‘Texit’, ‘Calexit’ y más allá: los movimientos independentistas en EEUU
Aunque apelan al orgullo regional, la secesión podría tener consecuencias devastadoras.

Banderas de Texas y Estados Unidos
En Estados Unidos, un país fundado sobre el principio de la independencia, persisten movimientos que buscan desafiar la autoridad del Gobierno federal y reclamar soberanía para regiones específicas. Aunque estos movimientos no tienen el alcance ni el apoyo masivo de causas independentistas en otras partes del mundo, como Escocia, Quebec o Cataluña, reflejan tensiones profundas sobre la identidad regional, la autonomía local y el papel del Gobierno central.
Texas
El movimiento independentista más prominente en Estados Unidos es, sin duda, el de Texas, que tomó forma como Texit en la década de 1990.
Este impulso, liderado por el Movimiento Nacionalista de Texas (TNM), busca que el estado se convierta en una nación soberana, evocando su pasado como la República de Texas (1836-1845).
Para muchos conservadores, Texas representa un bastión de valores tradicionales, como el trabajo duro, la fe y el rechazo a la burocracia de Washington, razón por la cual el TNM argumenta que el estado, que cuenta una economía que rivaliza con la de países medianos y una identidad cultural única, no necesita al Gobierno federal para prosperar.
Sin embargo, la fuerza del movimiento aumenta o disminuye de acuerdo a la Administración que se encuentra en el poder.
La elección de Barack Obama en 2008 y las políticas percibidas como progresistas —como la reforma sanitaria (Obamacare)— dieron un impulso al movimiento, al generar temores entre los conservadores texanos de una centralización excesiva.

Sociedad
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Agustina Blanco
El movimiento ganó un nuevo ímpetu durante la Administración Biden (2021-2025), particularmente debido a la crisis migratoria en la frontera con México.
Por otro lado, durante el anterior mandato de Donald Trump (2017-2021), el movimiento se debilitó debido a su alineamiento con muchas de las políticas del republicano, aunque no desapareció. Una situación similar sucede en la actualidad tras la victoria de Trump en 2024.
Además, más allá de los asuntos políticos y económicos, a nivel cultural existe una identidad distinta, forjada por su historia, su mezcla de culturas anglo, hispana y ranchera, y un ethos de independencia.
California
En el otro extremo ideológico, California alberga el movimiento Yes California, que fue creado en 2014 y promueve el Calexit, con la idea de que el estado tiene una economía, cultura y valores distintos que justifican su separación de Estados Unidos.
Este movimiento cobró fuerza tras la primera elección de Donald Trump en 2016, ya que se trata de un estado mayoritariamente progresista frente a un Gobierno federal percibido como conservador y desconectado.
Los defensores argumentan a favor de la independencia debido a que California tiene una gran economía —la quinta más grande del mundo si fuera un país, según la Oficina de Análisis Económico de EEUU y el Fondo Monetario Internacional en 2023.
Asimismo, también remarcan su liderazgo en tecnología y cultura para poder florecer como un país independiente.
Sin embargo, para los conservadores el Calexit es visto con escepticismo, incluso con cierto desdén. California, con sus políticas de izquierda como altos impuestos y regulaciones ambientales estrictas, representa lo opuesto a los valores fundacionales de Estados Unidos.
Aunque el movimiento insiste en que el estado podría autogobernarse, tiene una gran dependencia del comercio nacional y una falta de apoyo amplio. De hecho, alcanzó un máximo del 32% en 2017, pero no hay evidencia sólida de un aumento significativo en 2025. A nivel nacional, el respaldo fue del 22% en 2017.
Hawái
El movimiento independentista en Hawái tiene raíces históricas únicas. La anexión del archipiélago en 1898, mediante la firma de la Resolución Newlands y tras el derrocamiento de la monarquía hawaiana en 1893, ha sido considerada por muchos nativos como un acto de ocupación ilegítimo.
El movimiento Ke Ea Hawaiʻi (Movimiento de soberanía hawaiana), que engloba a los grupos independentistas del archipiélago, busca restaurar el Reino de Hawái o, al menos, lograr un estatus de mayor autonomía.
Este caso plantea un dilema, ya que por un lado se busca respetar el deseo de preservar la cultura y la identidad local frente a la homogeneización. No obstante, la integración de Hawái en Estados Unidos, confirmada por el plebiscito de 1959, cuando una abrumadora mayoría (94.3%) de isleños votó para ser admitido como el 50° Estado de la Unión, y su importancia estratégica y económica, hace que la secesión sea poco realista.
Lakota
El Movimiento de Libertad Lakota es uno de los esfuerzos más cercanos a un movimiento independentista indígena en el continente. Centrado en la nación Lakota (Sioux) en Dakota del Sur, este movimiento busca establecer una República de Lakota independiente.
El movimiento moderno tomó forma en 2007, cuando activistas liderados por Russell Means, exmiembro del Movimiento Indio Americano (AIM, por sus siglas en inglés), declararon simbólicamente la independencia de la nación Lakota, repudiando los tratados con EEUU por considerarlos violados. Sin embargo, las raíces se remontan a décadas de activismo, como la ocupación de Wounded Knee en 1973 por AIM.
Los Lakota argumentan que el Gobierno estadounidense incumplió tratados como el de Fort Laramie (1868), que prometía tierras a perpetuidad, especialmente las Black Hills.
Buscan soberanía sobre un territorio que abarca partes de Dakota del Sur, Dakota del Norte, Nebraska, Wyoming y Montana, citando pobreza extrema, discriminación y pérdida cultural como justificaciones.
Sin embargo, la creación de una nación independiente es vista como poco práctica, ya que fragmentaría el territorio estadounidense y carece de apoyo amplio, incluso entre los propios Lakota.
Vermont y otros esfuerzos menores
En Vermont, la Segunda República de Vermont, un movimiento fundado en 2003, aboga por recuperar la independencia que el estado tuvo entre 1777 y 1791. Este movimiento, aunque pequeño, apela a una identidad rural y progresista que contrasta con el Gobierno federal.
Sin embargo, todo parece indicar que Vermont carece de la base económica para sostenerse como nación, y esta retórica independentista parece más un ejercicio simbólico que una propuesta concreta.
Otros estados, como Alaska y New Hampshire, han visto propuestas independentistas esporádicas, a menudo impulsadas por libertarios o conservadores frustrados con el alcance del Gobierno federal.
Obstáculos legales y el peligro de la fragmentación
Los movimientos independentistas enfrentan complejos obstáculos. En principio, la Constitución no permite la secesión.
Además, aunque los movimientos independentistas apelan al orgullo regional, la secesión podría tener consecuencias devastadoras. Estados Unidos es más que una colección de estados; es una idea basada en la libertad, el orden y la oportunidad. Dividir la nación debilitaría su posición global, especialmente frente a potencias como China o Rusia, que se benefician de la discordia interna.
Económicamente, estados como Texas o California, aunque poderosos, dependen de cadenas de suministro y mercados nacionales.
Además, la secesión abriría una caja de Pandora. Si Texas o California se fueran, ¿qué impediría a otros estados o regiones seguir su ejemplo?
Para muchos analistas, la Guerra Civil, con su costo de más de 600,000 vidas, demostró que la unión debe prevalecer, no porque sea perfecta, sino porque es el mejor vehículo para proteger las libertades individuales.