Salvar el futuro de Estados Unidos
El legado final de Biden puede que sea el de dividir aún más a una nación ya dividida.
Subido a un atril en Filadelfia, el presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden, trató recientemente de aprovecharse del patrimonio de una ciudad que dio origen a nuestra democracia mientras pronunciaba un discurso tan ferozmente sectario que su legado final puede que sea el de dividir aún más a una nación ya dividida.
Si hubiera sido más honesto para con los retos actuales de nuestra nación, podría haberse plantado en un supermercado, donde los precios de los productos básicos que necesitan las familias de la clase trabajadora se están disparando. También podría haber elegido muchos de nuestros barrios de Nueva York, donde los delincuentes han poco menos que recibido una tarjeta de salida de la cárcel de manos de numerosos miembros del partido de Biden.
También podría haberse parado junto a un surtidor de gasolina y reconocer que sus políticas energéticas nos han devuelto a una era de dependencia energética de países que son hostiles a la democracia que él mismo ha jurado proteger.
Estas realidades revelan que Estados Unidos se encuentra en un peligroso punto de inflexión. El futuro de nuestro país está verdaderamente en juego. Uno sospecha que en la Casa Blanca no hay nadie que se esté preguntando cómo evitar los fallos de liderazgo que hicieron que otros países pasaran del predominio global al basurero de la Historia. Sólo tienen que mirar a los que les sucedió a España, Países Bajos o Gran Bretaña para ver cómo un liderazgo inepto, incompetente o débil conduce al inevitable colapso de una nación hegemónica. Es como si nadie habitara en el 1600 de Pennsylvania Avenue.
En cambio, los chinos estudian la Historia. Con una economía que llega a todos los rincones del planeta y un ejército capaz ahora de patrullar el Pacífico, es evidente que apuestan por que Estados Unidos fracase en su prueba de liderazgo y se sume a los que renunciaron a la hegemonía global. En ese caso, China está dispuesta a asumir ese papel.
La cruda realidad es que los actuales ocupantes de la Casa Blanca han ido cometiendo error tras error. Un discurso largo en retórica sectaria pero corto en competencia no abordará los errores estratégicos de juicio que están cometiendo aquellos que juraron sagradamente preservar, defender y proteger nuestra nación.
Todavía estamos a tiempo de entregar a una nueva generación de estadounidenses un país fuerte, capaz de defender sus valores, a sus ciudadanos y su futuro; pero eso requerirá que asumamos lo que otras naciones se negaron a reconocer: que ante nosotros se encuentra el punto de inflexión de la Historia.