Donald Trump, el hombre que acabó con tres dinastías políticas

Bush, Cheney y Clinton: tres sagas a las que pasó por encima el magnate neoyorquino.

El 4 de marzo de 1825 tomaba posesión como presidente de los Estados Unidos John Quincy Adams. Será la primera vez que se repita el apellido en la presidencia de la república, pero no la última. Las dinastías, tanto en la política nacional como en la estatal y local, son un hecho desde la aprobación de la Constitución. Un hombre solo, Donald Trump Jr., parece haber sido capaz de terminar con tres de ellas: los Clinton, los Bush y los Cheney. Aun así, la tradición se mantiene, pero debilitada.

Cheney

Liz Cheney (RINO-WY) se presentó a las primarias republicanas en Wyoming y perdió por 37 puntos frente a la candidata patrocinada por Donald Trump, Harriet Hageman. Fue una derrota humillante para la principal rival de Trump dentro del Grand Old Party y un duro golpe para los NeverTrumpers, pero también el final de la dinastía Cheney.

El padre de Liz, Richard (Dick) Bruce Cheney, comenzó a trabajar como becario del congresista William A. Steiger en 1969, y desde entonces ha estado vinculado a la política al más alto nivel. Luego fue director del Consejo del Coste de la Vida, asistente del presidente Ford en 1974 y 1975 y, finalmente, su jefe de gabinete en sustitución de Donald Rumsfeld. 

En las elecciones de 1978 fue elegido representante por Wyoming, asiento que mantuvo hasta 1989. Con George H. W. Bush se convirtió en secretario de Defensa (1989-1993), por lo que le tocó vivir el derrumbe histórico del comunismo y la invasión de Kuwait por Sadam Husein. Acompañó a George W. Bush como vicepresidente durante los ocho años. Su hija Liz entró en política en 1989, y ocupa el mismo asiento en la Cámara de Representantes desde las elecciones de 2016.

La larga dinastía Bush

Si hemos mencionado dos Bush es porque padre e hijo han ocupado la presidencia de la república. Pero en el caso de esta dinastía nos tenemos que remontar muy atrás. El capitán Timothy Bush Sr. (1735-1815) participó en la revolución americana. Cuando se ratificó la Constitución, él tenía 53 años. Seguro que no pensó que su descendencia llegaría tan lejos en la política del país que vio nacer. Su nieto Odadiah (1797-1851) era empresario y activista antiesclavista. Murió mientras volvía a Nueva York de enriquecerse con el oro de California.

Su hijo James (1825-1889) inició la tradición familiar de estudiar en Yale. James tuvo cuatro hijos, de los cuales Samuel Prescott Bush (1863-1948) se convirtió en un auténtico magnate, de la mano de Frank Rockefeller y Edward Henry Harriman, dos familias que formaban parte de la aristocracia económica de antes de la II Guerra Mundial. Samuel Prescott fue presidente del Comité para la Ayuda al Desempleo de Herbert Hoover

De sus cinco hijos, el más destacado fue Prescott Sheldon Bush (1895-1972), que fue senador por Connecticut durante diez años. Prescott era partidario de la eugenesia y del control demográfico, y el tesorero de la primera campaña de captación de fondos de Planned Parenthood. Dos George, su hijo y su nieto, se convertirían en presidentes de los Estados Unidos.

Trump contra Bush y Clinton

Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes de la república, fue gobernador de Florida y aspiraba a todo. Quien le cortó el camino a imprimir su apellido por tercera vez en la lista de presidentes de los Estados Unidos fue Donald Trump, que se impuso como candidato republicano a la presidencia en 2016. 

La capacidad de Trump para imponerse a esta dinastía no acaba aquí. El pasado 24 de mayo su candidato Ken Paxton se impuso a George Prescott Bush, hijo de Jeb, en las primarias republicanas para ser el candidato a fiscal general de Texas. Su derrota no fue menor: 68-32%.

No acaba aquí la capacidad de Donald Trump de matar dinastías, porque en 2016 derrotó a la poderosa Hillary Clinton. Si Hillary hubiera ganado las elecciones, la sucesión de apellidos en la presidencia hubiera sido Bush-Clinton-Bush-Clinton. Pero eso no fue así por la victoria de Trump. 

Dinastías políticas, una tradición americana

El caso de Adams fue sólo el primero de toda una tradición de dinastías políticas. El apellido Harrison no es tan conocido como otros, pero ha dado dos presidentes. William Henry Harrison ganó las elecciones de 1828. El 24 de marzo de 1829 tomó posesión, pero se enfrió y enfermó gravemente. El 4 de abril murió. Se dice de él que fue el mejor presidente de la historia, ya que es el que menos daño ha hecho. Su padre, Benjamin Harrison, fue uno de los padres fundadores. Y su nieto, también llamado Benjamin Harrison, fue presidente entre 1889 y 1893. Es el único que ha sucedido y entregado la presidencia a la misma persona: Grover Cleveland.

Una de las sagas más famosas es la de los Kennedy. John F. Kennedy fue el 35º presidente de los Estados Unidos. Su padre, entre otros cargos, fue embajador de los Estados Unidos en Gran Bretaña entre 1938 y 1940. Su hermano Bob fue senador y fiscal general de los Estados Unidos, y Edward fue senador de Massachusetts entre 1962 y 2009. Entre la siguiente generación, Joseph P. Kennedy III es miembro de la Cámara de Representantes desde 2013. Los Roosevelt han dado dos presidentes al país, aunque ellos eran primos lejanos entre sí. Romney, Taft, Udals, Cuomos, Lodge, Frelinghuysen, Rockefeller, DuPont… La lista sigue y sigue.

Pero el fenómeno puede estar llegando a su fin. John Zogby, demóscopo demócrata, considera que "la salida de Liz Cheney del cargo parece el fin de la noción de una élite de D.C. No veo ninguna otra familia en el horizonte. Es tanto un éxito de nuestra cultura como una revolución que supone un alejamiento del dominio desde dentro del Beltway”. John McLaughlin, sociólogo republicano, hace una analogía histórica en el mismo sentido:

Está teniendo lugar una nueva Revolución Americana del siglo XXI. Excepto que los reyes y reinas no están en Inglaterra, sino aquí, entre nosotros. Los patriotas están expulsando a estos conservadores de sus cargos. Apenas podemos esperar al 8 de noviembre.