En estos momentos las preocupaciones de los ciudadanos de a pie no son escuchadas ni atendidas en Washington D.C. El primer paso para cambiar eso llega hoy.

En los últimos meses, el pueblo americano ha manifestado su deseo de que las políticas de America Primero ayuden a dar un giro a nuestro país. En toda la nación, nuestros conciudadanos han visto previamente los resultados positivos de esas políticas y el contraste que ofrecen con los esfuerzos fallidos de la izquierda radical. En la actualidad, incluso en estados conocidos por sus políticas de izquierda radical el apoyo al América Primero está cobrando mucha fuerza.

Esto plantea una pregunta: cuando lleguen los resultados esperados, ¿el principal motor de los acontecimientos serán las pérdidas de la izquierda o las victorias de la derecha? Dicho de otro modo, ¿habrán hecho los votantes, en primer lugar, una elección positiva a favor del América Primero o una negativa en contra de una forma de gobernar demasiado progresista? Las motivaciones de los votantes que tienen que hacer frente a las políticas desastrosas de la era Biden –como el aumento vertiginoso de la delincuencia, las guerras perdidas y la inflación ruinosa– sugieren claramente que esta última motivación prevalecerá.

Esto no quita nada a los probables vencedores, que al menos tienen la virtud de presentar una alternativa, y que ahora tienen una oportunidad única en una generación de reivindicar su victoria gobernando con la mente puesta en os intereses reales de los americanos. Parece un principio sencillo de cumplir, pero el hecho de que haya que enunciarlo revela hasta qué punto en estos momentos las preocupaciones de los ciudadanos de a pie no son escuchadas ni atendidas en Washington D.C. El primer paso para cambiar eso llega hoy.

La buena noticia es que el siguiente paso ya está trazado, testado en las encuestas y listo para ser ejecutado. Se llama Agenda America Primero, y en el America First Policy Institute la estamos elaborando y perfeccionando precisamente para este momento. Al hacerlo, somos conscientes de nuestro propio papel y lugar en el proceso político. En sus memorias, Henry Kissinger tiene una frase en la que acusa (¡justificadamente!) a los redactores de discursos de ser dirigentes frustrados, deseosos de imponer sus propias opiniones a aquellos para los que escriben. Existe un fenómeno similar en el ámbito de las instituciones políticas, para las cuales los legisladores son meros instrumentos para llevar a cabo sus opiniones y aspiraciones. En el America First Policy Institute somos muy conscientes de ello, por lo que nos preguntamos constantemente no sólo qué es lo que los necesitan los americanos, sino lo que quieren. Lo primero es nuestro verdadero norte, y lo segundo nuestra brújula.

La Agenda America Primero aborda en su totalidad las necesidades y deseos de los americanos de esta hora, y por eso los representantes públicos que están por venir, tanto en los estados como en Washington D.C., están bien aconsejados para llevarla a cabo.

El radicalismo es lo que se nos impone desde hace años. Esta agenda no es radical: es una 'restauración'. Es lo que América necesita y desea, por igual y en su totalidad. Confío en que los legisladores comprometidos con el América Primero puedan empezar a trabajar en la aplicación de esta agenda cuando el pueblo americano les dé la oportunidad.

Afortunadamente, la Agenda no sólo es popular, sino que casi toda ella es de puro sentido común. Entre sus preceptos se encuentra la propuesta de que los americanos merecen una economía floreciente, sustentada en una moneda sólida que no devore vía inflación nuestros ahorros e inversiones. Esa economía debe ser configurada y puesta al servicio del pueblo americano en general: nuestros trabajadores, nuestros productores, nuestros empresarios, nuestros creadores y nuestros soñadores. La eficiencia del mercado es insuficiente como fin en sí mismo. Lo que deberíamos preguntarnos es si nuestra economía produce vidas dignas y respetuosas para todos los americanos que deciden trabajar.

De ahí surgen una serie de prioridades relacionadas que atañen tanto a la economía como, más ampliamente, a nuestro civismo. Entre ellas se encuentra el imperativo de garantizar que nuestra energía sea asequible, abundante y americana. Creemos profundamente que son los padres, y no los fanáticos ideologizados de la burocracia educativa, los que deben controlar la educación de sus hijos. Por último, las comunidades en las que viven y trabajan los americanos –y en las que juegan y se educan sus hijos– deben ser seguras, estar bien vigiladas y libres de delincuencia.

Todo ello constituye una constelación de los fines políticos que, en conjunto, ponen el Sueño Americano al alcance de todos, no sólo de los bien conectados y acomodados.

Para lograr todo esto hay que emprenden necesariamente una vasta reforma de la manera en que se gobierna Estados Unidos. Los americanos son conscientes de esa necesidad; de ahí que, por ejemplo, la que tiene por objeto la integridad del proceso electoral sea tan popular. El americano de a pie entiende que tenemos que hacer que sea fácil votar... y difícil hacer trampas. Del mismo modo, la gestión de la seguridad debe cambiar de enfoque y prioridades. Los esfuerzos en guerras interminables en teatros marginales sin importancia estratégica duradera para Estados Unidos deberían pasar a un segundo plano para así poder centrarnos en la doble amenaza de la China comunista y los cárteles mexicanos. En el plano doméstico, hay que reiniciar el sistema de gobierno, drenar el "pantano", restringir el poder de los burócratas y velar por que los derechos de los ciudadanos sean respetados en su totalidad.

Todo esto es una descripción necesariamente parcial de un programa amplio y profundamente detallado, que se aparta llamativamente del statu quo. Pero eso no significa que sea radical. El radicalismo es lo que se nos impone desde hace años. Esta agenda no es radical: es una restauración. Es lo que América necesita y desea, por igual y en su totalidad. Confío en que los legisladores comprometidos con el América Primero puedan empezar a trabajar en la aplicación de esta agenda cuando el pueblo americano les dé la oportunidad.


Brooke Rollins es la presidenta y directora general del America First Policy Institute. Anteriormente fue asistente del presidente Donald J. Trump y directora del Consejo de Política Interior de la Casa Blanca.