Al tiempo que amenaza explícitamente a un miembro de la Alianza Atlántica, el caudillo islamista tiene un plan para socavar gravemente las sanciones occidentales contra Rusia.

El presidente islamista de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, amenaza militarmente a otro miembro de la OTAN, Grecia, con un lenguaje cada vez más duro. Por otro lado, ha proclamado con orgullo que su homólogo ruso, Vladímir Putin, le ha prometido hacer de Turquía un nodo internacional de gas natural. Putin venderá el gas ruso por medio de su aliado euroasiático, evitando las sanciones occidentales. ¿Y qué obtiene Erdogan a cambio? Grandes palmadas en la espalda por parte de Estados Unidos (y de otros países occidentales).

«El más peligroso para Grecia», escribía Steven Cook, del Council on Foreign Relations en el diario griego Kathimerini, «es el periodo previo a las elecciones [turcas], que Erdogan está absolutamente decidido a ganar, ya que quiere ser el presidente en el centenario de la democracia turca, en 2023. Utilizará cualquier medio a su disposición, y Grecia es un tema que surge naturalmente en su planificación. Pero el Egeo está muy próximo a Turquía y los cazas de ambos países vuelan muy cerca, así que no podemos descartar un accidente, un malentendido o un error».

En septiembre, el ministro de Defensa griego, Nikos Panagiotopoulos, visitó la isla de Kastellorizo, en el Egeo oriental, a unos dos kilómetros de la costa sur de Turquía. Según su homólogo turco, Hulusi Akar, se trató de una «provocación». «Viendo el comportamiento provocador [de los griegos] últimamente, hemos olvidado que saben nadar. Si se aferran a esta mentalidad, saber nadar les será útil», afirmó Akar.

Esta lógica necesita una explicación. ¿Por qué una visita a una parte de un Estado soberano debería ser una provocación contra un país vecino, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de dos aliados en la OTAN?

El pasado día 6, Erdogan dijo que Grecia debería tomar en serio sus advertencias. Recurría así a la retórica amenazante que ha venido utilizado en los últimos meses, la misma que había llevado a Estados Unidos a instar a estos dos aliados otanianos a negociar. Un mes antes, Erdogan había alimentado las tensiones en el Egeo al afirmar: «Una noche, podríamos presentarnos de repente», dando a entender una invasión militar de Grecia.

Para mayor desconcierto griego, el pasado día 18 Turquía probó un misil balístico de alcance medio en el Mar Negro.

Se utilizó una plataforma móvil para disparar el misil desde un aeródromo próximo a la ciudad portuaria de Rize, en el este del Mar Negro, alrededor de las 7 de la mañana, hora local. El proyectil voló 561 kilómetros antes de caer frente a la costa del puerto de Sinop, lo que supone lo más lejos que ha llegado un arma de este tipo desarrollada en Turquía. El misil secreto, el Tayfun («tifón» en turco), fue desarrollado y construido por Roketsan, fabricante de misiles controlado por el Estado.

¿Qué otros movimientos demenciales y antioccidentales debería hacer Erdogan antes de que el presidente estadounidense, Joe Biden, entienda que el autócrata islamista turco es un peón de Putin en la OTAN?

El día 21 Erdogan declaró: «Ahora que tenemos nuestro Tayfun… Esto es un mensaje para ciertos países«. No los nombró, pero la emisora estatal turca mostró un mapa en el que aparecía Grecia en el radio de alcance del misil.

El mensaje llegó a la audiencia correspondiente. Periódicos griegos de referencia, como KathimeriniTa Nea To Vima, y el canal de televisión Skai informaron ampliamente del lanzamiento del Tayfun.

Al tiempo que amenaza explícitamente a un miembro de la OTAN, Erdogan tiene un plan para socavar gravemente las sanciones occidentales contra Rusia. El pasado día 19 dijo que había acordado con Putin la construcción de un nodo de gas natural en Turquía. El proyecto permitirá a Turquía almacenar gas ruso en Tracia y venderlo a los compradores europeos que lo deseen. Esto acabará con las sanciones occidentales a Rusia. Turquía cobrará derechos de tránsito por cada metro cúbico de gas ruso vendido a los compradores europeos. Dos autócratas salen ganando.

¿Cuál ha sido la respuesta de la Administración estadounidense a todo esto? ¡La aprobación de la venta de aviones de combate [a Turquía]! El pasado día 11, el Senado norteamericano eliminó de la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA) de 2023 dos enmiendas destinadas a impedir la venta de aviones de combate F-16 a Turquía. Una versión anterior del texto había vinculado la venta a la condición de que Turquía no utilizara los aviones contra Grecia.

Erdogan confía en que el Congreso norteamericano dé luz verde al acuerdo de los F-16 antes de que termine el año. «Turquía y Estados Unidos han mantenido hasta ahora cuatro reuniones sobre la cuestión de los F-16. En Nueva York [con ocasión de la Asamblea General de la ONU de septiembre] me reuní con senadores estadounidenses que se mostraron muy positivos. Las conversaciones continúan. La Administración [estadounidense] está dando los pasos positivos necesarios [para permitir la venta]», declaró Erdogan a la prensa el pasado día 21.

¿Qué otros movimientos demenciales y antioccidentales debería hacer Erdogan antes de que el presidente estadounidense, Joe Biden, entienda que el autócrata islamista turco es un peón de Putin en la OTAN?

¿O acaso también lo es el propio Biden?

© Gatestone Institute