpecer los ataques israelíes. Por lo tanto, como me dijo Yoseph Haddad, TODO lo que sucede en Israel y en Gaza es responsabilidad de Hamás.

Las imágenes del sábado 7 de octubre van a quedar en la memoria de todos hasta el fin de nuestros días como las imágenes de los campos de concentración y de exterminio nazis.

Estoy agotado. El cansancio vuelve a mí. Los días de trabajo ahora se han tornado complicados en todo sentido, no sólo por la cantidad de información que tengo que ir publicando, sino por la bronca y la tristeza que me genera. Pero quiero seguir escribiendo y volver a hacer las aclaraciones que hago siempre.

A ver si se entiende de una buena vez: los israelíes se van a dormir pensando en trabajar al día siguiente; los terroristas palestinos en cómo matarlos; los israelíes crean y producen productos que son usados en todo el mundo y nos mejoran la vida a todos; los terroristas palestinos sólo piensan en destruir; los israelíes educan a sus hijos para triunfar en la vida; los terroristas palestinos sólo los educan para glorificar la muerte, la propia; en Israel conviven judíos, musulmanes, cristianos, árabes, drusos, beduinos, ortodoxos, seculares, gays, heterosexuales, etc., con los mismos derechos y con más libertad que en cualquier otro país de la región; en tanto que en Gaza o Cisjordania reina el autoritarismo y la intolerancia contra infieles, gays y cualquiera que no se someta a sus caprichos tiránicos; en Israel hay libertad de expresión para todos; en los territorios palestinos nadie puede decir una palabra crítica del liderazgo.

Es probable que nada de lo que yo escriba cambie la postura de las personas que ya tienen una posición tomada sobre este asunto, y lamentablemente no me refiero sólo a la izquierda, pero hay gente abierta e inteligente que no se va a dejar llevar por una imagen, ni por lo que diga tal o cual persona, ni siquiera yo mismo; es para esa gente que yo me estoy tomando todo este tiempo para escribir.

Pero más allá de todo, Israel tiene que hacer lo que tiene que hacer. Las imágenes del sábado 7 de octubre van a quedar en la memoria de todos hasta el fin de nuestros días como las imágenes de los campos de concentración y de exterminio nazis. Y sí, como era de esperar, muchas voces comienzan a aparecer condenando la respuesta israelí, que es fuerte, que es contundente, pero todavía no es suficiente. Hay que disminuir al mínimo posible el daño a civiles, que es lo que Israel siempre hace, pero hay que exterminar a Hamás y otros grupos terroristas. El precio que va a pagar el Estado judío también será caro: muchos soldados y civiles morirán, a pesar de que tiene el poder suficiente para borrar a Gaza de un plumazo, pero paga con sangre de los suyos para no derramar sangre de los otros. Igual, como dije, nada va a satisfacer a los que ya tienen su posición tomada, sea por odio o no. Pero Israel debe seguir su camino.

Recuerdo que cuando estaba en el ejército en ningún momento me enseñaron a hacer todas las atrocidades que algunos dicen que hacen los soldados israelíes. Al contrario. Es más, el ejército lo hice con jóvenes de diversas culturas, etnias y religiones (árabes musulmanes y cristianos, judíos, drusos, beduinos, etc). De hecho, el comandante de logística de la base en la que yo pasé mis últimos meses de servicio militar era un hombre druso, y fue él quien nos dio una clase sobre el Holocausto en el día en que se recuerda a las víctimas del genocidio nazi. Y tampoco puedo olvidar que incluso a amigos míos combatientes me decían que en ocasiones tenían que defender a los palestinos cuando surgía algún conflicto entre religiosos nacionalistas y habitantes de algún poblado palestino en Cisjordania.

Esa es la diferencia fundamental: en Israel se valora la vida, incluso la de aquellos que quieren asesinarlos, en tanto que los integristas palestinos valoran la muerte y matan incluso a sus propios hermanos para alcanzar sus oscuros objetivos ideológicos y políticos.

Israel tiene derecho a defenderse y su población tiene derecho a discutir y a pelearse sin que eso pueda conllevar un peligro para la existencia del país. Mucha gente dice que la división interna relacionada con la reforma judicial derivó en lo que pasó el 7 de octubre. No lo sé, pero los israelíes tienen derecho a discutir fuertemente como en cualquier otro país del mundo, pero cuando su mera existencia está en juego, se unirán, como lo están haciendo ahora.

Es increíble que Israel sea atacado desde todos los puntos cardinales todo el tiempo por gente que quiere hacer desaparecer a toda su población, y de la peor manera, pero tenga que estar dando explicaciones sobre cómo se defiende, a pesar de que lo hace de la manera más prudente del mundo dadas las durísimas circunstancias. Es una respuesta contundente con terroristas y tratando de evitar bajas civiles, al contrario de sus enemigos, que apuntan a los civiles que están del otro lado y usan de escudos humanos a los que están en el suyo. Sin embargo, tiene que estar rindiendo explicaciones todo el tiempo. Basta. Como dijo Golda Meir: "Prefiero el repudio de todo el mundo y no sus condolencias".

¿Paz? ¿Es necesario aclarar nuevamente que Hamás no quiere paz y que los ‘moderados’ de la Autoridad Palestina que justifican el Holocausto tampoco la buscan? ¿Cuántas veces han rechazado cualquier tipo de solución al conflicto para tener su propio estado de una buena vez? Hamás, al tratarse de una organización islamista radical, tiene como objetivo asesinar a todos los judíos y forma parte del mundo islamista radical que quiere que su ideología autoritaria, misógina, racista y sanguinaria domine el mundo. Y el otro liderazgo, el de la Autoridad Palestina, ha demostrado en reiteradas ocasiones que la paz no está, digamos, entre sus prioridades. Ni siquiera cuando a principios de los años 2000 Ehud Barak le ofreció a Yasser Arafat casi todo lo que supuestamente pedían -momento en que los palestinos respondieron con la Segunda Intifada- o cuando Ehud Olmert le ofreció a Mahmud Abás todo lo que supuestamente exigía pocos años después. Es más, Israel les salvó la vida a muchos miembros de la organización político-militar Fatah -que constituye el componente principal de la Autoridad Palestina-, cuando en 2007 eran asesinados de las formas más crueles por terroristas de Hamás durante el conflicto que mantuvieron en aquella oportunidad.

Israel no sólo ha salvado la vida de miembros de Fatah, sino que incluso ha salvado la vida de terroristas palestinos que fueron heridos por las fuerzas israelíes después de perpetrar un atentado. Y esa es la diferencia fundamental: en Israel se valora la vida, incluso la de aquellos que quieren asesinarlos, en tanto que los integristas palestinos valoran la muerte y matan incluso a sus propios hermanos para alcanzar sus oscuros objetivos ideológicos y políticos.

Es necesario aclarar que ya no se trata del conflicto árabe-israelí, sino de la civilización contra la barbarie; de la valoración de la vida contra la valoración de la muerte; de la valoración de la libertad de todos contra los que quieren someternos a sus caprichos autoritarios.

Nunca más es nunca más. Llegó la hora de que Israel marque el ritmo del combate y no Hamás ni sus amigos en el Líbano, Siria o Irán; haga oídos sordos a la parte de la prensa que no se preocupa por chequear información y prefiere mentir con el fin de manchar la imagen de Israel, y también haga caso omiso a la tuerta ONU, donde las peores tiranías del mundo dan lecciones de derechos humanos. Pueden parlotear todo lo que quieran, pero es necesario repetir la frase de Golda Meir: "Prefiero el repudio de todo el mundo, y no sus condolencias".