El nuevo presidente de la Cámara tiene buenas razones para echar a la congresista antisemita del Comité de Asuntos Exteriores.

Con la de tratos que hizo para conseguir los votos de los republicanos conservadores recalcitrantes, el nuevo speaker de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, tiene muchas promesas que cumplir. Una con la que no tendrá el menor problema es la que hizo hace un año: echar a la demócrata Ilhan Omar (Minnesota) del Comité de Asuntos Exteriores.

McCarthy se ha reafirmado en ella diciendo que apartará a Omar de esa importante posición; y a los demócratas Adam Schiff y Eric Swallwell del Comité de Inteligencia

Se trata de una represalia por la expulsión, el año pasado, de los republicanos Marjorie Taylor Greene (Georgia) y Paul Gosar (Arizona) de todos los comités. Greene, entonces una novata, tenía vínculos con extremistas, hacía analogías inapropiadas con el Holocausto y respaldaba una serie de absurdas teorías conspiratorias, incluida al menos una con tintes antisemitas sobre la familia Rothschild y los "láseres espaciales". Gosar había compartido un vídeo de dibujos animados con su cara superpuesta a la de un personaje que mataba a otro con la cabeza de Alexandria Ocasio-Cortez (demócrata por Nueva York); él lo consideraba una mera sátira, pero los aliados de AOC lo interpretaron como una amenaza.

En aquel momento McCarthy era el líder de la minoría, y señaló que lo habitual era permitir que cada partido nombrara a sus representantes en cada comité. Pero la entonces presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, estaba decidida a dar un escarmiento a esos elementos del GOP. En un movimiento inaudito, la mayoría demócrata votó a favor de castigar a Greene y Gosar al inicio del 117º Congreso, que se reunió en enero de 2021.

Pero la mala sangre entre los partidos en el tema de los comités comenzó dos años antes. En enero de 2019, McCarthy tomó medidas contra uno de sus propios correligionarios, Steve King (Iowa), con todo un historial de declaraciones sobre el nacionalismo y la supremacía blancos y de preguntar qué había de malo en hablar de esas ideas. McCarthy lo apartó de todos los comités y luego contribuyó a que fuera derrotado en las primarias cuando se presentó a la reelección.

Eso dio al Partido Republicano la ventaja en la discusión subsiguiente sobre Omar, que acababa de ser elegida. Al igual que Greene, Omar tenía un surtido historial de declaraciones extremistas, con afirmaciones de que Israel estaba "hipnotizando al mundo" y de que el Estado judío era "perverso". La demócrata es además partidaria del movimiento antisemita BDS, que promueve la discriminación de los judíos y busca la destrucción de Israel.

Por si fuera poco, poco después de entrar en la Cámara, Omar tuiteó que el apoyo del Congreso a Israel se debía a los sobornos de Aipac [American Israeli Public Affairs Committee]: “Todo esto es por los benjamines” [en alusión a los billetes de 100 dólares, que llevan la efigie de Benjamin Franklin]. Más tarde se disculpó, pero no se retractó de su apoyo al BDS ni de ninguna otra parte de su agenda antiisraelí.

Esto provocó llamamientos tanto de republicanos como de demócratas para que se censurara a Omar. Pero los progresistas de la Cámara se unieron a ella. En un acto épico de gaslighting, afirmaron que era Omar quien estaba siendo discriminada por ser una "mujer de color", además de inmigrante y la primera congresista somalí-americana.

Ante la perspectiva de una reacción violenta de su flanco izquierdo y del Grupo Negro [Black Caucus] del Congreso, Pelosi cambió de rumbo. En lugar de una moción contra Omar, los demócratas impulsaron una resolución estrafalaria que condenaba todo tipo de intolerancia, incluida la "islamofobia". Era el equivalente moral de responder a los gritos de "Las vidas de los negros importan" [Black Lives Matter] con "Todas las vidas importan" [All Lives Matter], algo que los demócratas consideran afín al racismo. Pero el incidente demostró que para los demócratas –incluidos elementos proisraelíes a los que desagrada el odio palmario de Omar– la política de identidad y jugar la carta racial era más importante que la lucha contra el antisemitismo.

Al apoyar a Omar, los demócratas, incluido el presidente Joe Biden, han normalizado de hecho el antisemitismo. El empeño de McCarthy por castigarla pondrá a prueba, una vez más, su proclamada lucha contra la intolerancia.

De hecho, Omar no sólo se libró de la censura, sino que Pelosi posó con ella y otros miembros del Escuadrón [The Squad] para la portada de Rolling Stone. Además, colocó a la propia Omar en el poderoso Comité de Relaciones Exteriores, donde pudo desahogar su odio a Israel.

Desde entonces, Omar y su correligionaria pro BDS Rashida Tlaib (Michigan) han utilizado el Congreso como plataforma de una agenda que promueve el odio a los judíos. Esto fue especialmente evidente en mayo de 2021, cuando, junto con otros progresistas, tomaron la palabra para demonizar a Israel y defender a Hamás mientras el grupo terrorista palestino lanzaba miles de misiles y cohetes sobre ciudades y pueblos israelíes. Posteriormente, Omar tuiteó que las "atrocidades" estadounidenses e israelíes eran moralmente equivalentes a las de Hamás y los talibanes.

Omar ha sido condenada por algunos demócratas judíos, como Ted Deutsch y Elaine Luria, por su antisemitismo. Pero Deutsch, que dimitió para convertirse en jefe del American Jewish Committee, y Luria, que no consiguió la reelección, ya no forman parte de la bancada demócrata de la Cámara, donde los progresistas tienen más influencia que nunca y el Escuadrón se ha ampliado y ya engloba a mucha más gente que el cuarteto originario: Omar, Tlaib, AOC y Ayanna Pressley (Massachusetts).

Al apoyar a Omar, los demócratas, incluido el presidente Joe Biden, han normalizado de hecho el antisemitismo. El empeño de McCarthy por castigarla pondrá a prueba, una vez más, su proclamada lucha contra la intolerancia.

Como ocurrió con Greene y Gosar el año pasado, se necesitará el voto de la mayoría de la Cámara para desalojar a Omar del Comité de Relaciones Exteriores. Dada la estrecha mayoría del Partido Republicano, el destino de Schiff (que contribuyó a difundir la patraña de que el expresidente Donald Trump se confabuló con Rusia para robar las elecciones de 2016) y Swalwell (que mantuvo una relación íntima con una espía china) también formará parte del mismo debate.

Los demócratas reaccionarán a la lista de declaraciones y acciones antisemitas de Omar con su propia ración de whataboutism, que incluirá el reciente respaldo de McCarthy a Greene, aliada en su lucha por la silla del speaker. También censurarán a otros republicanos. Por ejemplo, a George Santos (Nueva York), que mintió sobre casi todo durante su campaña electoral, incluso sobre si era judío.

Ahora bien, si todos los miembros del Congreso o del Poder Ejecutivo tuvieran que ser censurados por mentir, Washington se quedaría vacío de políticos; empezando por Biden, que no tiene nada que envidiar a nadie cuando se trata de fabular en serie. Además, se puede argumentar que ninguno de los dos partidos debería participar en estos castigos del tipo ojo por ojo.

Si los demócratas quieren jugar a este juego, no se puede culpar a McCarthy por responder del mismo modo. Y si el líder de la minoría en la Cámara, el demócrata Hakeem Jeffries (Nueva York), no está dispuesto a aceptar la destitución de Omar, estará justificado que el speaker intente destituirla.

Lo que se dirime aquí no es cuánto extremismo o mal comportamiento debe tolerar el Congreso. Se trata más bien de una cuestión específica que obligará a los demócratas a decidir qué es más importante para ellos: la lucha contra el antisemitismo, en un momento en que el odio a los judíos aumenta en todo el mundo, o la política de la identidad y los tóxicos mitos de la interseccionalidad, que permiten a Omar presentarse como una víctima oprimida en lugar de como una intolerante por el mero hecho de ser negra.

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