El trabajo, el esfuerzo y el mérito funcionan mejor para alcanzar el éxito que culpar a los demás de nuestros problemas o exigir que otro nos dé todo sin merecerlo. 

La selección argentina ganó el Mundial de Qatar. Realmente es merecido debido a su gran nivel de juego. Pero la Albiceleste también ha dejado varias lecciones no relacionadas con el fútbol que podemos aprender.

El combinado argentino perdió el primer partido contra Arabia Saudita, una selección más que modesta, pero pudo sobreponerse al duro golpe ganando el Mundial. ¿Qué llevó a semejante logro, más allá de las extraordinarias individualidades? En primer lugar, la actitud del director técnico, Lionel Scaloni, quien tras la derrota dio la cara en una conferencia de prensa y pidió tranquilidad, recordando que sólo se trata de un juego y que se puede ganar o perder. La declaración del entrenador es extremadamente extraña en un país como Argentina, donde el fanatismo reina.

Además, en lugar de pelearse y echarse culpas unos a otros, los jugadores reconocieron sus errores y optaron por corregirlos y unirse más que antes. Otra situación que no suele ser moneda corriente en Argentina, donde se suele responsabilizar a enemigos imaginarios de los graves problemas domésticos o personales. 

Otro punto interesante es que la selección decidió mantenerse alejada de la política. Al kirchnerismo no le debe de haber gustado nada no poder mostrarse junto al combinado nacional y sacar rédito político de ello, en medio de la profunda crisis socioeconómica que sufre Argentina. De hecho, la portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, una mujer acostumbrada a mentir, manifestó que la política no debe mezclarse con el fútbol. Por supuesto que si la selección hubiese tenido una actitud más cercana al poder, el kirchnerismo habría aprovechado la situación. No obstante, los jugadores se mantuvieron firmes y rechazaron mostrarse al lado de políticos, tanto del oficialismo como de la oposición. En contraste con directores técnicos anteriores, como los kirchneristas Alejandro Sabella (Mundial 2014) y Jorge Sampaoli (Mundial 2018). El primero llegó a la final y dejó que Cristina lo usara –a él y a los jugadores– a su regreso a Argentina, en tanto que el segundo no lo hizo debido a que fue eliminado en octavos de final y a que el presidente en ese momento era Mauricio Macri, pero seguramente también tenía el deseo de ser un tonto útil más del kirchnerismo.  

La actuación de la selección argentina fue impecable tanto dentro como fuera de la cancha y dio una serie de lecciones que los ciudadanos deben aprender: el fanatismo es perjudicial; nuestras vidas no pueden estar guiadas por la política; y el trabajo, el esfuerzo y el mérito funcionan mejor para alcanzar el éxito que culpar a los demás de nuestros problemas o exigir que otro nos dé todo sin merecerlo.

¿Y qué decir del difunto Diego Maradona? Un hombre acostumbrado a arrastrarse ante los poderosos y que, además de ser extremadamente arrogante, violento y maleducado, fue cercano a varios presidentes argentinos, pero su último gran amor fue el kirchnerismo, por quien se dejó usar de una manera repugnante y atacó de la peor manera a los opositores. No sólo se transformó en un soldado del kirchnerismo, también de las dictaduras castrista, chavista e iraní. Además, a pesar de haber sido un fracasado como director técnico, estuvo al mando del seleccionado argentino en el Mundial 2010 solo por lo que había hecho con los pies décadas atrás. El resultado fue el esperado: perdió 4-0 ante Alemania en cuartos de final. No obstante, su arrogancia seguía vigente, y durante su paso por el fútbol mexicano en 2018 criticó duramente al actual director técnico de la selección: "Jugué con Tata Martino en Newell's y es una gran persona. Ahora hablan de él en México y nosotros los argentinos tenemos al muchacho Lionel Scaloni, que no tiene la culpa de estar ahí, pero el problema es que se crea técnico y quiera ir al Mundial. Puede ir, pero al Mundial de motociclismo, de fútbol no". Y agregó:Ahora ponen a Scaloni. Scaloni es un gran muchacho pero no puede dirigir ni el tráfico. ¡Cómo le vamos a dar la selección argentina a Scaloni! ¿Estamos todos locos?”. ¿Qué diría hoy Maradona sobre sus dichos si estuviera vivo? 

Otra muestra de distanciamiento del poder la dio el portero del seleccionado argentino, Dibu Martínez, quien durante el Mundial manifestó su satisfacción por llevar “una alegría [a la población] ante tantos problemas económicos”. Una declaración que sin duda no debe haber caído bien en el Gobierno.

Otro punto positivo del éxito argentino en Qatar es el hecho de que una persona de bien como Messi, con sus defectos humanos, claro, sea hoy quien más representa a Argentina y no una figura impresentable como Maradona.

A pesar del comportamiento positivo de la selección, debo señalar también que hubiera sido un gran gesto que se hubiera manifestado de alguna manera, aunque sea con una bandera, en contra de la posible ejecución de un futbolista iraní, que puede ser asesinado por las autoridades por el solo hecho de haber participado en una manifestación en favor de los derechos de la mujer en Irán. Al ser el régimen autoritario qatarí un aliado de la sanguinaria teocracia persa, hubiera sido muy importante y una manera de ejercer presión sobre los ayatolás para que detengan las ejecuciones no solo de manifestantes pacíficos, también de homosexuales.

Sin embargo, más allá de este detalle, la actuación de la selección argentina fue impecable tanto dentro como fuera de la cancha y dio una serie de lecciones que los ciudadanos deben aprender: el fanatismo es perjudicial; nuestras vidas no pueden estar guiadas por la política; y el trabajo, el esfuerzo y el mérito funcionan mejor para alcanzar el éxito que culpar a los demás de nuestros problemas o exigir que otro nos dé todo sin merecerlo. 

¡Salud, campeones!