AMLO tiene muy poco que celebrar. Su presidencia está siendo nefasta.

La captura de Ovidio Guzmán, alias El Ratón, hijo del narcotraficante del Cártel de Sinaloa Joaquín el Chapo Guzmán, desató una nueva ola de violencia y caos en el estado de Cualiacán, que se saldó con 29 muertos, 10 de ellos militares. Las imágenes publicadas por unos usuarios de Aeroméxico que se encontraban a bordo de un avión que sufrió impactos de bala no dejan lugar a dudas de la gravedad de lo sucedido, así como del control y el terror que ejerce ese cártel sobre la población. 

Es la segunda vez en menos de tres años que las autoridades mexicanas capturan a Ovidio; en 2019 su detención fue efímera, pues el Cártel de Sinaloa atacó a los militares y a la guardia encargada del operativo. En aquel entonces López Obrador justificó el vergonzoso cese de las operaciones con el deseo de que “no hubiera más víctimas inocentes”; como si dejar a ese capo libre y al cártel operar impunemente no conllevara la muerte de muchas personas más, y no solo en suelo mexicano. Para esas fechas, ya un gran jurado estadounidense había hallado culpable a los hermanos Guzmán de conspiración para distribuir cocaína, metanfetamina y marihuana, y desde diciembre de 2021 en la página web del Departamento de Estado aparecía una recompensa de 5 millones por cualquier información que sirviese para arrestarlos.  

En redes sociales aún continúa el debate sobre el timing de la detención de Ovidio, así como sobre las verdaderas motivaciones de AMLO. Si la semana pasada el tema estrella fue si procedería o no su extradición a EEUU, o su posible puesta en libertad, desde el viernes sabemos que un tribunal mexicano suspendió una posible extradición para que el Ratón pueda enfrentarse primero a la Justicia mexicana por las acusaciones abiertas en su contra por delitos contra la salud (narcotráfico), tenencia de armas de fuego y delincuencia organizada. 

Todo este debate se produjo casualmente en vísperas de la primera visita del presidente Joe Biden a la frontera sur; acto seguido fue a México, a la Cumbre de América del Norte, en la que se revisaron los acuerdos existentes en materia económica y migratoria y se analizó la política regional. Sin embargo, por lo que pudimos ver y escuchar, los mandatarios de EEUU, México y Canadá parecen decididos a negar la realidad: sus políticas han logrado que la región sea menos segura, próspera y libre; no hay más que mirar los datos sobre el aumento del tráfico de drogas y de personas, por ejemplo. Investigaciones en seguridad nacional indican que los cárteles mexicanos ganan unos 13.000 millones de dólares al año solo con el contrabando de personas, 26 veces más que lo que ganaban en el año 2018, cuando el presidente de EEUU era Donald Trump. 

Aunque parezca increíble, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sigue siendo popular en su país, a pesar de la manera en que miente y manipula a la ciudadanía. Un informe titulado El valor de la verdad determinó que el presidente mexicano miente 80 veces en cada una de sus conferencias. Los datos que no le gustan o no reconoce son aquellos que evidencian que no ha cumplido ni de lejos con lo prometido durante sus largos años de campaña hacia la presidencia. Se trata de temas tan importantes como la seguridad pública y la lucha contra la corrupción, ambos claves en la defensa y el desarrollo de la nación. Por supuesto que hay otros temas igualmente preocupantes e hirientes para nuestra comunidad hispana que, al parecer, pasan inadvertidos para gran parte de sus seguidores: hablamos del apoyo y la defensa de AMLO a las peores narcodictaduras de la región, como Cuba, Nicaragua o Venezuela, así como de sus más recientes y deleznables declaraciones en favor de criminales y líderes de revoluciones socialistas fallidas como el mismo Fidel Castro o el Che Guevara. 

La semana pasada Voz Media daba cuenta de un violento motín que acabó con 17 muertos y la fuga de 30 presos en una cárcel del estado norteño de Chihuahua próxima a la frontera con Estados Unidos, lo que dejó al descubierto las debilidades y la corrupción que imperan en muchas prisiones del país. En materia de seguridad, AMLO no ha logrado reducir la violencia sino todo lo contrario. Octubre fue el mes más violento del año pasado en México, con 2.481 víctimas de homicidio doloso. El periodista Jorge Ramos se enfrentó al presidente y le recordó que su mandato era ya el más sangriento de la historia de México: 

Desde que usted llegó al poder, ha habido ya 126.206 mexicanos asesinados, más que con Peña y Calderón. Esto significa que su estrategia de seguridad no ha funcionado, la militarización no ha funcionado. Por eso muchos se oponen a ella. Si usted no corrige, las cosas se van a poner mucho peor. Si siguen matando a 84 mexicanos por día, al final, cuando entregue el poder, serán 190.000 muertos. Tiene más muertos en cuatro años que en los dos sexenios anteriores. 

La magnitud de la inseguridad en México es tal que el 90% de los delitos no se denuncian. 

Ante este panorama desolador, al Gobierno de AMLO solo se le ocurre como estrategia culpar a un tercero, en este caso a empresas radicadas en EEUU; por eso ha presentado una segunda denuncia en el vecino del norte contra cinco empresas fabricantes de armas de Arizona. De acuerdo a las estimaciones del Gobierno mexicano, el 60% de las armas incautadas en el país en los últimos años se habrían adquirido en 10 condados fronterizos.  

Por otro lado, en términos de corrupción, pese a la promesa de AMLO de que defendería la moral “frente a los corruptos liberales”, y a sus afirmaciones de que en su presidencia no habría “amiguismo, nepotismo e influyentismo", se han registrado ya varios presuntos casos de injerencia de sus relaciones personales en la asignación de cargos públicos y proyectos. Además de una docena de amigos, los hijos del presidente tendrían en nómina federal a cuatro primos, uno de ellos asesor administrativo de una empresa responsable de la preparación de licitaciones. Recordemos 1) los posibles vínculos que involucrarían a familiares directos del presidente con determinados programas sociales y medioambientales que gestiona el empresario Hugo Chávez Ayala, amigo de AMLO al que éste nombró director del programa Sembrando Vida; 2) los cuatro hijos de AMLO, que gestionan la empresa Rocío para el cultivo de chocolate “por una herencia de su abuelo materno”; 3) los contratos de la petrolera estatal Pemex que se cerraron con la empresa de su prima por valor de 15,5 millones de euros, y que resultaron en la destitución de un gerente de Pemex; 4) el caso de la sanción emitida por el Instituto Nacional Electoral (INE) a su partido, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), de 186.000 euros por autorizar la retención del 10% de los 550 empleados del gobierno municipal de Texcoco, en Ciudad de México. Existen otras denuncias de posibles sobrecostos de miles de millones en las megaobras de Dos Bocas y el Tren Maya; en este último, uno de sus hijos trabaja como supervisor honorífico. 

El año pasado se publicó El rey del cash, un libro contra el presidente en el que se le acusa de corrupción

De acuerdo con el Índice de Riesgos de Corrupción 2022, 4 de cada 10 pesos invertidos en compras federales se gastaron a través de procedimientos sin competencia. En 2021 supuso el 41% del monto total adjudicado. En definitiva, las instituciones federales incumplieron las leyes de contrataciones al adjudicar más de 9.000 millones de pesos a proveedores de alto riesgo, como empresas fantasma o de reciente creación. Otro dato a tener en cuenta es que el 29% de las instituciones federales aumentaron su puntuación de riesgo de corrupción en las compras públicas con respecto a 2020. 

México ocupa el último lugar de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en percepción de la corrupción, y ocupa el lugar 124 (de 180) en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.   

López Obrador tiene poco o nada que celebrar, puesto que los resultados de sus políticas públicas han fracasado estrepitosamente, por mucho que utilice su retórica y popularidad para defender su nefasta gestión.