Fue absorbida por lo peor de la política, y sus escupitajos de odio y hechos de corrupción le valieron el repudio de muchos.

La presidente de la organización Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, murió el domingo a los 93 años en la ciudad de Buenos Aires. Si bien comenzó su activismo durante la dictadura cívico-militar de la década del 70, reclamando por la aparición de dos de sus hijos y luego por el resto de los desaparecidos, lo cierto es que fue absorbida por lo peor de la política, y sus escupitajos de odio y hechos de corrupción le valieron el repudio de muchos argentinos.

La señora Bonafini se convirtió en un referente de la extrema izquierda que no tenía reparos a la hora de lanzar sus diatribas de odio en las marchas de los jueves en la Plaza de Mayo, así como en diversas entrevistas. Hebe no medía sus palabras; incluso se burlaba de muertos inocentes, defendía a grupos terroristas con sangre en las manos, manifestaba su admiración por dictadores comunistas y no escondía su antisemitismo ni su odio a Estados Unidos.

Veamos algunas de sus declaraciones más desagradables.

Tras el atentado contra las Torres Gemelas de 2001, Hebe expresó: 

Por primera vez le pasaron la boleta a Estados Unidos. Yo estaba con mi hija en Cuba y me alegré mucho cuando escuché la noticia. No voy a ser hipócrita con este tema: no me dolió para nada el atentado. Me puse contenta de que, alguna vez, la barrera del mundo, esa barrera inmunda, llena de comida, esa barrera de oro, de riquezas, les cayera encima.

Es más, luego del ataque en Nueva York, incluso Horacio Verbitsky, un ex miembro de la organización terrorista Montoneros devenido en periodista de izquierda que es parte de la maquinaria de propaganda del kirchnerismo, criticó en aquella oportunidad las declaraciones de Bonafini. Hebe no vaciló en responder con el odio que la caracterizaba

Verbitsky es un sirviente de Estados Unidos. Recibe un sueldo de la Fundación Ford y, además de ser judío, es totalmente pronorteamericano.

Su antisemitismo también lo expresó luego del ataque terrorista contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), perpetrado en 1994 y que dejó 85 muertos y cientos de heridos. A pesar de que se trató del peor atentado llevado a cabo en suelo argentino, Hebe dijo: 

Si el Gobierno iraní dice que puede comprobar que no tuvo ninguna vinculación con el atentado de la AMIA, ¿por qué no se lo escucha y se escucha solo a la parte que acusa a todo el mundo de terrorista mientras continúa masacrando pueblos enteros? Las Madres de Plaza de Mayo no aceptamos las investigaciones del Mosad y la inteligencia norteamericana.

Respecto del fiscal Alberto Nisman, que investigaba el atentado contra la AMIA y fue asesinado en 2015 luego de acusar a la entonces presidente y hoy vicepresidente, Cristina Kirchner, de encubrir a los iraníes responsables del ataque, señaló que era «un pobre tipo, se tuvo que pegar un tiro porque no tenía otra salida».

En 2009, durante la guerra entre Israel y organizaciones terroristas palestinas de Gaza, Hebe lideró una protesta contra el Estado judío. En aquella oportunidad manifestó: “Todos tenemos que estar en contra de esta guerra. Sería muy bueno que la ONU demuestre que no la gobierna Estados Unidos”. Y acusó al país hebreo de “constituir una avanzada colonial y genocida. Acá, toda la sociedad está en contra del Gobierno nazi de Israel”.

Hebe no sólo era partidaria del terrorismo islámico, sino que también reivindicaba a agrupaciones sangrientas como ETA en España o las FARC en Colombia. 

La señora Bonafini no tenía reparos en burlarse de personas asesinadas por los grupos terroristas o tiranías que admiraba; no creía en la Justicia independiente; amenazaba a jueces y opositores y robó a gente a la que decía defender. Era una mujer corrupta que no tenía respeto por la vida, estaba cegada por el odio y no reparaba en las consecuencias que sus dichos pudieran generar.

Bonafini fue una estrecha aliada del kirchnerismo, que la ha usado y continúa usando post mortem en su intento de adueñarse de la noble causa de la defensa de los derechos humanos. Sí, a pesar de todo lo que dijo y de no ocultar su odio, Hebe era considerada una luchadora por los derechos humanos. La activista solía insultar a cualquier político que se opusiera a esa corriente peronista, a cualquier fiscal que osara acusar a Cristina Kirchner de corrupción y amenazaba a cualquier juez independiente que pudiera hallarla culpable. De hecho, luego del presunto intento de magnicidio contra la actual vicepresidente, Hebe llamó a llevar a cabo “una pueblada” contra la Corte Suprema y "todos estos jueces de mierda”, en relación a los magistrados involucrados en la investigación del atentado contra Cristina.

Como buena amiga del kirchnerismo, su imagen se manchó por un grave caso de corrupción hace más de una década. Hebe estaba acusada, junto al abogado parricida Sergio Schoklender, entonces apoderado del la fundación Madres de Plaza de Mayo, de desviar 206 millones de pesos entregados por el Gobierno de Cristina Kirchner para un programa llamado Sueños Compartidos, el cual se había creado para construir viviendas sociales y centros sanitarios para personas necesitadas. Luego del escándalo, el mismo Schoklender acusó a Hebe y a su hija Alejandra de manejos irregulares dentro de la fundación. 

Tras el fallecimiento de Bonafini, como era de esperarse, la grieta en Argentina se profundizó. Los partidarios del kirchnerismo lamentaron su muerte y recordaron su “lucha por los derechos humanos”, en tanto que los opositores festejaron su muerte. El reconocido periodista Jorge Lanata, crítico del kirchnerismo y de Bonafini, repudió los mensajes de alegría por el fallecimiento de Hebe a pesar de las grandes diferencias que tenía con ella. 

La señora Bonafini no tenía reparos en burlarse de personas asesinadas por los grupos terroristas o tiranías que admiraba; no creía en la Justicia independiente; amenazaba a jueces y opositores y robó a gente a la que decía defender. Era una mujer corrupta que no tenía respeto por la vida, estaba cegada por el odio y no reparaba en las consecuencias que sus dichos pudieran generar. Aparentemente, su objetivo era imponer una dictadura de izquierda manejada por un líder absolutista, acabar con la división de poderes, fusilar a los que pensaban diferente y enriquecerse a costa de los ciudadanos. 

¿Acaso aquel que se alegra por la muerte de Hebe en un simple posteo en las redes sociales hace más daño que el que causó Bonafini a los argentinos? Yo no hubiera pedido fusilarla, pero ella sí me hubiera fusilado de haber tenido el poder para hacerlo. ¿Está mal alegrarse? ¿Tengo que lamentar su fallecimiento solo porque murió? Sabrán disculparme, pero lo único que lamento es que esta mujer estuviera 93 largos años respirando en este planeta.