¿Por qué quiere Biden financiar el terrorismo iraní?

No necesitábamos el atentado contra Rushdie para recordar que Teherán alienta y subvenciona el terror. La pregunta es: ¿qué hará el Congreso para impedir un nuevo (y peor) acuerdo nuclear?

Salman Rushdie ha vuelto a quedar reducido a un símbolo de los esfuerzos, a veces ineficaces, de Occidente por defender la libertad frente al terrorismo islamista. El autor nacido en la India era una figura muy respetada en el mundo de las letras antes de la publicación de su libro Los versos satánicos, en 1988. Pero después de que el entonces Líder Supremo iraní, el ayatolá Ruholá Jomeini, emitiera una fetua (edicto religioso) pidiendo su muerte porque la obra incluía lo que los islamistas consideraban una visión herética del profeta Mahoma, Rushdie se convirtió simplemente en el hombre que estaba en el punto de mira de las amenazas islamistas.

El precio que el principal patrocinador estatal del terrorismo puso sobre su cabeza obligó a Rushdie a esconderse. Sobrevivió a al menos dos intentos de asesinato. Pero lleva 33 años cargando con esa recompensa en busca de un musulmán fundamentalista excitado por los iraníes que la cobre. 

La semana pasada, uno de ellos, Hadi Matar, un joven de 24 años de Nueva Jersey, trató de cobrarla mediante un cruel ataque a puñaladas contra Rushdie, de 75 años. Ataque que dejó al escritor en estado crítico y en trance de perder la visión en uno de sus ojos.

Lógicamente, este incidente ha recordado a algunos estadounidenses la naturaleza del régimen iraní. Así, varios senadores republicanos pidieron al presidente Biden que suspenda las conversaciones con Teherán sobre un nuevo acuerdo nuclear que sustituya al Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), negociado por la Administración Obama en 2015 y del que la Administración Trump se retiró en 2018.

La declaración de Biden sobre el atentado evitó cuidadosamente cualquier mención a las palabras 'Irán', 'fetua' e incluso 'terrorismo'. De la misma forma en que los progresistas hacen escarnio de los "pensamientos y oraciones" de los conservadores cuando se producen tiroteos multitudinarios, las oraciones de Joe y Jill Biden por la salud de Rushdie se quedan bastante cortas.

La petición está siendo ignorada en la Casa Blanca. En su declaración sobre el atentado, Biden evitó cuidadosamente cualquier mención a las palabras Irán, fetua e incluso terrorismo. De la misma forma en que los progresistas hacen escarnio de los "pensamientos y oraciones" de los conservadores cuando se producen tiroteos multitudinarios, las oraciones de Joe y Jill Biden por la salud de Rushdie se quedan bastante cortas.

Estados Unidos anda empeñado en quitar importancia al papel destructivo de Irán en la arena internacional, lo que ha contribuido a una complacencia general ante el terror iraní que resulta sorprendente en el contexto de los 43 años de existencia del régimen islamista.

La indignación por el ataque a Rushdie y el afán de los islamistas por silenciar a otros críticos de su credo (la falsa "islamofobia" de la que hablan tantos progresistas) está plenamente justificada. Pero el papel de Irán en la incitación y financiación del terrorismo viene de muy atrás. Incluso si nos limitáramos a los acontecimientos recientes e ignoráramos, por ejemplo, el asesinato de 85 judíos argentinos en 1994 en el atentado contra un centro comunitario en Buenos Aires, o las matanzas de disidentes en distintas ciudades iraníes en 2009 y otros momentos de agitación, hay muchos ejemplos del horror que promueve Teherán.

Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraníes estuvieron detrás de un complot para asesinar al ex consejero de Seguridad Nacional John Bolton. Asimismo, agentes iraníes intentaron secuestrar a una disidente que vive exiliada en Brooklyn, Nueva York; y las amenazas contra ella continúan.

Por otro lado, Irán financia a la Yihad Islámica Palestina, grupo terrorista que la semana pasada disparó más de 1.000 cohetes desde la Franja de Gaza contra núcleos israelíes de población. Hezbolá, el grupo terrorista que controla en gran medida el Líbano, también recibe órdenes de Teherán. Lo mismo ocurre con los terroristas huzíes del Yemen.

Pero la Administración sigue buscando un acuerdo con Irán y desde Viena circulan informes de que puede ser inminente.

La Casa Blanca y su caja de resonancia mediática lo venden como algo necesario debido al supuesto error que cometió el presidente Donald Trump al retirarse del pacto de Obama. Dicen que Trump permitió a los iraníes avanzar hacia la consecución de armamento atómico sin tener un Plan B para afrontar las consecuencias de su retirada del PAIC.

Eso es totalmente falso. La campaña de "máxima presión" de Trump no garantizaba un buen resultado, pero podría haber obligado a Irán a negociar un acuerdo que realmente le hubiera impedido conseguir armamento nuclear. En cambio, el acuerdo de Obama garantizaba que lo conseguiría, ya que expiraba al final de la década. Además, no interfería en su actividad terrorista. Pero destacados demócratas como John Kerry aconsejaron a Teherán que diera largas a Trump, a la espera de que su partido ganara las elecciones de 2020, momento en que una nueva Administración podría ayudar a los ayatolás.

Los iraníes hicieron caso al exsecretario de Estado. Tal y como imaginaban, Biden no aprovechó la ventaja que le conferían las duras sanciones de Trump y en su lugar envió a sus representantes a Viena, gorra en mano, para rogar a los iraníes que firmaran un nuevo acuerdo. Éste, al igual que el de Obama, les enriquecería y empoderaría, al tiempo que les garantizaría tener un arma en pocos años con la aquiescencia de Occidente; y, de nuevo, no haría nada para contener el terrorismo orquestado desde Teherán. En lugar de utilizar todos los recursos a su disposición para detener en vez de apaciguar a Irán, Biden no está dispuesto a hacer nada que no sea continuar con la farsa de otro PAIC.

Incluso si dejáramos de lado la amenaza nuclear existencial implícita en tal decisión, la oferta de Biden de levantar todas las sanciones equivale a ayudar a Irán a que financie aún más el terrorismo. Incluso The New York Times informaba en 2019 de que las sanciones de Trump estaban haciendo que Irán redujera su presupuesto para el terrorismo.

Ciertamente, la solución no pasa por dedicar más pensamientos y oraciones a Rushdie, o a quienes como los israelíes se enfrentan a la perspectiva de vivir bajo la amenaza no sólo de un Irán nuclearizado, sino de unos peones terroristas de Teherán que nadarán en la abundancia si Biden levanta las sanciones. Por el contrario, puede que, como ocurrió en 2015, cuando se estaba considerando el acuerdo de Obama, los congresistas que dicen preocuparse por la amenaza iraní, así como Israel, tengan la oportunidad de demostrarlo.

Destacados demócratas como el exsecretario de Estado John Kerry aconsejaron a Teherán que diera largas a Trump, a la espera de que su partido ganara las elecciones de 2020, momento en que una nueva Administración podría ayudar a los ayatolás. Los iraníes hicieron caso al exsecretario de Estado.

Lo que ocurrió en 2015 fue que los republicanos, que controlaban el Congreso en ese momento, se dejaron engatusar por Obama y Kerry. Presentaron el PAIC como un mero acuerdo y no como un tratado que habría requerido una mayoría de dos tercios en el Senado para ser ratificado. Dado que la mayoría de los estadounidenses y de los miembros del Congreso declaraban oponerse al acuerdo, Obama sabía que no podía ser aprobado como un tratado. Así que, en vez de ello, consiguió que la mayoría republicana aceptara un proyecto de ley que les daba el derecho a votar sobre él, pero que habría requerido una mayoría de dos tercios a prueba de vetos para poder detenerlo, lo contrario de lo que la Constitución contempla para ese tipo de procesos.

Hasta al menos el próximo mes de enero, Biden cuenta con una ajustada mayoría demócrata en el Senado. Incluso si la pierde en noviembre, todavía puede conseguir su acuerdo si el Congreso juega con las reglas de 2015, ya que Biden nunca admitirá que está colando un peligroso tratado por la puerta trasera, como hizo Obama. Sin embargo, si el GOP dejara de jugar con esas reglas y simplemente dijera, como podría hacerlo incluso una minoría del Senado, que no dará financiación al Departamento de Estado ni confirmará un solo nombramiento diplomático hasta que el texto se presente como un tratado, no habría PAIC II.

Desgraciadamente, la bancada republicana del Senado sigue liderada por Mitch McConnell, que no quiso enfrentarse a Obama por Irán. Y los demócratas están tan dispuestos a alinearse con lo que quiera la Casa Blanca como lo estuvieron en 2015. Están comprando los falsos argumentos de Biden o andan distraídos por la guerra en Ucrania y otros temas. Si Biden consigue un nuevo acuerdo, los senadores de ambos lados del pasillo podrían decidir de nuevo que lo que está en juego no es lo suficientemente importante como para justificar los riesgos políticos que implica ir a por todas para detenerlo.

Esto, al igual que la absoluta falta de comprensión de Biden sobre los peligros de su política, será un trágico error que debería ser recordado en el futuro, cuando Irán continúe con su correría de crímenes… con más dinero occidental para gastar.

© JNS