Canadá, ¿la eutanasia como 'solución' para pobres y sin techo?

Investigan la inclusión de personas sin recursos en el programa de Asistencia Médica para Morir.

Doctores orgullosos de haber ayudado a morir a 300 o 400 personas. Personas sin recursos y sin hogar accediendo a la eutanasia como única salida... El programa de Asistencia Médica para Morir (MAID, por sus siglas en inglés) está siendo investigado tras recibir varias denuncias de personas a las que se ofreció o facilitó la eutanasia por ser pobres, no tener casa o vivir con angustia. El número de personas que se acogen a esta iniciativa no ha parado de crecer en los últimos años, superando las 10.000 en 2021. A partir de marzo de 2023 se espera que estas cifras aumenten de manera notable, puesto que se añadirá el supuesto de "sufrimiento mental intolerable".

Varios médicos han denunciado que el Servicio para el Final de la Vida ha realizado intervenciones en personas a las que, con la ley en la mano -y eso que la canadiense es de las más permisivas del mundo con este asunto- no tendrían que haberlo hecho. Por ejemplo, la doctora Ellen Wiebe, de Dying with Dignity, reconoció  en un seminario que ayudó a morir a un hombre al que su asistente de MAID había denegado el servicio no tenía una enfermedad grave ni "capacidad para tomar decisiones informadas sobre su propia salud personal", según recoge The New Atlantis.

Eutanasia: "El trabajo más gratificante"

El hombre consiguió llegar hasta Wiebe, quien lo evaluó de manera telemática, lo consideró apto y encontró un segundo asesor -son necesarias las firmas de dos médicos- que estuvo de acuerdo.  La doctora recuerda que "voló él solo a Vancouver. Lo recogí en el aeropuerto, lo llevé a mi clínica y le practiqué la eutanasia". Wiebe calcula que ha ayudado a morir a unas 400 personas y se muestra orgullosa de ello: "Es el trabajo más gratificante que hemos hecho nunca". Su colega, la obstreta Stephane Green, que ha realizado 300 eutanasias, señaló que "el acto de ofrecer la opción de una muerte asistida es una de las cosas más terapéuticas que hacemos".

Cuando se aprobó la ley, en 2016, las autoridades garantizaron que jamás se usaría para que eliminar personas sin recursos. En 2019, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, aseguró que las personas podrán elegir la muerte asistida "de una manera que no sea porque no estás recibiendo los apoyos y cuidados que realmente necesitas". Declaraciones realizadas, por cierto, durante su campaña para ampliar los supuestos en los que poder acogerse a la eutanasia. Desde la legalización hasta 2021, tan sólo estaba autorizada para pacientes cuya condición era tan grave que la muerte es inminente. A partir de 2021 se añadió a aquellas personas cuya condición física sea considerada "intolerable". En marzo de 2023 también quienes indiquen dolor psicológico intolerable podrán ser incluidos en el programa.

De muerte inminente a dolor psicológico "intolerable"

Sin embargo, la Canadian Association of MAID Assessors and Providers, la mayor organización del país de servicios de eutanasia, ha encontrado pruebas creíbles aportadas por sus propios miembros de que hay personas "que se ven abocadas a la eutanasia" por las deudas de las tarjetas de crédito, la falta de vivienda o dificultades para recibir atención médica. Son personas con algún tipo de enfermedad grave, pero que realizan la solicitud buscando alivio a otro tipo de sufrimiento. El problema, según varios médicos, es que el sistema facilita mucho más el camino a la muerte que a solucionar o aliviar la situación que lleva a estos pacientes a querer morir.

Es el caso de Althea Gibb-Carsley, ahora jubilada, pero que fue coordinadora de cuidados y trabajadora social del programa de muerte asistida de Vancouver Coastal Health. Gibb-Carsley presentó tres ejemplos de personas que acudieron a ella para que les ayudase a poner fin a su vida debido a sus problemas de índole socioeconómico.  Por ejemplo, habló de una mujer con fibromialgia y fatiga crónica, que podían ser combatidas con una dieta adecuada, unas pastillas y acudir a fisioterapia... algo que no podía costearse. Tampoco podían afrontar sus necesidades una doctora que sufrió un accidente de coche y quedó parapléjica o un escritor de 57 años con diabetes, problemas cardiacos, ansiedad y depresión, que acabaron solicitando los servicios de MAID.

Fallo de los servicios sociales

Para Gibbs-Carsley el problema no es tanto la legalización de la eutanasia, como el fallo de los servicios sociales canadienses. Si un asesor quiere -cumpliendo con lo establecido por la ley, por cierto- ofrecer alternativas a la eutanasia, éstas "no serán rápidas", en el mejor de los casos. Así, parece que la única opción que les queda a estas personas es recurrir a los servicios para morir. Varios expertos denunciaron al Daily Mail que en Canadá "elegir morir es más accesible que mantener a personas con dispacidad". "Nuestro silencio es nuestra complicidad", denunció Gibb-Carlsey.

Sin embargo, los profesionales de la eutanasia argumentan que estas denuncias son sólo 'click-baits'. Algo que volvió a quedar en entredicho tras la denuncia de la ex atleta paralímpica Christine Gauthier, a quien el trabajador social que llevaba su caso le ofreció la eutanasia cuando ella se quejó del retraso acumulado en la instalación de un elevador para sillas de ruedas en su casa. Al parecer, no es la única veterana de guerra (ella acabó en silla de ruedas durante unas maniobras del ejército canadiense) que ha recibido este tipo de ofertas. La situación ha llegado hasta Trudeau, que lo calificó de "absolutamente inaceptable" y exigió una investigación.