La impresionante transformación de Eldridge Cleaver: de Pantera Negra a sionista y conservador republicano
El punto de inflexión en la vida del activista y escritor, quien murió hace 27 años, ocurrió durante su exilio en Argelia, tras haber llevado a cabo una emboscada contra policías en Oakland.

Eldridge Cleaver durante su activismo en las Panteras Negras
Este 1 de mayo se cumplen 27 años de la muerte de Leroy Eldridge Cleaver (1935-1998), una de las figuras más complejas e interesantes del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.
Conocido por su rol como ministro de Información del Partido de las Panteras Negras (BPP, por sus siglas en inglés) y autor del influyente libro Soul on Ice (1968), Cleaver pasó de ser un símbolo de la rebelión afroamericana a un defensor del sionismo y un conservador republicano. Su transformación, marcada por experiencias personales, desilusiones ideológicas y un viaje por el exilio, refleja las tensiones de una era turbulenta y su propia búsqueda de identidad.
Los años en las Panteras Negras
Nacido en Wabbaseka, Arkansas, Cleaver creció en un entorno marcado por la violencia doméstica y la pobreza. Su juventud estuvo signada por delitos menores que lo llevaron a reformatorios y, eventualmente, a prisión.
Fue en la cárcel donde comenzó a escribir, influenciado por autores como Karl Marx, Malcolm X y Thomas Paine. Sus ensayos, publicados en Soul on Ice, lo catapultaron a la fama como una voz cruda y articulada contra el racismo en Estados Unidos.
En 1966, Cleaver se unió al recién formado Partido de las Panteras Negras en Oakland, California, liderado por Huey Newton y Bobby Seale. Como ministro de Información, se convirtió en el rostro mediático del BPP, promoviendo un mensaje de resistencia armada y justicia social.
Su retórica incendiaria incluyó amenazas contra figuras como Richard Nixon. Y en 1968, su notoriedad creció al postularse como candidato presidencial por el Partido de la Paz y la Libertad.
Sin embargo, su activismo lo puso en la mira de las autoridades. Tras una emboscada contra la policía en Oakland en abril de 1968, que derivó en un tiroteo en el que murió el joven pantera Bobby Hutton y dos agentes resultaron heridos, Cleaver fue acusado de intento de asesinato. En lugar de enfrentar el juicio, huyó del país, iniciando un exilio que lo llevó a Cuba, Argelia y Francia.

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Exilio y antisionismo
Durante su exilio en Argelia, Cleaver consolidó la Sección Internacional del BPP y estableció una alianza con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el grupo terrorista liderado por Yasser Arafat.
En 1969, en el Festival Panafricano de Cultura en Argel, capital de Argelia, Cleaver se reunió con Arafat y expresó un fuerte apoyo a la causa palestina, denunciando al sionismo como una herramienta del imperialismo estadounidense.
En una declaración de 1970, afirmó: “Apoyamos inequívocamente al pueblo palestino en su lucha contra los agresores sionistas”.
Esta postura reflejaba la ideología del BPP, que veía paralelos entre la lucha afroamericana y los movimientos anticoloniales globales. Cleaver llegó a calificar a los sionistas como “enemigos” y abogó por una alianza con los terroristas islamistas palestinos.
Su retórica antisionista era parte de un marco más amplio de solidaridad con el Tercer Mundo, influenciado por el marxismo-leninismo y el antiimperialismo, según indica el Wilson Center.
La transformación
El punto de inflexión en la vida de Cleaver ocurrió durante su exilio en Argelia. Según sus propias palabras en el libro Soul on Fire (1978), su percepción del mundo árabe cambió al presenciar lo que describió como la esclavitud de africanos por parte de árabes en el país. Esta experiencia, combinada con su desilusión con el comunismo y las tensiones internas dentro del BPP, desencadenó una profunda reevaluación de sus creencias.
Cleaver comenzó a cuestionar la narrativa antiisraelí que había abrazado y desarrolló una admiración por el proyecto sionista como un modelo de autodeterminación nacional.
Para 1972, Cleaver se mudó a París, donde se convirtió al cristianismo tres años después, un paso que marcó el inicio de su alejamiento del radicalismo.
Antes de esta conversión, Cleaver era esencialmente secular, influenciado por el marxismo y una breve simpatía por la Nación del Islam en los años 50, aunque nunca se comprometió plenamente con ninguna religión.
En 1975, regresó voluntariamente a Estados Unidos, enfrentando cargos pendientes que finalmente fueron reducidos. Su retorno estuvo acompañado de una transformación ideológica radical: Cleaver denunció al BPP, abrazó el conservadurismo y comenzó a expresar apoyo a Israel.
En una entrevista de 1986 con Reason, reflexionó sobre su pasado revolucionario con asombro, criticando la “ideología antiamericana” del movimiento de izquierda.
A finales de los años 70, Cleaver se convirtió en un defensor del sionismo, argumentando que el Estado de Israel representaba un ejemplo de resistencia y soberanía que los afroamericanos podían emular. Esta postura lo alejó de sus antiguos aliados y lo acercó a círculos conservadores, incluyendo figuras republicanas y organizaciones judías. Su apoyo a Israel fue visto como una traición por muchos en la comunidad afroamericana, pero Cleaver lo defendió como una evolución lógica de su búsqueda de justicia y libertad.
Cleaver se asoció con el Partido Republicano en las últimas etapas de su vida, adoptó posturas conservadoras y comenzó a alinearse con figuras y causas republicanas. En la década de 1980, expresó apoyo a políticos republicanos, incluido Ronald Reagan,

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La importancia de combatir el adoctrinamiento izquierdista
La vida de Eldridge Cleaver es un testimonio de cuánto puede perjudicar el adoctrinamiento izquierdista a los seres humanos. El extendido relato de la dicotomía del fuerte contra el débil en asuntos raciales, sexuales o socioeconómicos paraliza a las personas y las llena de odio, por lo que en lugar de convertirse en individuos productivos que buscan la felicidad, se transforman en obstáculos para la sociedad y para ellos mismos, cuyos comportamientos radicalmente intolerantes pueden derivar en una brutal violencia extendida e incluso en guerras.
Además, al enmarcar todo en términos de opresores y oprimidos, esta narrativa oscurece los verdaderos problemas sociales, como el verdadero racismo o la verdadera homofobia. Por ejemplo, en el caso de Cleaver, su apoyo inicial a la causa palestina, basado en la visión de Israel como un opresor sionista, le impidió ver el conflicto con la profundidad debida hasta que su experiencia en Argelia lo llevó a cuestionar esta dicotomía. De manera similar, ciertos enfoques radicales, como los que en el feminismo extremo etiquetan a todos los hombres como violentos contra la mujer o violadores potenciales, diluyen la capacidad de identificar y combatir casos concretos de violencia doméstica o de abusos sexuales. Cuando todos son señalados como culpables, los verdaderos responsables pueden pasar desapercibidos, dificultando la lucha contra los males reales de la sociedad.
Este tipo de actitudes puede incluso desencadenar reacciones radicales del otro lado del mapa ideológico, derivando también en un radicalismo basado en odio e intolerancia pero con diferentes excusas. Si bien los partidarios de ambas partes tratan de mostrarse como antagónicos al otro bando, en el fondo sus posturas y comportamientos terminan asemejándose más de lo que se diferencian.
Cleaver logró desintoxicarse al conocer la verdad sobre lo que le habían contado. Sus circunstancias y su honestidad intelectual lo llevaron a vivir de cerca e investigar todo lo que pensaba y pudo percatarse de que se trataba de patrañas. Hay muchos que todavía están a tiempo de quitarse el veneno de su cerebro y su alma por su propio bien y el de la sociedad.